Atardecer en Porto Do Son (A Coruña) este sábado.-EFE/ Lavandeira Jr
26 octubre, 2025
Los relojes se atrasaron una hora en España la madrugada de este sábado al domingo y a las tres volvieron a ser las dos, un cambio enfocado a un ahorro de energía cada vez más cuestionado y que tiene efectos negativos en la salud, como trastornos del sueño o una reducción de la productividad, según apuntan algunos expertos.
«Los motivos de este cambio horario responden a la voluntad de ahorrar energía con el fin de aprovechar al máximo las horas de sol y, por tanto, ajustar el consumo para lograr una mejor sincronización entre las horas en que es necesario utilizar luz artificial y aquellas en que no lo es”, explica el catedrático del Departamento de Economía de la Universitat Rovira i Virgili (URV), Josep Maria Arauzo.
El cambio de hora se empezó a implementar en Europa durante la Primera Guerra Mundial, con el objetivo de ahorrar energía durante el conflicto, y se generalizó por la crisis del petróleo en los años 70 de forma coordinada entre los Estados miembros de la Unión Europea, explica Arauzo.
“Ahora bien, esta política no está exenta de críticas y, en los últimos años, son muchas las voces que destacan sus inconvenientes y piden la eliminación del cambio horario estacional”, afirma el catedrático de la URV.
Entre los inconvenientes, los expertos destacan las afectaciones a la salud y las dificultades del organismo para adaptarse, sobre todo en el caso de los menores y de la población de más edad, ya que se producen trastornos del sueño similares a los del jet lag.
También hay problemas de ajuste con el resto del mundo, pues no todos los países siguen esta práctica, como la adaptación de los horarios de los medios de transporte; el funcionamiento de algunas explotaciones ganaderas, en las que los animales no se ajustan fácilmente a los nuevos horarios; o una reducción de la productividad.
«El principal inconveniente, sin embargo, proviene de las dudas en torno a si el cambio de hora, tal como se aplica —una vez en marzo y otra en octubre—, tiene realmente alguna incidencia sobre el consumo de energía y si, en consecuencia, es necesario o no, sobre todo teniendo en cuenta la lista de inconvenientes mencionados”, apunta Arauzo.
Europa cuenta con cuatro franjas horarias: una primera con Islandia, Irlanda, Reino Unido y Portugal; una segunda que va desde España hasta Macedonia del Norte e incluye a todos los países del centro de Europa; una tercera que va desde el Báltico hasta Chipre; y una cuarta con Rusia, Bielorrusia y Turquía.
“Si nos fijamos en la distribución geográfica de estas zonas horarias, no cuesta mucho ver que hay varios ejemplos de países cuya adscripción a una zona determinada no parece muy racional. En este sentido, por ejemplo, Reino Unido y España no comparten zona horaria, cuando geográficamente están uno encima del otro”, dice Arauzo.
El catedrático considera que la gestión del cambio de hora y de las zonas horarias no puede hacerse de manera independiente y que sería necesario un reajuste a escala europea “para acabar con disfuncionalidades que, en este momento, ponen en cuestión la principal motivación para llevar a cabo el cambio de hora: el ahorro de energía”.
En este sentido, argumenta que las condiciones tecnológicas han cambiado mucho desde que se empezó con el cambio horario, ya que ahora hay sistemas de iluminación más eficientes, y los horarios laborales han variado e incluyen el teletrabajo.