Dolores Redondo con Marcos Chicot (finalista), al recibir el Premio Planeta en 2016
22 diciembre, 2024
La extraordinaria Dolores Redondo acaba de publicar, ahora mismo (lo hizo en noviembre), y en Destino, como siempre, Las que no duermen. Nash. Y, como es habitual, hace ya quince días que se ha colocado en el número 1 del ranking de ventas. ¿Por qué? Pues les voy a contar, en esencia, su secreto…
En 2013, recién aparecido su primer libro, vino a Compostela. Me la presentó Alba Fité, y recuerdo casi con lágrimas en los ojos de puro placer qué bien comimos mientras hablábamos, en el Dezaseis de la Rúa de San Pedro. Esa obra bautismal, El guardián invisible, primer tomo de la Trilogía del Baztán (ese mismo año salió el segundo, Legado en los huesos, y al año siguiente, el tercero, Ofrenda a la tormenta). Ese primer paso de Dolores me había interesado muchísimo. Me había calado muy hondo, ya que, bajo una trama policial muy sensata y ágil como ella sola, subyacía todo un mundo mitológico que había reconocido al instante. Me explico. Había leído de crío (y en la edición de 1931, que aún conservo) la imprescindible enciclopedia Folklore y costumbres de España, cordinada por F. Carreras y Candi, y con un nivel de colaboradores apabullante: Joaquín María de Navascués, Constantino Cabal, Telesforo de Aranzadi, Lorenzo Ortiz-Cañavate, Gervasio de Antiñano y tantos otros. Y en el primer volumen de ese estudio profundo y sesudo había un amplísimo capítulo, a cargo de Cabal, llamado Mitología ibérica…
Es ahí donde aprendí algo impactante. En contra de lo que pueda parecer, el trasfondo cultural y legendario de todos los pueblos de la península es, en esencia, generalmente común. Con peculiaridades muy notables, por supuesto, para cada una de las zonas, pero con historias tradicionales que pueden llegar a coincidir casi a la perfección por ejemplo, en Euskadi y en Galicia (sorgiñas y meigas: casi iguales). Poco después del volumen citado, llegó a mis manos, gracias a la colección Libro de Bolsillo de Alianza Editorial (era el nº 12, editado en 1966; otra joya, una vez más; bendita sea) el increíble Las brujas y su mundo, de Julio Caro Baroja, donde se analizaba, entre otros muchos, el (hoy, no antes) archiconocido caso de las brujas de Zugarramurdi, por ejemplo.
A lo que voy es que los amplios conocimientos de Dolores han hecho hincapié, siempre, en ese trasfondo esencial común que ha poblado siempre ya no sólo nuestros sueños, sino, además, nuestras peores pesadillas. Ese es, por supuesto, una de las claves de por qué nuestra amiga es leída con tanto interés y tanta devoción: cala muy hondo en todos. Además, por supuesto, y como decía antes, de su agilidad a la hora de narrar. Consigue hacerse adictiva siempre…
Lo ha logrado en cada ocasión. Y no sólo cuando se mueve en su terreno geográfico. Recuerden que, más de una vez, ha fijado sus escenarios en tierras como la nuestra.
En Las que no duermen vuelve a sus inicios. Se trata de Navarra. Vuelve a aparecer Amaia Salazar, la intrépida policía. Pero la protagonista es una psicóloga forense de Donosti llamada Nash (el nombre es un apodo que sintetiza ni más ni menos que las causas de fallecimiento según el código forense: natural, accidental, suicidio o bien homicidio) Elizondo. Se ha desplazado, junto con su equipo, hasta un lugar francamente siniestro cercano a la población de Elbete, la sima de Legarrea (una sorginkoba, o cueva de las sorgiñas, es decir, de brujas), dentro de lo que se conoce como Valles Tranquilos, en el Baztán, donde pretende llegar hasta el fondo de los misterios relacionados, entre otras cosas, con los antecedentes sobre brujería en el lugar…
Aparte de esto, resulta que hace tres meses que ha desaparecido una joven de Elbete, Andrea Dancur, y todo apunta o bien a que ha decidido largarse, desaparecer del mapa, harta de una vida difícil y bastante problemática, o, por otras razones mucho más preocupantes, que ha sido asesinada… y hay candidatos muy claros que respaldarían esta posibilidad: su novio, una amiga íntima, o, por detalles muy complejos,… su propia familia…
En medio de todo esto, varios personajes tomarán carta de coprotagonistas: la madre de Nash, que ha sufrido un ictus, un colega con poder e influencias con el que ha llegado a intimar pero cuya autoestima está por encima de todo, la policía Amaia Salazar, con quien establecerá una ligazón muy estrecha… y la familia Mitxelena (una madre y dos hijas, la menor de las cuales, Beth, es una chef importante), que posee una funeraria. Y les diría que este es uno de los grandes hallazgos de Dolores… y les juro que todos los lectores se enamorarán de ellas… seguro. Por cierto: estos personajes están basados en la familia directa de la autora; su sobrina June, su hija Eva y la familia de su prima, cuyo segundo apellido es, precisamente, Mitxelen (la ambientación del lugar está sacado de la funeraria Curroliño, de Mari Paz Vázquez Fernández, de Rodeiro, Pontevedra)…
Alucinante. Plagada de fascinación. Y profundamente adictiva. Gracias de nuevo por haber estado tan lúcida, querida amiga…