29 abril, 2024
Uno de los pulmones verdes de la capital gallega es, sin duda, el parque de la Alameda. Podríamos definirlo como un oasis de calma que separa la zona vieja de la nueva. En este lugar, siempre tendremos con quién cruzarnos. Personas de la ciudad o representaciones de quienes fueron figuras relevantes. Así, podemos encontrarnos con las dos Marías, o con el rey del esperpento, Don Ramón Valle- Inclán. Siempre preparados para posar con quienes quieran un recuerdo que inmortalice el momento.
Familias al completo con carritos de bebés, parejas agarradas de la mano, algún que otro que iniciándose en el running y otros que ya son expertos en la materia. No faltan los grupos de jóvenes hablando, o más bien, gritando (según la edad) sobre los planes que harán el fin de semana.
Todos ellos comparten ruta pero no muchos son conscientes de que en dicho camino se encuentran con el conocido “árbol de los enamorados” o “árbol del amor”. Se trata de un ejemplar de eucalipto con más de 120 años de antigüedad, una altura que ronda los 45 metros, y un perímetro de más de 8 metros en su tronco. Fue uno de los primeros ejemplares plantados en Galicia.
Existe una tradición, por la cual cada año las parejas dan una vuelta a este afamado árbol, con la intención de, o bien renovar los votos matrimoniales, o declarar su amor por la otra persona.
Dicen que los árboles tienen memoria, sin embargo, este en especial, mucha más. Sólo es necesario acercarse un poco para leer las cientos de dedicatorias, frases de afecto, corazones o nombres con fechas que hacen de estos garabatos, auténticas señas de eternidad. Y es que el amor, al igual que la amistad de los que ahí estuvieron, tiene una misma intención, que sea perenne las hojas de uno de los veteranos de la Alameda.
Para la comodidad de muchos, se encuentra rodeado por un banco circular de madera, en el que se puede contemplar una de las mejores panorámicas de la ciudad. Cualquiera se enamora, tan sólo con las vistas. Este eucalipto se convirtió en punto de referencia para los más románticos de la ciudad, pero también para los forasteros.
Cerca de este ejemplar también se encuentran otros dos eucaliptos centenarios, conocidos por los habitantes de Santiago como «los celosos», sin embargo, no forman parte de las historias de amor de los santiagueses.
El eucalipto no es nativo de tierras galaicas, es originario de Australia e introducido por Fray Rosendo Salvado. Aunque tiene diversos usos; como la producción de madera, pasta de papel e incluso la fabricación de bateas o mejilloneras, no goza de gran popularidad entre los gallegos. Esto se debe a su naturaleza agresiva, que empobrece el suelo y suprime otras especies botánicas en su entorno. También dicen que las hojas de los eucaliptos, infusionadas, curan los catarros y otras afecciones pulmonares. Sea o no esto último cierto, esperemos que el amor de quienes han visitado este lugar, nunca se evapore.