14 agosto, 2024
Los lazos entre Galicia y Latinoamérica se mantienen vigentes desde tiempos inmemoriales: una historia de huellas marcadas inicialmente por los primeros conquistadores, fortalecida en la etapa virreinal y luego unida para siempre en la gran emigración de principios del siglo XX. Pero desde el otro lado del océano, el paso de los años también ha fomentado el camino inverso hacia España, dándole la posibilidad a muchos latinos de instalarse y desarrollar sus actividades en la tierra de Rosalía.
Y si de huellas y caminos hablamos, uno de los mejores ejemplos es el de Ethan Clay, un tatuador ecuatoriano especializado en tatuajes para peregrinos del Camino de Santiago. Nos cuenta que “nací en Ecuador y comencé con el arte del tatuaje cuando tenía 15 años. Llegué a España a los 18, empecé a tatuar pero frené durante una temporada para montar un restaurante japonés en Galicia. Fui sushiman, ganando varios premios a nivel internacional como chef de sushi. Pero a raíz de la pandemia todo cambió: varios restaurantes fueron a la quiebra por haber estado cerrados tanto tiempo y, asfixiado por las deudas, decidí cerrar y volver a retomar mi carrera como tatuador”.
Ethan confiesa que esa fue una de las mejores decisiones que ha tomado en su vida. “Todo sucedió muy rápido -nos cuenta-. Monté mi primer estudio el 25 de junio de 2022 y, antes de los seis meses, mi nombre se hizo conocido por el tipo de trazado, especializado en líneas superfina y microrrealismo. De esa manera me fui abriendo un hueco en el mundo de aquellos que recorrían el Camino de Santiago y luego de tatuar a una influencer se comenzó a regar la voz: ahora, afortunadamente, cientos de peregrinos pasan por mi estudio en busca de un tatuaje para recordar la experiencia por siempre”.
Tal es la demanda que tienen sus trabajos con visitantes de todas partes del mundo que este mismo año decidió abrir otro estudio en Santiago de Compostela, muy cerca de la Catedral. Relata con orgullo que actualmente es considerado el “tatuador de los peregrinos”, por la enorme cantidad de devotos del Apóstol que, luego de concluir el recorrido, deciden pasar por sus manos de artista y así llevarse para toda la vida el último sello del Camino de Santiago grabado en la piel.