27 mayo, 2024
Nadie recuerda, al menos desde hace casi 50 años, lo que ocurre desde el pasado día 15 en la Facultad de Geografía e Historia de la USC, “tomada” primero por militantes del Bloque, universitarios, y después por una amalgama de radicales y okupas, casi profesionales, que nada tiene que ver con el encierro inicial.
El pasado 15, con la anuencia del decano Marco García Quintela, que distribuyó un escrito al profesorado, alumnos de la mítica Facultad se encerraron en señal de protesta contra Israel y a favor de los palestinos por la guerra que multiplica la tensión en la franja de Gaza.
Fuentes fiables se refieren a las circunstancias que se viven en el interior del edificio que califican de “alarmantes”. “La inoperancia o torpeza del decano permitieron que la situación se le fuera de las manos”. Tras solidarizarse con los militantes del BNG que tomaron inicialmente la Facultad, la deriva posterior es la mayor invasión que se recuerda durante décadas”, según añade otra fuente a Diario de Santiago.
La descripción de lo que ocurre en el interior desborda. Se perdió el control y los razonables del principio dieron paso a quienes tomaron por la fuerza, con extrema radicalidad, aulas y espacios comunes salvo los despachos de la docencia. “las 24 horas del día cocinan, comen, duermen, y quien sabe si algo más” señalan otras fuentes, refiriéndose a las casi 200 personas, de las que sólo muy pocos son alumnos. “el olor a porros apesta”, señala un conocedor que tiene enlace directo con los ocupantes
¿Y el rectorado, el decano, el gerente, que papel pintan ante tan delicada situación?. Por lo que pudo saber este cronista están dando palos de ciego; por una parte han permitido que se creara un monstruo y por otro lado no saben como resolver este “condenado embrollo” según definición de una profesora del centro.
Los hechos están rodeados de cierto tinte dramático. El recinto aparece invadido por numerosas tiendas de campaña, en plan camping, en las que se cocina incluso con peligro, y sin más control que el servicio de limpieza de la USC que trata de mantener un cierto orden en medio del caos. Por otra parte, el edificio debería ser despejado ante la celebración de los próximos comicios para el parlamento europeo, ya que está destinado, como de costumbre, a colegio electoral.
A todo ello se suma otro episodio que convierte esta cuestión en una especie de tormenta perfecta. Como es sabido, la valiosa biblioteca de la Facultad, estimada en 150,000 ejemplares, tendrá que ser desalojada para realizar obras de mantenimiento. Se ubica en la planta alta, de difícil acceso, que cobija un tesoro de valor incalculable. La USC tiene previsto el traslado a otro emplazamiento, que se desconoce. Los problemas son de enorme magnitud. Ni Kafka lo describiría mejor.
¿Cuál es la salida posible al caos reinante? Ya se han celebrado conversaciones con la Delegación del Gobierno para que, si es necesario, el rector ordene el cierre a cal y canto antes de que se enquiste un problema casi insoluble.
La conclusión parece clara; algunos recuerdan la expresión “de aquellos polvos, estos lodos”. Una gestión inicial que desbordó por la izquierda y no tiene fácil salida obligará a tomar medidas excepcionales. Los cabecillas del encierro han prohibido utilizar móviles, cámaras y otros sistemas de transmisión de imágenes para evitar que en el exterior se difunda lo que ocurre dentro de los muros del edificio. Han llegado a crear piquetes para “filtrar” a quienes asisten a las asambleas.
Además, los debates son de un secretismo absoluto, se han vetado actas y el asamblearismo se rige bajo una férrea dictadura que recuerda viejos tiempos.
Sobre si al fin la Facultad hubiera que cerrarla, como se dijo, por peligro estructural de la edificación, la catástrofe sería antológica. Es lo que hay. Doctores tiene la santa madre USC a quienes corresponde resolver.