9 mayo, 2024
Ya llega ahí la Ascensión, las fiestas de la ciudad. Ya está puesta la noria en la Alameda y empiezan a armarse las casetas de algodón de azúcar y de rifas. Se llenarán las cafeterías de los aledaños, y habrá cola para hacerse fotos con nuestras “Marías”, que llevan estoicas aguantando con los brazos en forma de agujas de reloj, a propios y extraños.
Habrá que hacer la reserva con tiempo para comer el pulpo, y los políticos y politiquillos, se pasarán con sus cohortes de seguidores sonriendo y aceptando selfies: ellos son así de campechanos.
¡Qué buena la fiesta, que nos permite beber y olvidar el extenuante día a día! Y déjese usted de contar cosas tristes que para eso ya llega la vida.
¡Claro que sí! Disfrutemos en esta ciudad alegre y confiada, que debió tener estatuto de capitalidad y cada día se vuelve más provinciana. Vaya por Dios, que ya me salió la vena crítica, si lo cierto es que florecen las rotondas y los baches como flores de asfalto y las licencias de apertura maduran sabrosas en oscuros despachos municipales, otorgándose con la lentitud de un gotero. Que no tenemos polígonos fabriles ni generamos empleo salvo que sea usted funcionario. Que la USC se nos quedó en el SXX, las cátedras se heredan, y aquí aún te preguntan “y tú, ¿de quién vienes siendo?” como mérito para ocupar un puesto de trabajo…
Pero ya se acerca el verano, que se intuye entre chaparrón y nubarrones. En breve será todavía más divertido ver como la ciudad que apenas si cubre los servicios de menos de cien mil habitantes recibe el doble de su población habitual.
Dónde se van a meter esos cochazos inmensos que la gente se está comprando para ir al Mercadona, los aparcamientos carísimos de Santiago no darán abasto. Dicen los propios taxistas agobiados, que parte del problema del tráfico se resolvería con una buena red de autobuses, pero ahora toca buscarse una mesa para ocho y tomarse dos cervecitas heladas. Ya si eso, mañana…
Lo mismo debe estar pensando la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Doña Elma Saiz: que ya si eso mañana tocará el tema de nuestras jubilaciones y de paso, poner a la mutua en su sitio, que debiera ser entre las compañías de seguros que jugaron con sus clientes. Por ahora anda cariacontecida diciendo que esto de que pidamos una jubilación digna, es un problema que le preocupa muchísimo pero que se le echó encima, le sobrevino, le apareció de repente y sin avisar. Y los abogados que somos así, le decimos que no, que desde al menos 1993 (fecha de mi colegiación), la cuestión de la mutua se venía gestando, por lo que no es reciente, sino “consentida” por cuantos gobiernos pasaron por los sillones del consejo de ministros desde entonces. Que nos han engañado, oiga. Y a usted también, que siendo abogada debería mirar mucho a quién confía su dinero pese a que le quede una buena pensión, pero hágase un favor y no invierta en la mutua.
Por cierto, que andan las altas testas de esta entidad ofendidos y dolientes, manifestando llenos de razón que cómo vamos a percibir una pensión digna habiendo cotizado lo mínimo. Verán, Sus Excelencias: nosotros pagamos lo que ustedes nos dijeron. Y vistos los números que ustedes manejan, mejor no haber aumentado la cuota porque, en vez de cuatrocientos euros, cobraríamos cuatrocientos cincuenta y la verdad, no nos sale a cuenta.
Quién soy yo para decirle a doña Elma qué debe hacer con este problema que la asusta como el fantasma de las Navidades pasadas, pero si acaso, empezaría por hablar con mis técnicos -ojo, los que saben, no los que pusieron a dedo y no saben hacer la “o” con un canuto-, para defender un Real Decreto que nos garantice aquello por lo que llevamos decenas de años pagando: una jubilación digna. Tal vez a continuación, les diría a los prebostes de la mutua que no abran mucho la boca, que a la Audiencia Nacional están llegando las primeras denuncias de la abogacía en lucha. Y, por último, ordenaría una investigación sobre dónde está nuestro dinero, aunque eso esperamos que lo haga un Juez Instructor, puesto que uno de los delitos que les imputamos a los ofendidos gestores de la mutua, es la de administración desleal y no es cuestión menor que por ello algún listo acabó en la cárcel. Pese a todos los protocolos de prevención penal que tenían sus empresas.
Mientras tanto, alegría, alegría. ¡Que viene ya la BBC: ¡Bodas, Bautizos y Comuniones…! Va a exigir mucha imaginación sacar dinero para todo eso… porque dinero haylo, lo que no sé es dónde ni en qué bolsillos.
En los de los abogados del turno puedo asegurar que no, porque llevan meses de huelga cubriendo servicios mínimos y haciendo equilibrios entre los Jueces que entienden sus reivindicaciones y los que se las deniegan. Con el ICA (Ilustre Colegio de Abogados, cada vez menos “Ilustre”) abriendo expedientes, y clientes iracundos que piensan que la justicia gratuita les da derecho a gritarle “al tipo este de la toga”, pagando con los abogados sus frustraciones porque lo que es gratis, no se valora. De todo hay en la Viña del Señor y mucho de ello está en el Turno, incluyendo amenazas e insultos.
De hecho, si hay una frase que me dolió de la magnífica serie sobre el caso “Asunta”, es cuando el abogado de Rosario Porto le contesta a su compañera abogada cuando esta le cuestiona si Charo pagará la minuta por defender a su exmarido, que, de no pagarla, tendrán que rezar por ellos “porque les tocará un abogado del turno de oficio”.
Semejante afirmación es una burla a todos nosotros, y un desconocimiento absoluto de nuestra labor. ¿Tenemos que recordar la impresionante defensa que Fernanda Álvarez, abogada del Turno de Oficio, hizo del “Chicle”?
Eso por poner un ejemplo, que otros casos sin ser tan mediáticos y contaminados por el juicio popular, suponen un esfuerzo de horas que no se pagan: así de claro.
Así que estamos dejándonos los cuartos en viajes a Madrid, manifestaciones y alguno en ansiolíticos, pero es ahora o nunca cuando tenemos que cerrarle la boca a la mutua a golpe de denuncias.
Porque hay mucha gente que no es devota de la Ascensión, pero sí de la Santa Desvergüenza.
Por favor, Doña Elma: aunque entremos en época de fiestas y romerías, siéntese usted a trabajar, haga una propuesta normativa, y evite que ese problema “sobrevenido”, dure un solo consejo de ministros más.
Que por una vez ganen los buenos y pierdan los malos.
¡Y véngase a la Ascensión a comer el pulpo y montarse en la noria!: verá qué divertido es lo que se siente cuando esta desciende vertiginosamente hacia el suelo.