6 agosto, 2024
Creo yo que merece la pena dedicarle un pequeño espacio al episodio que dio lugar a la famosa frase convertida en adagio universal. Lo recogió Plinio El Viejo, allá por el siglo I de nuestra era. Su origen, procede de una anécdota acaecida en del siglo IV a.C., en la que participan un zapatero y el pintor griego, Apeles. Éste pinta un cuadro donde aparece una sandalia, con un defecto y lo expone al público.
Un zapatero, que pasaba por allí, se lo advierte y el pintor hace la correspondiente corrección, en el cuadro. Cuando lo expone, de nuevo, el zapatero se viene arriba, como suele decirse hoy, y se pone a buscarle más defectos al cuadro. Es, entonces, cuando el pintor, al no lograr deshacerse de las críticas del artesano, pronuncia la famosa frase:” zapatero, a tus zapatos”. O sea, no te metas en donde no te llaman. Y así quedó la frase ligada a la historia de célebres dichos, para los siglos venideros.
Desde entonces, aplicamos este adagio a todo aquel que se mete en asuntos ajenos, sin que nadie le invite. Y, como es de máxima actualidad, en relación con el tema, vamos a disertar sobre las andanzas del señor Rodríguez Zapatero, nuestro expresidente de España y, al presente, metido a consejero áulico, muñidor de secretos políticos, asesor en causas podridas, regeneración imposible de Rasputín, a bajo precio, y Zapatero, solo de apellido que, de ser real y de oficio, no pasaría de zapatero remendón. Su peculiar tendencia de entrometido, desde el poder y la fama, sería un buen tema para un estudio, en profundidad, sobre el origen de este tipo de personajes y sus contradicciones.
Su amistad y colaboración con el presidente de Venezuela son, como mínimo, de rango misterioso. ¿Cómo puede presumir de socialista, demócrata de toda la vida, un señor que es amigo de un presidente que mantiene aplastado a todo un pueblo inocente, arruinando a un país dotado de inmensas riquezas naturales? La reciente celebración de elecciones en Venezuela ha puesto, como era de esperar, el ojo en las marrullerías permanentes del sátrapa asentado por los fusiles y no por los votos, en el sillón de Caracas.
La foto del expresidente Zapatero, con su media sonrisa habitual, al lado del «hombrachón» ex-conductor de autobuses, a la salida del local de votaciones, es un baldón inmensurable para las naciones de España y Venezuela. Una vergüenza, sobre todo, para nuestra nación ante las otras naciones del mundo, por el bochornoso papel desempeñado por quien, en su día, fue nuestro máximo mandatario en España.
Al señor Zapatero nada se le perdía en tal entierro. O sí, porque no nos creemos que todo su trabajo sea consecuencia de una emoción caritativa con el pueblo venezolano. Ya hay antecedentes, políticos y económicos, de cuando las actuaciones de miembros fundadores de Podemos sacaron petróleo de sus trabajitos en Teherán y Caracas, en aquellos tiempos.
No cabe duda de que hay intereses políticos y económicos cruzados y que la inquina que el régimen bolivariano del difunto Chaves inyectó al pueblo venezolano frente a los americanos del norte fue un sueño de verano, como se esperaba, pero el camino iniciado por Chaves y seguido por Maduro fue toda una equivocación, sacando a la calle las armas, en vez de los proyectos económicos. Y los americanos del norte, mejor como amigos.
El señor Rodríguez Zapatero lo que tiene que hacer es buscarse un hobby cultural, recreativo o político, si prefiere, en favor del socialismo español que bien lo necesita. No del señor Sánchez que eso no es socialismo. Es, más bien, una burda imitación del chavismo, a lo lejos.
Y, para terminar, sin salirnos del terreno de los adagios, una constatación de esas que nos da la vida; “dime con quién andas y te diré quién eres.” Y un consejo: “Zapatero, a tus zapatos”.