19 octubre, 2024
Según la mitología griega, Narciso, un joven engreído de extraordinaria belleza, fue castigado por Némesis, quien hizo que se enamorase de su propio reflejo en un estanque. Tan obsesionado estaba con su imagen que murió a orillas del agua, incapaz de separarse de sí mismo. La historia de Narciso se ha utilizado como metáfora para describir a personas que presentan exceso de autoestima, necesidad constante de admiración y falta de empatía; es decir, personas que están significativamente enamoradas de sí mismas. Freud utilizó este concepto para caracterizar un estado mental en el que la libido se dirige a uno mismo en lugar de hacia los demás. Estas personas suelen ser arrogantes, egocéntricas y manipuladoras. Pero también existe un narcisismo antitético, caracterizado por la vulnerabilidad, la alta sensibilidad a las críticas, la baja autoestima y una intensa necesidad de validación, todo ello adecuadamente oculto tras una fachada de pompa y autoconfianza simulada.
El narcisismo ha dejado de ser un trastorno de la personalidad exclusivo de las consultas psiquiátricas para convertirse en una preocupación social. En las últimas décadas, se ha venido observando un aumento de sus manifestaciones en la sociedad, lo que ha llevado a hablar de una sociedad narcisista. La nuestra, marcadamente individualista, fomenta la búsqueda del éxito personal, la autorrealización y la satisfacción inmediata de los deseos. Este énfasis en el yo tiende a alimentar las tendencias narcisistas. Plataformas como Instagram, TikTok y Facebook permiten a las personas construir una imagen idealizada de sí mismas, promoviendo la competencia social y la búsqueda constante de reconocimiento. La obsesión por la fama y la celebridad, alimentada por los medios de comunicación, es un indicador de actitudes narcisistas, ya que muchas personas aspiran a ser el centro de atención. Algunos pedagogos argumentan que ciertos modelos educativos, que enfatizan la competición y la obtención de altas calificaciones, pueden contribuir al desarrollo de rasgos narcisistas en los estudiantes.
«El narcisismo ha dejado de ser un trastorno de la personalidad exclusivo de las consultas psiquiátricas para convertirse en una preocupación social. En las últimas décadas, se ha venido observando un aumento de sus manifestaciones en la sociedad»
Este narcisismo social dificulta la construcción de relaciones sólidas basadas en la confianza, ya que las personas narcisistas priorizan sus propias necesidades a base de explotar a los demás. Se erosionan los valores colectivos al fomentar una sociedad más individualista y menos solidaria. Además, los narcisistas acostumbran a tener una visión dicotómica del mundo, dividiendo a las personas en amigos y enemigos, lo que contribuye a la polarización social. Finalmente, son más propensos a recurrir a la violencia y a la agresión para defender su ego o para obtener lo que desean.
El auge de las redes sociales ha hecho surgir una nueva figura pública: los influencers. Estos personajes, que cuentan con miles de seguidores, ejercen una influencia significativa en la opinión pública, especialmente entre los jóvenes. Además del daño que pueden causar pontificando sobre cuestiones de las que no tienen una mínima formación, su creciente popularidad ha llevado a plantear si la imagen perfecta que proyectan esconde una personalidad narcisista. Los influencers necesitan constantemente la validación de sus seguidores a través de likes, comentarios y nuevos seguidores. Esta búsqueda incesante de atención puede ser un indicador de una necesidad narcisista de admiración.
«El auge de las redes sociales ha hecho surgir una nueva figura pública: los influencers. Además del daño que pueden causar pontificando sobre cuestiones de las que no tienen una mínima formación, su creciente popularidad ha llevado a plantear si la imagen perfecta que proyectan esconde una personalidad narcisista»
Muchos influencers presentan una versión idealizada de sí mismos en las redes sociales, ocultando sus imperfecciones y enfatizando sus éxitos, a lo que suelen añadir la exposición de su vida personal en un ejercicio exhibicionista y falsificado. Algunos pueden mostrar comportamientos autocentrados, como hablar constantemente de sí mismos, buscar ser el centro de atención o menospreciar a otros. Si bien no todos los influencers son narcisistas, la demanda de atención y la construcción de una marca personal son parte integrante de su trabajo. Esta marca, en muchos de estos creadores de contenido, está basada en la ignorancia, sin que a sus responsables parezcan importarles las posibles consecuencias. Muy al contrario: parecen encantados de la repercusión obtenida y de la presión ejercida en los jóvenes, quienes pueden internalizar los valores y comportamientos de sus ídolos. La exposición constante a imágenes idealizadas y a comportamientos narcisistas puede normalizar estos patrones de conducta. De igual modo, la presión por alcanzar los estándares de éxito establecidos por los influencers puede generar ansiedad y baja autoestima en sus seguidores.
El narcisismo está dejando una profunda huella en nuestra sociedad, fomentando una visión egocéntrica del mundo, dificultando la comprensión de perspectivas diferentes y contribuyendo a una serie de conflictos y tensiones. Esto alimenta la polarización y la división en temas sociales y políticos, dado que cada individuo busca imponer su propia visión sin considerar la de los demás. Se percibe a los otros como competidores o amenazas, lo que fomenta un clima de hostilidad y dificulta la cooperación y la construcción de relaciones basadas en la confianza. La sociedad actual, marcada por la cultura del selfi, premia la apariencia y el éxito material. En el ámbito político y empresarial, los líderes narcisistas pueden tomar decisiones impulsivas e interesadas, sin tener en cuenta las consecuencias para los demás, erosionando la confianza en las instituciones. El narcisismo y el populismo son dos fenómenos que, aunque distintos, presentan una conexión significativa que puede tener profundas implicaciones sociales. Esta peligrosa vinculación está relacionada con la existencia de un liderazgo carismático, un discurso polarizador y un desprecio por las instituciones. Tanto los líderes narcisistas como los populistas presentan una necesidad constante de atención y validación; los populistas utilizan a menudo las redes sociales y los medios de comunicación para proyectarse como salvadores y elegidos. La combinación de narcisismo y populismo representa una amenaza significativa para la democracia y el bienestar de la sociedad. Estos líderes apelan a las emociones de las masas en lugar de basar sus decisiones en evidencias y análisis racionales.
«A los líderes les exigimos ambición para alcanzar metas y objetivos, pero si no se equilibra con empatía y humildad, puede generar comportamientos narcisistas. Sin embargo, se puede triunfar sin ser narcisista»
En el contexto en el que vivimos, podemos dar por supuesta una cierta relación entre un moderado grado de narcisismo y el liderazgo político. Asumimos que un adecuado nivel de autoconfianza es esencial para ejercer el liderazgo. A los líderes les exigimos ambición para alcanzar metas y objetivos, pero si no se equilibra con empatía y humildad, puede generar comportamientos narcisistas. Sin embargo, se puede triunfar sin ser narcisista. Las evidencias sugieren que los políticos comprensivos, humildes y con comportamientos éticos fuertes son los mejores dirigentes. Las personas no narcisistas suelen construir relaciones sólidas y duraderas. La empatía y la capacidad de escuchar a los demás son fundamentales para el trabajo en equipo y para la colaboración. Las personas que se preocupan por los demás gozan de mejor reputación, fomentan un ambiente de trabajo positivo y destacan por mayores niveles de bienestar emocional y de satisfacción personal. Es cierto que, a veces, puede parecer que las personas narcisistas tienen más éxito a corto plazo, pero, con el paso del tiempo, las relaciones dañadas, la falta de simpatía y la incapacidad para aprender de sus errores les suelen pasar factura.
«Aunque la ciencia se basa en la objetividad y en el método científico, los investigadores no están exentos de influencias personales y emocionales. La presión por publicar puede inducir a exagerar los resultados o a tomar atajos poco éticos»
El narcisismo también se manifiesta, y mucho, en el ámbito científico. Aunque la ciencia se basa en la objetividad y en el método científico, los investigadores no están exentos de influencias personales y emocionales. La presión por publicar puede inducir a exagerar los resultados o a tomar atajos poco éticos. En algunos campos, ciertos investigadores pueden adquirir un estatus casi mítico, lo que puede fomentar actitudes narcisistas en las nuevas generaciones de científicos. El narcisismo en la ciencia se manifiesta en la exageración de los resultados, en la dificultad para aceptar las críticas, en la priorización de la fama sobre el avance del conocimiento científico y en la falta de colaboración y desprecio por otros investigadores, especialmente si se los considera una amenaza a la propia reputación. En casos no tan extremos, el narcisismo puede llevar a la fabricación de datos y al plagio, con graves consecuencias para la integridad de la ciencia.
La neurociencia está arrojando luz sobre los posibles mecanismos cerebrales que subyacen al narcisismo. Estudios de neuroimagen han revelado un mayor volumen de la materia gris en regiones vinculadas con la recompensa, la autorreferencia y la toma de decisiones sociales, así como una mayor conectividad en redes cerebrales asociadas a la teoría de la mente, la cual explica la habilidad de reconocer que los demás tienen mentes con perspectivas y experiencias propias, diferentes de las nuestras. Los cerebros de las personas narcisistas responden de manera más intensa a estímulos positivos relacionados con ellas mismas y presentan una menor activación en el caso de los estímulos negativos, lo que les permite mantener una imagen positiva de sí mismas, a pesar de la evidencia de lo contrario. Los neurotransmisores, esas sustancias químicas que comunican las neuronas entre sí, también desempeñan un papel crucial en la regulación de emociones, comportamientos y procesos cognitivos asociados al narcisismo. Los neurotransmisores interactúan con las estructuras cerebrales influyendo en la aparición y expresión de los rasgos narcisistas. La dopamina, asociada al placer y a la recompensa, interactúa con el núcleo accumbens. La serotonina, ligada al estado de ánimo, se relaciona con la corteza prefrontal y contribuye a la dificultad de los narcisistas de controlar sus emociones y las reacciones impulsivas y agresivas.
«Los cerebros de las personas narcisistas responden de manera más intensa a estímulos positivos relacionados con ellas mismas y presentan una menor activación en el caso de los estímulos negativos, lo que les permite mantener una imagen positiva de sí mismas, a pesar de la evidencia de lo contrario»
No cabe duda de que la humanidad ha pasado por situaciones iguales o peores a lo largo de la historia, como tampoco de que nunca ha estado tan interconectada como lo está ahora, por lo que el peligro actual es superior. La sala de reuniones del laboratorio de neurociencias del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago está presidida por los siguientes versos de Fernando Pessoa: «Para ser grande, sé integro: nada tuyo exageres ni excluyas. Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres en lo mínimo que hagas». Ahora, más que nunca, es necesaria una educación que haga prevalecer el bienestar colectivo sobre la autoexaltación individual, porque, como recoge un proverbio anónimo, «quien es demasiado grande para hacer pequeñas cosas, es demasiado pequeño para hacer las grandes». Como el lector atento habrá advertido, no es que esa persona sea realmente demasiado grande, sino que, como si se viese iluminada mediante su propio reflejo en un estanque, piensa de sí misma que lo es.