24 agosto, 2024
De igual manera a como el dinero desvirtúa, pervierte y corrompe, en las manos adecuadas el dinero es un elemento base para el bienestar y el progreso. No es el dinero lo que hay que criminalizar sino el mal uso que se hace de él. El dinero es como la energía atómica, esencial como fuente energética, pero capaz de convertirse en un arma de destrucción masiva cuando quien la posee la usa con fines malévolos.
El dinero como símbolo es un elemento de libertad. El simbolista francés Rémy de Gourmont fue uno de sus grandes defensores: “Despotricar contra el dinero, indignarse contra él, es una tontería. El dinero no es nada; su poder es puramente simbólico. El dinero es el signo de la libertad. Maldecir el dinero es maldecir la libertad, maldecir la vida, que no es nada si no es libre”.
El dinero es el premio natural al trabajo bien hecho y al cumplimiento del deber, más allá de la satisfacción personal. Según el bromista Cullen Hightower, “de todos los incentivos para trabajar, el dinero es el más popular y el menos fiable”. Algo de eso debiera incorporarse a los programas educativos desde la enseñanza elemental. “La manera más fácil para que tus hijos aprendan sobre el dinero es que tú no lo tengas”, afirma la periodista británica Katherine Whitehorn. Lo que se hereda no se valora igual que lo que se consigue por uno mismo; y con la edad, la carga del mantenimiento de propiedades y personas, los compromisos, las deudas y los achaques incrementan la necesidad. Al respecto, el dramaturgo estadounidense Tennessee Williams mantiene en Cat on a Hot Tin Roof que “puedes ser joven sin dinero, pero no puedes ser viejo sin él”. Aristóteles también advertía: “El dinero es una garantía de que podremos tener lo que queremos en el futuro. Aunque no necesitemos nada en este momento, asegura la posibilidad de satisfacer un nuevo deseo cuando surja”. Esto es lo que desde siempre se conoce como ahorro. Thomas Brassey, ingeniero civil británico, contratista y productor de materiales de construcción, que ejecutó numerosas obras de ferrocarril en distintos lugares del mundo durante el siglo XIX, lo sofistica un poco: “La abstinencia del disfrute es la única fuente de capital”. En términos más laicos, Rudyard Kipling decía: “Todo el dinero del mundo no sirve de nada para un hombre ni para su país si lo gasta tan rápido como lo gana. Lo único que le queda son sus facturas y la reputación de tonto”. En la misma dirección apuntaba Albert Davis Lasker, empresario estadounidense de origen judío alemán que desempeñó un papel importante en la configuración de la publicidad moderna, para quien “ganar mucho dinero está bien, siempre que no tengas que pagar demasiado por ello”. En el pre-freudanismo del teólogo escocés James Moffatt, “el modo en que un hombre trata el dinero es lo más decisivo de su carácter: cómo lo gana y cómo lo gasta”. Según el exitoso periodista George Horace Lorimer, editor del The Saturday Evening Post de 1899 a 1936, “es bueno tener dinero y las cosas que el dinero puede comprar, pero también es bueno comprobarlo de vez en cuando y asegurarse de no haber perdido las cosas que el dinero no puede comprar”.
Karl Marx tenía su propia opinión en The capacity of the present-day Jews and Christians to become free en 1884, casi 20 años después de publicar Das Kapital. Kritik der politischen Ökonomie, el 14 de septiembre de 1867: “El dinero es la esencia enajenada del trabajo y de la existencia del hombre; esta esencia lo domina y él la adora”. El espíritu material del dinero tiene matices diferenciales. Para el economista John Kenneth Galbraith “el dinero se diferencia de un automóvil, una amante o un cáncer en que es igualmente importante para quienes lo tienen y para quienes no lo tienen”.
«Lo que se hereda no se valora igual que lo que se consigue por uno mismo; y con la edad, la carga del mantenimiento de propiedades y personas, los compromisos, las deudas y los achaques incrementan la necesidad»
El dinero crea vínculos y dependencias entre desiguales. “Nada vincula a un hombre con otro como el frecuente paso de dinero en efectivo de mano en mano”, decía el impresionista británico Walter Richard Sickert a mediados del siglo pasado.
La academia ha creado expertos en el manejo y la rentabilidad del dinero. Muchos de ellos fundamentan su experiencia en un juego con dinero ajeno, cuyo uso siempre difiere del que harían con el suyo. Una realidad es que si no haces que el dinero genere dinero, acaba gastándose y te conduce a la ruina. Para Edmund Burke, padre del conservadurismo liberal británico, “el dinero de acciones es dinámico y el dinero de deuda es estático”. Una realidad complementaria es que, si no sabes medir tu tasa de endeudamiento, más tarde o más temprano la soga de la insolvencia apretará tu cuello. En términos globales, el banquero americano Henry C. Alexander sostenía que “el aumento del endeudamiento debe ir acompañado de una mayor capacidad de pago; de lo contrario no estamos expandiendo la economía, simplemente la estamos inflando”. Otro experto, Bernard Mannes Baruch, financiero, estadista y asesor político estadounidense de origen judío, consejero de los presidentes Woodrow Wilson y Franklin D. Roosevelt, defendía que “aumentos de salarios, pensiones más altas, más seguro de desempleo, todo esto no sirve de nada si el poder adquisitivo del dinero cae más rápidamente”; cosa fácil de comprobar en la economía española de post-pandemia. Clement Richard Attlee, político británico, líder del Partido Laborista entre 1935 y 1955 y primer ministro del Reino Unido entre 1945 y 1951, creía que “ningún sistema social nos traerá felicidad, salud y prosperidad a menos que esté inspirado por algo más grande que el materialismo”.
Para Warren Edward Buffett, uno de los inversores más grandes del mundo, y principal accionista, presidente y director ejecutivo de Berkshire Hathaway, las dos reglas del éxito financiero son: “Regla número 1: Nunca pierdas dinero. Regla número 2: Nunca olvides la Regla número 1”.
Según el historiador James Truslow Adam, “el capital es para el progreso de la sociedad lo que la gasolina es para un coche”. En términos de progreso, “el dinero nunca comienza una idea; es la idea la que pone en marcha el dinero”, afirma William John Cameron. La mayoría de las ideas de éxito se cimentan sobre el conocimiento; y contaba Lord Byron que “dicen que el conocimiento es poder. Solía pensar que sí, pero ahora sé que se referían al dinero. Cada guinea es una piedra filosofal”. Sin capital es difícil que una buena idea cristalice en un gran proyecto, económicamente rentable.
William Feather, en sus tiempos mozos reportero de Cleveland Press, decía: “Una peculiaridad del capital es que no puede emplearse productivamente sin beneficiar a la comunidad en la que se utiliza”. “Las pequeñas economías de los ricos son tan sorprendentes como las tontas extravagancias de los pobres”.
«Para Warren Edward Buffett, uno de los inversores más grandes del mundo, y principal accionista, presidente y director ejecutivo de Berkshire Hathaway, las dos reglas del éxito financiero son: “Regla número 1: Nunca pierdas dinero. Regla número 2: Nunca olvides la Regla número 1”
No hay mejor clase de economía que la experiencia de un experto como Henry Ford, fundador de la Ford Motor Company y padre de las cadenas de producción modernas utilizadas para la producción en masa: “La cura para el materialismo es tener suficiente para todos y compartir. Cuando la gente está segura de tener lo que necesita, deja de pensar en ello”. “El mayor uso del capital no es ganar más dinero, sino hacer que el dinero sirva más para mejorar la vida”. “Muchas personas piensan que al acumular dinero obtienen seguridad para sí mismas. Si el dinero es tu única esperanza de independencia, nunca lo tendrás. La única seguridad real que un hombre puede tener en este mundo es una reserva de conocimiento, experiencia y capacidad. Sin estas cualidades, el dinero es prácticamente inútil. La seguridad incluso del dinero depende del conocimiento, la experiencia y la capacidad. Si las ideas productivas son desplazadas por ideas destructivas, la vida económica sufre”. “El dinero no cambia a los hombres, simplemente los desenmascara. Si un hombre es egoísta, arrogante o codicioso por naturaleza, el dinero lo saca a relucir, eso es todo”.
Otro sabio honorable, digno de respeto y admiración es Benjamin Franklin, político, polímata, científico e inventor, considerado uno de los padres fundadores de los Estados Unidos: “Cuidado con los pequeños gastos; una pequeña fuga hundirá un gran barco”. “Los acreedores tienen mejor memoria que los deudores, y los acreedores son un grupo supersticioso: grandes observadores de días y horas determinadas”. “Los grandes gastadores son malos prestamistas”. “Aquel que opina que el dinero lo hace todo bien puede ser sospechoso de hacer todo por dinero”. “El dinero nunca ha hecho feliz a un hombre todavía, ni lo hará. No hay nada en su naturaleza que produzca felicidad”. “El camino hacia la riqueza, si lo deseamos, es tan sencillo como el camino hacia el mercado. Depende principalmente de dos palabras: industria y frugalidad, es decir, no desperdiciar tiempo ni dinero, sino hacer el mejor uso posible de ambos”.
Otro que merece atención es el economista canadiense John Kenneth Galbraith: “Si algo es evidente acerca de las personas que no administran dinero es que la tarea atrae un nivel muy bajo de inteligencia, que está protegida en su muy imperfecta profesión por el misterio que se cree que envuelve el tema de la economía en general y del dinero en particular”. “Es posible discutir que el amor al dinero es la raíz de todos los males. Lo que no está en duda es que la búsqueda de dinero, o una asociación duradera con él, es capaz de inducir no sólo un comportamiento extraño sino también profundamente perverso”.
Otro genio en lo suyo fue John Maynard Keynes, economista británico, considerado como uno de los más influyentes del siglo XX: “No hay medio más sutil y más seguro de derribar las bases existentes de la sociedad que corromper la moneda. El proceso involucra a todas las fuerzas ocultas de la ley económica del lado de la destrucción, y lo hace de una manera que ningún hombre entre un millón es capaz de diagnosticar…”
Otro distinguido y respetado personaje con ideas que aportar al desarrollo humano fue William Howard Taft, vigésimo séptimo presidente de los Estados Unidos y el décimo presidente de la Corte Suprema, la única persona en la historia de Estados Unidos que ha desempeñado ambos cargos. Solía defender que “todos dependemos de la inversión de capital”.
“El dinero no cambia a los hombres, simplemente los desenmascara. Si un hombre es egoísta, arrogante o codicioso por naturaleza, el dinero lo saca a relucir, eso es todo”
Quizá otro que merece atención es Daniel Webster, un auténtico estadista durante el antebellum estadounidense (época anterior a la guerra de Secesión), con gran prestigio regional debido a su defensa de los intereses navieros de Nueva Inglaterra. Él fue quien dijo: “El crédito ha contribuido mil veces más a enriquecer a la humanidad que todas las minas de oro del mundo. Ha exaltado el trabajo, estimulado la manufactura e impulsado el comercio en todos los mares”. También afirmaba que “si se divorcia el capital del trabajo, el capital se acapara y el trabajo muere de hambre”.
El médico irlandés Oliver Goldsmith, famoso por su novela El vicario de Wakefield, y el poema pastoral La aldea abandonada, también hizo precoces aportaciones ideológicas a la economía: “Si se estableciera la frugalidad en el Estado, si nuestros gastos se distribuyeran más en lo necesario que en lo superfluo de la vida, podría haber menos necesidades e incluso menos placeres, pero infinitamente más felicidad”.
Un asunto de máxima importancia en la administración del Estado es la gestión del dinero público. Un proverbio latino dice que es muy fácil ser generoso con dinero ajeno. Para uno de los Padres fundadores de los Estados Unidos, Thomas Paine, intelectual radical y revolucionario de origen inglés, promotor del liberalismo de izquierdas, “el dinero público debe ser tratado con la más escrupulosa conciencia de honor. No es sólo el producto de las riquezas, sino también de los duros ingresos del trabajo y la pobreza. Se obtiene incluso de la amargura de la necesidad y la miseria. No pasa ni perece en las calles un mendigo que no tenga su óbolo en esa masa”. Para Charles Proteus Steinmetz, matemático e ingeniero eléctrico alemán-austriaco y promotor del desarrollo de la corriente alterna que hizo posible la expansión de la industria eléctrica en Estados Unidos, “el dinero es una estúpida medida de logro, pero desafortunadamente es la única medida universal que tenemos”.
Con la desesperanza de que no habrá homilía capaz de concienciar a alguien de que San Dinero es una fantasía humillante y discriminatoria, sin culpa, pero necesaria, en un mundo de necios clasificados, a los que lo adoran sin conocerlo puede servirles la ilusión del proverbio Yiddish que dice: “Con dinero en el bolsillo, eres sabio, eres guapo y además cantas bien”; o pueden distraerse con Phineas Taylor Barnum, empresario, político y artista circense estadounidense, recordado por sus célebres engaños en el mundo del entretenimiento y por haber fundado el Barnum & Bailey Circus, que consolaba a los suyos diciendo que “el dinero es un amo terrible pero un excelente sirviente”. Otros, como Henry Fielding, creador de la tradición novelística inglesa junto con su contemporáneo Samuel Richardson, en cambio, piensan: “Haz del dinero tu Dios y te atormentará como el diablo”. A los menos frívolos quizá les valga un Hartrihari de la tradición hindú: “Mantengamos un firme control sobre nuestro dinero, porque sin él todo el conjunto de virtudes no es más que un montón de hierba”. El reverendo William John Henry Boetcker lo puso más claro: “Lo que realmente más necesitamos son aquellas cosas que el dinero no puede comprar”.
“El dinero público debe ser tratado con la más escrupulosa conciencia de honor. No es sólo el producto de las riquezas, sino también de los duros ingresos del trabajo y la pobreza. Se obtiene incluso de la amargura de la necesidad y la miseria»
Por mucha ciencia con la se quiera adornar a la economía, el azar, la psicología del momento, las decisiones políticas y geoestratégicas, y la avaricia de quienes manipulan las finanzas, son los determinantes de la fuga y tránsito del dinero. La ironía de Robert W. Sarnoff, director ejecutivo y presidente de la junta directiva de Radio Corporation of America, hizo que definiese las finanzas como el arte de pasar moneda de mano en mano hasta que finalmente desaparece.
En sentir de Jonathan Swift, escritor satírico irlandés, conocido por Los viajes de Gulliver, una crítica mordaz de la sociedad humana, “un hombre sabio debería tener dinero en la cabeza, pero no en el corazón”. Confrontando consejo y dinero, Swift dice: “Ninguno aceptará consejo, sino que todo hombre aceptará dinero. Por tanto, es mejor el dinero que el consejo”. Por ello, quizá tenía razón Henry J. Taylor al decir que “la filosofía que pretende enseñarnos el desprecio del dinero no es muy profunda”. Horace Walpole (IV conde de Orford), primo del famoso marino británico Lord Nelson, ironizaba: “El desprecio del dinero no es una virtud más que lavarse las manos; pero no se da la mano de buena gana a un hombre que nunca se lava”.