10 septiembre, 2024
La prestigiosa autora de Un burka por amor acaba de publicar, tras una lista de obras a cada cual más interesante (siempre la he leído con profundo interés, pero guardo un gratísimo recuerdo de Una pasión rusa o de La memoria de la lavanda), la que es, sin lugar a dudas, su mejor novela. Algo grandioso, épico, riquísimo de matices y totalmente apasionante. Ella es, claro, Reyes Monforte. El título, en Plaza&Janés, La condesa maldita.
Está basada en un hecho histórico minuciosamente documentado, con personajes reales, y relata un crimen ocurrido en Venecia el 3 de septiembre de 1907. Todos los protagonistas son rusos. La víctima era el Conde Pavel Kamarowski. Su asesino material, tras asestarle cuatro tiros, su amigo Nicolái Naumov, nieto de Iván Turguénev y traductor de Baudelaire (Nicolái solía citarlo: “el amor es un crimen que no puede cometerse sin cómplices…”), con el apoyo del prestigioso abogado de Moscú Donato Prilukov. El conde era el prometido de la instigadora del acto. Los otros dos compartían con él ser, también, sus amantes. Y ella era la fascinante María Nikolaevna O’Rourke, condesa Tarnowska, perteneciente a una familia aristocrática cuyos antecedentes se remontaban ni más ni menos que a María Estuardo, reina de Escocia.
La infancia y adolescencia de esta curiosa mujer están llenas de incidencias y altibajos: ciega durante cuatro años a consecuencia de un sarampión especialmente agresivo, afectada de epilepsia, protagonista de accidentes muy serios dada su inquietud extrema, como una caída de columpio grave… un padre autoritario a quien todos apodaban El Terrible (oficial del Imperio y héroe de guerra), profundamente displicente, con el que siempre se llevó mal, una madre con serios problemas de adicción al láudano, una hermana muy envidiosa… y un tío encantador, Cillian, ausente en Irlanda, que la aconsejaba muy bien en cuestión de lecturas (una de ellas: La venus de las pieles, de Leopold von Sacher-Masoch), que ella recibía con el mayor secretismo…
Pero la clave de todo es que, poco a poco, iba convirtiéndose en una mujer tan bella que hipnotizaba absolutamente a todos los hombres… Esa belleza la movía a una seguridad que le otorgaba la posibilidad de controlarlos hasta extremos que, con el tiempo, la tintarían de un sadismo sibilino…
Cuando su padre quiso casarla, a los 16 años, entre los varios candidatos que le ofreció (todos ellos de la nobleza más arraigada), acabó fugándose con el más siniestro, el conde Vasili Tarnowski, con fama de mujeriego y vividor, que disgustaba tanto a su progenitor que, a partir de su fuga, prohibió a su familia todo trato con ella…
El matrimonio con el conde pasó del amor más apasionado a solas a convertirse en una relación más en medio de sus infinitas orgías, donde no sólo había sexo, sino drogas, a las que María se acostumbraría rápido, especialmente a la morfina y la heroína… De hecho, su primer hijo lo tuvo en una habitación dos pisos más arriba del salón en el que su marido gozaba de una aparatosa juerga con un enjambre de amantes… La vida social era intensa, lujosa, variada… María llegará a conocer, por ejemplo, al mítico cantante Fyodor Schaliapin, a Konstantín Stanislawski o a Sigmund Freud, con quien llega a tener una relación intelectual profunda…
En medio, pasa de todo. Los celos de Tarnowski van en aumento, porque su mujer sobresale allí donde esté. Así es como llega a matar al hombre del que María se enamora de verdad, Alekséi Bozevski, miembro de la Guardia Imperial…
Además, la época marca el inicio de las revueltas contra el Zar y que fructificarían definitivamente diez años más tarde, y San Petersburgo, Kiev o Moscú son un hervidero mortal…
La investigación del suceso fue muy rápida, y los culpables, encerrados en la Giudecca veneciana. En 1910 tuvo lugar el que se llamó “Juicio de los rusos”. Fue el primer juicio mediático de la era moderna, y los periódicos de medio mundo, desde el New York Times hasta el ABC, dieron abundante información sobre él. Allí se retrataba a María como el arquetipo de femme fatal. El proceso fue muy curioso, y por él pasaron 250 testigos, además de un sinnúmero de especialistas , sobre todo psiquiatras y ginecólogos. Pero sobre todo lo fue porque se esgrimió, por primera vez, una defensa basada en la psicopatología freudiana (contando como eximentes la drogadicción o el alcoholismo). Resultado de la cual, las penas fueron muy leves: ocho años para la Tarnowska, tres para Naumov y diez para Prilukov… Luchino Visconti quiso hacer una película sobre ella. Habría de llamarse Muerte en Venecia… Mussolini se la prohibió, y nunca llegó a hacerla…
Sólo un apunte final. Medio siglo antes, el 13 de mayo de 1854 (había sido detenido el 2 de julio de 1852 en Toledo y trasladado luego a Allariz), Manuel Blanco Romasanta, el Lobishome gallego, primer asesino en serie de España, fue indultado de muerte por garrote vil y cambiada la pena a cadena perpetua por la Reina Isabel II, tras un juicio en el que el abogado Manuel Rúa Figueroa y el hipnotista francés Profesor Philips (otras fuentes dicen que fue Joseph Pierre Durand de Gros) expusieron factores psicológicos como eximentes, planteado todo en la misma línea de don Sigmund, pero muchos años antes…