16 septiembre, 2024
La educación y la cultura están estrechamente relacionadas y son fundamentales para el desarrollo de una sociedad. La educación es un proceso amplio y complejo que abarca mucho más que la simple transmisión de conocimientos: entre sus competencias cabe señalar el refinamiento de habilidades o capacidades propias del individuo mediante el aprendizaje, la construcción de conocimientos y la diversidad de experiencias, así como también de las virtudes, creencias, hábitos y otras características del ser humano. Nos ayuda a crecer como personas, a alcanzar nuestro potencial y a convertirnos en ciudadanos activos. La educación abarca diversos aspectos como el desarrollo del pensamiento crítico, la resolución de problemas, la creatividad, el aprendizaje de habilidades sociales, la gestión de las emociones, el desarrollo de la empatía y la formación de valores para el desarrollo de una conciencia ciudadana y para la participación activa en la sociedad. La educación es fundamental para el desarrollo personal y social y facilita el acceso a mejores condiciones de vida. Habitualmente, el cerebro condiciona nuestros actos, pero con la educación sucede al revés.
A través de la educación, establecemos nuevas conexiones neuronales, fortalecemos las existentes y desarrollamos habilidades cognitivas que nos permiten adaptarnos al mundo que nos rodea. La educación estimula la plasticidad cerebral, promueve la memoria, el razonamiento y la creatividad. Recientemente, se ha demostrado que estimula la neurogénesis, es decir, la formación de nuevas neuronas, especialmente en el hipocampo, una región del cerebro asociada a la memoria y al aprendizaje. Al estimular el cerebro, la educación nos permite alcanzar nuestro máximo potencial y una vida más plena y satisfactoria. La educación, en su sentido más amplio, abarca tanto el conocimiento académico como el desarrollo de habilidades sociales y valores. Por ello, es necesario diferenciar entre la falta de educación por carencia de conocimientos y la mala educación por la ausencia de respeto a los demás. Aunque las generalizaciones llevan a error, podríamos afirmar que la mayoría de personas con falta de educación, sin estudios, son amables, respetuosas y solidarias, es decir, educadas. Es mucho peor la falta de buenas maneras, cortesía y respeto hacia los demás de sujetos con un alto nivel de estudios. La mala educación debe ser menos tolerada en donde es más frecuente, en las personas ilustradas. El conocimiento no garantiza por sí solo la educación y la mala educación disminuye la capacidad de aprendizaje.
«Aunque las generalizaciones llevan a error, podríamos afirmar que la mayoría de personas con falta de educación, sin estudios, son amables, respetuosas y solidarias, es decir, educadas. Es mucho peor la falta de buenas maneras, cortesía y respeto hacia los demás de sujetos con un alto nivel de estudios»
Aunque la educación es un proceso continuo que se extiende durante toda la vida, es en la etapa juvenil cuando se presenta como una inversión fundamental para el desarrollo personal, social y económico del individuo y de la sociedad. Durante estos años formativos se construyen las bases del futuro. Pero a pesar de la importancia que la formación de los jóvenes tiene para la sociedad, existen grandes desafíos: el acceso a una educación de calidad sigue siendo desigual, no solo entre países, sino también entre regiones y grupos sociales; además, los sistemas educativos deben adaptarse a las necesidades del mundo actual, incorporando nuevas tecnologías y habilidades demandadas por el mercado laboral. Es fundamental motivar a los estudiantes y hacer que el aprendizaje sea una experiencia enriquecedora. Al brindar a los jóvenes las herramientas necesarias para desarrollarse plenamente, estamos construyendo sociedades más justas, equitativas y prósperas. La idea de que el esfuerzo es fundamental para el éxito académico y personal ha sido un pilar de la educación tradicional. Sin embargo, en las últimas décadas, ha surgido una creciente preocupación sobre la aparente pérdida del valor que se otorga al esfuerzo en muchos contextos educativos. La sociedad actual, marcada por la inmediatez y la gratificación instantánea, puede transmitir a los jóvenes la idea de que los resultados deben obtenerse sin gran esfuerzo. La presión social por alcanzar el éxito a temprana edad puede generar miedo al fracaso, lo que lleva a algunos estudiantes a evitar desafíos que requieran un esfuerzo sostenido, y los medios de comunicación y las redes sociales presentan modelos de éxito que a menudo enfatizan la fama, la riqueza y el talento innato, minimizando la importancia del esfuerzo y de la perseverancia. Esta pérdida del valor del esfuerzo desmotiva, bloquea los desafíos y conduce a una baja autoestima y a unos resultados académicos y personales deficientes. Para revertir esta tendencia, es fundamental transmitir que el esfuerzo es un componente esencial del éxito; además, los docentes deben reconocer y valorar los esfuerzos, incluso cuando los resultados no sean los esperados. Al fomentar una cultura del esfuerzo, reconocer los logros de los estudiantes y proporcionar un entorno de aprendizaje positivo, podremos ayudar a los jóvenes a desarrollar las habilidades y actitudes necesarias para su propio éxito y para el progreso social.
«La sociedad actual, marcada por la inmediatez y la gratificación instantánea, puede transmitir a los jóvenes la idea de que los resultados deben obtenerse sin gran esfuerzo. La presión social por alcanzar el éxito a temprana edad puede generar miedo al fracaso»
Educar a un niño es una tarea compleja y maravillosa al mismo tiempo. Es un viaje lleno de descubrimientos, desafíos y alegrías. Por fortuna, la educación infantil está experimentando una transformación profunda que busca crear entornos de aprendizaje más enriquecedores y adaptados a las necesidades de cada niño. Sin embargo, del pasotismo de demasiados padres y de numerosos docentes se pasa a que se permita casi cualquier comportamiento sin establecer límites claros ni consecuencias. Esta excesiva tolerancia puede llevar a que los niños crean que pueden hacer lo que quieran sin tener que rendir cuentas, a no aprender a manejar las frustraciones y los conflictos, a tener dificultades para adaptarse a diferentes entornos y a bloquear la capacidad de controlar sus propios impulsos. Esta educación demasiado permisiva favorece el desarrollo de niños caprichosos y egocéntricos, que pueden desarrollar problemas de conducta, como la agresividad o la impulsividad, y que tendrán dificultades para adaptarse a la vida adulta. La educación de los niños requiere un equilibrio entre la tolerancia y la disciplina, pero para ello es imprescindible que en la familia y en la escuela se les preste la debida atención y no se les deje hacer lo que quieran por simple comodidad. La sociedad no tiene que tolerar a los niños maleducados en el sentido de aceptar comportamientos inadecuados sin más. A pesar de ello, es fundamental abordar las situaciones de manera constructiva para el menor, focalizando la responsabilidad en los padres.
La cultura y la educación son esenciales en el desarrollo de cualquier sociedad. Se entrelazan de manera íntima, influyéndose mutuamente y conformando la identidad de un pueblo. La cultura es el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social: es lo que nos hace humanos y únicos. Define quiénes somos, cómo nos relacionamos con los demás y cómo entendemos el mundo. La noción de persona culta evoca imágenes de individuos eruditos, con amplios conocimientos y una profunda comprensión del mundo. Más allá del intelecto, las personas cultas desempeñan un papel crucial en la convivencia humana. Los conocimientos, la curiosidad intelectual, el pensamiento crítico y los valores éticos son primordiales para el desarrollo de una sociedad más justa, equitativa y próspera. La cultura, como la educación, también ejerce una influencia profunda y duradera en el cerebro: moldea nuestra forma de ver la realidad, cómo organizamos la información, ajusta redes neuronales asociadas a la toma de decisiones e influye en cómo expresamos y experimentamos las emociones. Al comprender cómo las experiencias culturales moldean nuestra forma de pensar, sentir y actuar, podremos apreciar mejor la riqueza y la complejidad de la diversidad humana.
«La educación de los niños requiere un equilibrio entre la tolerancia y la disciplina, pero para ello es imprescindible que en la familia y en la escuela se les preste la debida atención y no se les deje hacer lo que quieran por simple comodidad»
Desgraciadamente, y a pesar de todas las ventajas de la educación y de la cultura, la percepción es que la mala educación y la incultura están aumentando y colonizando a demasiados grupos sociales. La proliferación de los medios de comunicación y de entretenimiento conduce a un consumo cultural más superficial, y la vida moderna, marcada por la búsqueda continua de novedades, resta importancia a las actividades culturales que requieren una mayor dedicación. Asistimos a una notable disminución del interés por la lectura, en parte porque las redes sociales han generado una sobrecarga informativa y una fragmentación de la atención que dificulta la adquisición de conocimientos sólidos. Los hábitos de consumo cultural están experimentando una transformación profunda debido a factores como la digitalización, la globalización y los cambios en los estilos de vida; gran parte de la población no dispone de tiempo ni del sosiego necesario para escuchar, aprender, leer y pensar. Los productos culturales empaquetados para un consumo rápido y en cualquier momento predominan y se expanden. Los hábitos de consumo cultural están en constante evolución, impulsados por la tecnología y por los cambios sociales. Estos cambios ofrecen nuevas oportunidades, pero también plantean desafíos que requieren una adaptación permanente por parte de los creadores, distribuidores y consumidores de cultura.
«Desgraciadamente, y a pesar de todas las ventajas de la educación y de la cultura, la percepción es que la mala educación y la incultura están aumentando y colonizando a demasiados grupos sociales. La proliferación de los medios de comunicación y de entretenimiento conduce a un consumo cultural más superficial»
Las redes sociales han revolucionado la forma en que consumimos, creamos y compartimos cultura. Si bien es cierto que han permitido la democratización de esa cultura, que han fomentado la diversidad cultural y que gracias a ellas han surgido nuevas formas de expresión artística, como los memes, los influencers o los retos virales, también potencian una homogeneización cultural a favor de lo simple, superficial e inmediato y priorizan el contenido visual como la forma predominante de consumo. Además, son la fuente principal de fake news, de polarización social, de violencia y acoso en línea y de problemas de adicción, ansiedad y depresión, especialmente en jóvenes. La globalización, un fenómeno que ha interconectado a sociedades de todo el mundo, tiene un profundo impacto en la cultura; la diversidad y el enriquecimiento, la innovación y el acceso a bienes culturales de todo el mundo son, sin duda, algunos factores muy positivos. Pero la globalización conduce a una homogeneización cultural, donde las culturas locales son dominadas por otras más poderosas, lo que representa una pérdida de la identidad cultural. La globalización no beneficia a todas las culturas por igual, ya que las sociedades más poderosas imponen sus valores a las más débiles. Un ejemplo indiscutible es el inglés, que se ha convertido en la lengua franca por excelencia, lo que está llevando a una progresiva disminución de la diversidad lingüística. Asimismo, la cultura digital ha transformado radicalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. El futuro de la cultura digital se presenta lleno de incertidumbres y oportunidades. El desarrollo de tecnologías, como la inteligencia artificial, la realidad virtual y el internet de las cosas, transformará aún más la forma en que vivimos y el propio concepto de lo cultural. Tenemos que prepararnos para el metaverso, un universo virtual compartido donde las personas pueden interactuar entre sí y con objetos digitales; la inteligencia artificial estará cada vez más presente en la vida cotidiana, automatizando tareas y tomando decisiones, y la realidad aumentada permitirá superponer información digital al mundo físico, enriqueciendo nuestra experiencia. Necesitamos una base cultural y una mente abierta, pero con capacidad crítica, para lo que se avecina.
«Uno de los causantes de la crisis de la educación en valores y de la cultura como pilares de una sociedad tolerante y progresiva es la idea de que la relevancia social la da el dinero, que se ha convertido en el único indicador de éxito y posición social»
Uno de los causantes de la crisis de la educación en valores y de la cultura como pilares de una sociedad tolerante y progresiva es la idea de que la relevancia social la da el dinero, que se ha convertido en el único indicador de éxito y posición social. Los bienes materiales, las marcas y los estilos de vida asociados al lujo se han erigido en símbolos de poder. Aquellos que poseen grandes fortunas tienen una mayor capacidad de influir en decisiones políticas, económicas y sociales. La cultura, que antes era considerada un bien común, se ha mercantilizado. La industria del entretenimiento y la publicidad moldean nuestros gustos y preferencias, generando una cultura de masas homogénea y centrada en el consumo. Nuestra sociedad tiene numerosos frentes abiertos y está sometida a muchos y profundos cambios, que nos pueden conducir a no sabemos dónde; incorporar los buenos y rechazar los malos es una tarea común. Promovamos la educación en valores y la cultura. Mohandas Gandhi fue bautizado por Rabindranath Tagore como Mahatma (alma grande) Gandhi; de él es la frase «mantén positivos tus valores, porque tus valores se convierten en tu destino».