22 abril, 2024
Muchos se preguntan qué rara conjunción astral se cierne sobre José Miñones Conde, que comenzó su «carrera» (es un decir) siendo presidente de una comunidad de vecinos, luego ejerció -cierto que durante poco tiempo- como concejal en Ames, más tarde fue catapultado a la alcaldía, con algún que otro cataclismo de gestión, años después ocupó la Delegación del Gobierno en Galicia y, a continuación, (¡Oh cielos!), fue nombrado por Pedro Sánchez ministro de Sanidad, cargo en el que solo permaneció nueve meses sin que nadie conozca lo aportado a la causa.
Casi sin transición, el incombustible Miñones se «coló» en un plis plas como parlamentario en el Congreso de los Diputados y en fecha reciente abandonó su acta para presidir, como regalo de la Divina Providencia, recién cumplido algo más de medio siglo de vida, un auténtico chollazo: la presidencia de Mercasa, empresa pública de gestión e información de la cadena alimentaria, una canonjía dotada con -según se publicó en todos los medios- 180.000 euros anuales.
A la vista de tan meteórico ascenso, cabe suponer que para alcanzar la aparente gloria por sus muchos méritos (?) debería tener un cociente intelectual de, al menos,130 puntos, promedio que se atribuye a las personas potencialmente superdotadas. Sin embargo, quienes le conocen, y mucho peor, quienes le han sufrido, lo ponen en cuestión; diríamos más: lo niegan absolutamente. En román paladino, se echan las manos a la cabeza.
Se desconoce la irrelevancia en la presidencia de la comunidad vecinal, pero sí hay evidencias, con claridad meridiana y resoluciones judiciales que llegaron al Supremo, sin recurso posible, de auténticas cafradas mientras actuó como regidor de Ames. Alguna clama al cielo. Basta un ejemplo para desvelar su penoso sentido ético al inhibirse en uno de los episodios más comentados dentro de la plantilla cuando no movió un dedo para resolver, como podría, lo que fue calificado por los Tribunales como «gravísimas irregularidades» ocurridas durante la provisión de una plaza al cambiar las reglas del juego en pleno examen, sin advertencia previa, para favorecer a una de las candidatas. Un escandalazo.
La prueba tuvo que repetirse por imperativo de una sentencia firme, la «enchufada» solo consiguió la mitad de puntuación que la concursante ganadora, se impuso el mérito y la capacidad frente al desconocimiento, y si por Miñones fuese, el resultado sería lo contrario. Tras este lamentable episodio, quizá como premio a la mediocridad, el alcalde recibió lo que se denomina «una patada hacia arriba» y no tardó en ser nombrado a dedo delegado del gobierno en Galicia. ¿Cuál fue el resultado de su trabajo? La respuesta no permite cábalas; está muy clara. En los comicios que se celebraron tras su gestión, los «suyos» sufrieron el mayor descalabro de la historia desde la Transición.
Es ciertamente curioso que un personaje así consiga escalar las más altas cumbres hasta presidir una empresa de ámbito nacional con un más que sustancioso salario. Se consumó la baraka (especie de bendición islámica, equivalente a buena fortuna), de la que tanto se habló con respecto a otro gallego quien, durante 40 años, mantuvo España a sus pies. Quizá tenga que ver con que al frente de TVE, la televisión estatal, hayan puesto hace pocos días a un director general que quedó en el puesto 85 de los 95 presentados a un concurso de méritos celebrado en el Congreso. Dios los cría y ellos se juntan. Esto es lo que hay queridos lectores, y así nos va. ¡¡Pobre España!! ¡¡Para llorar!!