
25 octubre, 2025
El PSOE se ha convertido desde hace años, en concreto desde que Pedro Sánchez se hizo con la Secretaría General y, con posterioridad, con la Presidencia del Gobierno, en un partido que tiene como objetivo la búsqueda obsesiva del poder y el mantenimiento del mismo a toda costa, sin preocuparle el precio que tengan que pagar por ello los ciudadanos y las instituciones del Estado.
Estas habían sido creadas al amparo de la Constitución de 1978 y, a fuerza de deteriorarlas, de hacer desaparecer los controles y contrapesos que las mantenían vivas, se ha creado la sensación de que la democracia puede funcionar con un Gobierno de corruptos.
Desgraciadamente, hemos visto impotentes cómo han aprobado textos legislativos aberrantes que han permitido rebajar la pena a violadores y abusadores sexuales, han amnistiado a quienes se han levantado contra el orden constitucional y pretenden hacerlo con quienes han robado y malversado dinero público.
Serían innumerables las fechorías que podríamos contar de este gobierno, pero aun así encuentro mucho más grave la actitud de millones de españoles que se muestran conformes con una forma de gobernar que está en las antípodas de lo que debe ser un gobierno constitucional.
España es un Estado al que le han bajado las defensas hasta extremos inconcebibles, a base de hacer cada vez más fácil aprobar el bachillerato, entregar “paguitas” para que los niños se gasten 400 euros en diversiones, subsidios sin control (el subsidio puede ser necesario un tiempo; el subsidio sin control es una estafa a los españoles) y todo tipo de rebajas en la exigencia de esfuerzo personal.
Se critica con desprecio la “meritocracia”, inventándose falsas luchas de clase, mientras se premia al militante fiel como un perro (¿se acuerdan de lo que decía aquella ministra en un mitin con Pedro Sánchez?: “somos perros, perros fieles…”). Pero claro, ¡cómo no van a criticar la “meritocracia”! Si al propio Pedro Sánchez le han escrito una “tesis–burla” y, sin pegar un palo al agua, le han hecho doctor.
Cuantas más veces repiten el famoso mantra de “el Estado de Derecho funciona” o “las instituciones funcionan”, más hay que ponerse alerta, porque un nuevo atropello se ha cometido. No es cierto que las instituciones funcionen y que la Constitución responda.
Como es sabido, la existencia de un Gobierno de desalmados ha permitido poner en evidencia muchas de las instituciones que creíamos que estaban para protegerla y que deben ser cambiadas. Así tenemos al Tribunal Constitucional, lamentable reunión de “jueces con camiseta”, dedicados (no todos, pero sí la mayoría llamada “progresista”) a ratificar todas las barbaridades del sanchismo hasta el punto de que han hundido a la institución en un grado de desprestigio tal que no es posible rescatarla.
Lo mismo puede decirse del Consejo General del Poder Judicial, de la Fiscalía General del Estado o de una Presidencia del Congreso que lleva su servilismo a extremos exasperantes.
Es casi imposible cerrar todos los boquetes que le han abierto a la Constitución y es que, como es lógico, ninguno de los ponentes de la misma pudo prever que en España un día gobernaría un grupo de desalmados de tal naturaleza que su objetivo fuese perpetuarse en el poder y destruir todo lo construido desde su aprobación.
El uso partidista de las instituciones del Estado, el asalto a todas ellas por (en muchas ocasiones) individuos mediocres cuyo único bagaje es la obediencia ciega, están llevando a España a una situación límite.
Si en cualquier país de Europa un presidente del Gobierno cuya esposa, hermano, fiscal general, dos secretarios de organización de su partido nombrados por él, no hubiese dimitido, serían sus compañeros de grupo parlamentario, impulsados por su partido y la opinión pública, quienes lo echarían por indigno para representar a su país.
Pero en España no; incluso hay quien presume de ello y le basta como justificación “que no gobierne la derecha”, aunque el país se caiga a trozos y su economía personal también.
Decíamos más arriba que los constituyentes nunca pudieron imaginar que un individuo de la calaña de Sánchez y los suyos pudiese llegar al poder, porque entendían que el compromiso moral con su país, con la democracia y la necesidad de mantener una ejemplaridad pública obligarían a cualquiera que estuviese en la situación de Sánchez a dimitir.
Pero no ha sido así, por lo que hay que plantearse seriamente una reforma en profundidad de la CE, tarea harto difícil pero a la que hay que entregarse sin miedo, dado que esta Constitución ya ha cumplido.
Para ello es necesario que el PP, Vox y una parte del PSOE se pongan de acuerdo y obtengan la amplísima mayoría necesaria para modificar los artículos cuya reforma necesita un gran acuerdo; es la única manera de lograr un futuro mejor.
De no hacerse así, la situación se volverá a repetir probablemente de una manera más grave e irreversible, y cuando no tenga remedio, nos acordaremos de que fuimos un país que no amó su democracia, que no luchamos por defenderla y nos dio igual que la mataran, porque en eso, no lo olviden, están algunos.
El expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, durante la presentación este jueves en Madrid del libro 'Matar a Rubiales', en el que repasa su gestión al frente de la RFEF y da su versión sobre lo ocurrido en la final del Mundial femenino de 2023 con la jugadora internacional Jennifer Hermoso, a la que besó sin su consentimiento en el momento de la celebración del título conseguido por España. EFE/Kiko Huesca