2 septiembre, 2024
El ser humano nace, vive y muere y en esos tres períodos que marcan su existencia, es incapaz de verse liberado de la sociedad que es, por condición natural, la convivencia. Cualquier ataque a la convivencia es un ataque a la sociedad. El hombre (y la mujer, por si acaso) viven sujetos a unas leyes impuestas, sin opción, por la misma naturaleza. Luego hay otras leyes que el hombre determina y ordena, de obligado cumplimiento, so pena de incurrir en la sanción correspondiente. Es lo que llamamos el orden social que regula, además, la libertad de cada uno. El problema que tiene la libertad es que suele ser más aludida que respetada. Veamos cómo anda el respeto a nuestra libertad social. Pues no muy bien, si se analizan los acontecimientos de los últimos tiempos. Existen ciertos signos de comportamientos, así en el hogar, como en la calle, que confirman el aserto. Se percibe una especie de hostilidad social, o sea, que la propia sociedad es beligerante con el bienestar que debería predicarse de la finalidad de sí misma, lo que podríamos llamar el mutuo respeto en convivencia. Hablemos, por ejemplo, del respeto a la vida; el flagrante uxoricidio que se está usando actualmente, el infanticidio, crimen horrible y vergonzoso que masacra la vida de niños inocentes, la eutanasia que juega con la decisión de acabar con la vida que no es de propiedad humana sino de la naturaleza que la da gratis, los homicidios provocados por peleas callejeras que no tienen sentido. Esto por lo que se refiere a la vida. Veamos, ahora, como transcurren lo acontecimientos en el terreno de la propiedad. El respeto a lo ajeno tiene tan amplias dimensiones que sería demasiado prolijo adentrarse en todos los vericuetos que presenta el tema. Porque no se atenta solamente arrebatando el bolso a la señora que va de paseo por la calle o la joyas que lleva puestas, sino que también las estafas perpetradas por la panda de pillos que pululan por los campos de internet, ofreciendo negocios al estilo del más moderno tocomocho, los abusos de los bancos, los impuestos excesivos, y lo que ahora está de moda , el descaro del impago de alquileres y sobre todo y especialmente la plaga de los okupas de viviendas que todo el mundo, al menos yo, seguimos sin entender. Suponemos que el gobierno tampoco lo entiende, por ello, mira para otro lado y escupe. Pasa igual que con los inmigrantes que están llegando, a cayuco vivo, de las costas de África. El buenismo gubernamental llega al extremo de que nuestro máximo representante, señor Sánchez aproveche su viaje por tierras africanas ofreciendo los servicios de España para crear riqueza en aquellos países y dar facilidades a la entrada de nativos de la zona de Sahara para emigrar a España.