
17 octubre, 2025
Esas palabras le he oído pronunciar a una señora latinoamericana en el despacho de una parroquia del Estado de Nueva York en los años setenta. La referida señora se había puesto de rodillas delante de mí, y profería repetidamente esas palabras, mientras daba puñetazos contra el suelo. El hijo al que se refería era un feto de pocos meses, pero que, una y otra vez, hasta el momento del aborto, daba señales de vida en el vientre materno.
Los gobiernos de las diversas naciones tratan de respetar y defender el derecho del “nasciturus” a la vida, desde el momento de la concepción. En cambio, quien opta por interrumpir el embarazo, tiene que atacar al feto hasta que este muera. De ordinario, la operación, aunque no se perciba desde afuera, deja herida a la madre, no solo físicamente, sino sobre todo en el ámbito sicológico. Lo que he tenido que oír en ocho o diez ocasiones a aquella señora latinoamericana, sin ser la única, tendrán que decirlo o pensarlo tantas chicas y señoras, que han provocado la muerte de alguno de sus hijos.
Lo extraño de lo que actualmente sucede en España, es que, sabiendo que la Constitución quiere promover el derecho a la vida, y que, si uno es hija o hijo de la Iglesia (porque también los hombres implicados pueden tener culpa en los abortos), queda excomulgada o excomulgado, se intente blindar lo que ellos llaman “el derecho al aborto”, de suerte que no resulte uno culpable del mal que provocó.
En tiempos del Concilio Vaticano II, que comenzó hace sesenta y tres años, la Constitución sobre la Iglesia en el Mundo moderno (51, 3), señala que, siendo Dios el Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservarla desde su concepción: tanto que el aborto, como el infanticidio, son crímenes abominables.
Los gobernantes, que deberían defender todo germen de vida, en especial el de aquellos que todavía no han visto la luz, se preocupan mucho de que no se prive de la vida a los huevos de avestruz en los que ya existe vida animal. Del mismo modo, vigilan para que se respete la vida de los simios, y también la de los gatos, perros y otros animales todavía no nacidos… En cambio, se ve con buenos ojos el que se elimine la vida de muchos hijos de seres humanos que no han llegado aún a ver la luz.
¿Por qué…? Para que las parejas puedan ejercer la sexualidad sin preocuparse de lo que pueda pasar, y no tener que cuidar un hijo en un futuro próximo. Hace años, sin tener que llegar a los tiempos en que el jefe del Estado era Franco, se exigía un informe positivo de un doctor titulado, para poder interrumpir el embarazo en algunas madres que tuvieran que afrontar serios riesgos para su propia vida, si llegaban a dar a luz. Ahora, en cambio, se quiere blindar el derecho al aborto, esperando de ese modo conseguir muchos votos que de otra forma irían a dar a otro partido.
Hoy quieren que se tome nota de los cirujanos que se niegan a provocar abortos, permitiéndoles que dejen de hacerlo, solo como objetores de conciencia. Pasan así estos a una lista negra, y como consecuencia, los que permiten todas esas muertes de fetos esperan conseguir multitud de votos, al arrogarse entonces de ese modo el ser defensores de los derechos de las mujeres… ¿Y creen Vds. que, con esa forma que ellos tienen de comportarse, la mujer va a gozar de más consideración y prestigio en nuestra sociedad?… Como suele decirse…, “que baje Dios y lo vea…”.