22 abril, 2024
Un libro a mano, más de uno: uno de estudio, otro para dormir, uno para disfrutar, otro cuartito. Yo salvaría del fuego libros del siglo pasado: Delibes, Daniel Pennac, La rosa de Cela. Además me suena en la oreja un consejo de Solzhenitsin: ‘cada día un poema, cada día una canción…’
La UNESCO declaró el 23 de abril Día Mundial del Libro y de los Derechos de autor. Nos habíamos adelantado en España: en 1926 la Cámara del Libro de Barcelona lo propuso como fiesta callejera con estands en la calle. Cada miembro de mi casa barcelonesa elegía ese día elegía un libro, con el 10% de descuento. Una fiesta en casa que no leía más que manuales de colegio.
El 23 de abril de 1515 morían Shakespeare y Cervantes, pero esa fecha del calendario gregoriano, reformado para la Europa católica desde 1582 correspondía al 13 de ese mismo mes en Inglaterra (mismo día solar, diez días menos de calendario).
En España se publicaron noventa y dos mil títulos en 202: el 25% de ficción, el 35 % dedicado a «ciencias sociales y humanidades», el 12% «científicos y técnicos» seguidos de cerca por los dedicados a «infantil y juvenil» 11,4 % y a «libros de texto» el 7,8 % y a «tiempo libre» el 7,2 %.
Te regalan un libro, qué bien, y te comprometes a leerlo: cinco horas de atención retenida en él. Si te lo regala el autor esa inversión de tiempo es obligada. Si el libro es mediocre lo terminas por cortesía, ufff. Y la lectura es incompatible con oír música u otra actividad, no hay escapatoria. Y si el libro que has abierto es una birria, posibilidad grande, busca otras estrategias: dejarlo en la mesa de préstamo en la Biblioteca Pública o tirar el libro a la piscina. No hay ninguna obligación de acabar un libro. Otras: saltar (muchas) páginas, empezar por el final…
Regala un libro el Día del Libro, y que te regalen alguno. Que acertéis y aprovechaos del descuento.