7 septiembre, 2024
La música tiene la capacidad de llevarnos a los recuerdos más recónditos de nuestra mente. Muchos estudios científicos aseguran que personas que padecen Alzheimer son capaces de recordarla, aunque no otro tipo de información.
No quiero entrar en temas médicos, pero sí creo que la música tiene un poder sanador, a veces cicatrizante. ¿A quién no le ha pasado escuchar una canción que no le gustaba porque estaba viviendo un mal momento en su vida? Y luego, al oír esa misma pieza con el paso del tiempo, sentirla como un himno de resiliencia y pensar «yo pude con eso». Quizás un mal de amores, un fallecimiento, la pérdida de una amistad o un despido… Cada individuo con sus traumas, miedos, frustraciones personales y vivencias.
Imaginemos estar en un bar cuando, de repente, suena una canción que no esperábamos y, en un instante, nos transporta a una noche con amigos en plena época universitaria, donde la única preocupación de ese momento era indicar correctamente la dirección al taxista y llegar a casa sin hacer mucho ruido.
El tiempo pasa, pero la música perdura; es un legado en el que muchos han dejado joyas innegables. Cuando yo todavía era un feto en el vientre de mi madre, ella escuchaba a la estadounidense Tina Turner, y le encantaba la conocida canción The Best. No me pregunten por qué, pero siendo ya adulta, cada vez que la escucho, me invade la convicción de que todo irá bien.
Hay canciones que formarán la melodía de nuestra vida, así que: «¡Música, maestro!»