18 agosto, 2024
Fue Freud el descubridor del inconsciente y de la importancia que tiene la sexualidad en la vida y la identidad de las personas, pero quizás su descubrimiento más importante haya sido el de que todas las instituciones sociales tienen dos caras: una objetiva y una subjetiva, o vivida. Como buen fisiólogo experimental sabía que no podemos transcender lo que somos, que es nuestro cuerpo. Pero su carrera como psicoanalista le hizo ver que nos percibimos a nosotros mismos mediante la mente, y que toda nuestra vida está regida por nuestra conciencia, y por esa parte oscura de la misma que es nuestro inconsciente.
Las bases de la medicina de su época eran la anatomía y la fisiología, que marcan nuestros destinos, pero nada podían decir ambas de la mayoría de las enfermedades y su curación. De hecho, en la Viena de su época hubo una escuela conocida como los «nihilistas terapéuticos», que sostenía que la medicina debía limitarse a describir minuciosamente el transcurso de las enfermedades, desde su inicio hasta su fin, fuese éste la curación o la muerte del paciente. Gracias a esas descripciones minuciosísimas, que podrían culminar con la autopsia, se podría mejorar la medicina clínica. Estos médicos no eran unos sádicos, sino unos doctores realistas, que sabían que pocas enfermedades podían curarse con las medicinas disponibles. Nada podían saber ellos de los antibióticos, ni de la mayor parte de nuestros medicamentos porque la bioquímica y la microbiología estaban en su infancia.
Como científico que era Freud decidió describir, recopilar y sistematizar síntomas e historias de sus pacientes, que fueron casi todas mujeres de clase media y alta. Y en su trabajo pronto descubrió una institución universal, la familia, que podía explicar buena parte de las patologías psiquiátricas. Esa familia se componía de un padre, una madre y sus hijos. Los matrimonios, como el del propio Freud, eran relativamente tardíos, pues para casarse había que tener una «posición», o sea, tener ingresos para poder llevar una vida acomodada. Los hombres se casaban después de los treinta, pero había una doble vara de medir para hombres y mujeres en lo que al tema del amor y el sexo se refería.
«Como científico que era Freud decidió describir, recopilar y sistematizar síntomas e historias de sus pacientes, que fueron casi todas mujeres de clase media y alta. Y en su trabajo pronto descubrió una institución universal, la familia, que podía explicar buena parte de las patologías psiquiátricas»
En la Viena de Freud el recurso a las prostitutas eran muy frecuente antes del matrimonio, en él y después de él. El colega de Freud, R. Kraft-Ebbing, catedrático de psiquiatría y autor de la Psychopahtia Sexualis (1886), un libro escrito en latín, no sabemos si para que no lo consultasen los niños en la biblioteca de su padre, contraponía a la mujer casada, que no debía sentir placer sexual porque eso podría alterar su mente, con un despliegue de todos los usos, costumbres, posturas y perversiones sexuales posibles, que eran las que se practicaban en los burdeles donde quizás el doctor sexólogo se había documentado para hacer sus minuciosas descripciones. Pero esto no era todo, sino que los jóvenes burgueses solían tener una novia formal, con la que no podían practicar ningún tipo de sexo y una süsses Mädel, otra novia, que solía ser una dependienta o trabajadora, con la que sí que mantenían esas relaciones. Se comprende que el Dr. Freud llegase a la conclusión de que la vida siempre tiene dos caras.
Freud creyó que en la familia la mujer y su cuerpo eran objeto de deseo por parte del marido, pero también del bebé, que monopolizaba el cuerpo y los pechos de la madre tras el nacimiento. El parto y la lactación limitaban la actividad sexual del marido, y por eso surgiría una competencia y hostilidad entre padre e hijo, y a esa rivalidad Freud la llamó «complejo de Edipo». El niño es rival del padre, que ejerce la autoridad familiar y limita sus placeres. El padre representa el principio de realidad, o la represión del deseo, y la madre el principio de placer. En el desarrollo normal de la infancia, los niños deben pasar de odiar al padre a querer imitarlo y ser como él, así como las niñas a la madre.
Freud, que era muy conservador, nunca pensó que con el psicoanálisis se pudiese cambiar el orden social. Decía que su misión era hacer que la gente que era infeliz de un modo patológico pasase a serlo de un modo normal. Por eso no dudaba de que la familia tenía que ser así. Su teoría derivó de la de Darwin, para el que entre los homínidos habían existido hordas en las cuales un macho adulto monopolizaba a todas las hembras. Hasta que un día los machos jóvenes se pusieron de acuerdo para matar al padre y repartirse las hembras. Así lo harían, pero surgió un sentimiento de culpa, que les llevó a idealizar a ese padre omnipotente y vigilante, creando así la idea de Dios, padre supremo.
Todo iba bien, la familia es la familia y solo hay un tipo de ella. Hasta que en 1929 el antropólogo, Bronislaw Malinowski, publicó su libro La vida sexual de los salvajes del Noroeste de Melanesia., en el que sacó a luz un nuevo tipo de familia que poco tendría que ver con la descrita por Freud. En esas islas la familia no era patrilineal, sino matrilineal. Los hijos eran de la familia de la madre, no de la del padre, ya la autoridad familias recaía en el hermano de la madre, mientras que el padre ejercería su autoridad sobre la familia de su hermana. La persona que encarnaba la disciplina no era el padre, que era más una especie de «colega» de los niños que su educador, por lo cual no parecería darse esa rivalidad sexual entre padre e hijos, clave del complejo de Edipo.
«El parto y la lactación limitaban la actividad sexual del marido, y por eso surgiría una competencia y hostilidad entre padre e hijo, y a esa rivalidad Freud la llamó complejo de Edipo. El niño es rival del padre, que ejerce la autoridad familiar y limita sus placeres. El padre representa el principio de realidad, o la represión del deseo, y la madre el principio de placer»
Pero es que además en Melanesia el sexo era libre antes del matrimonio, pudiendo chicas y chicas formar parejas sucesivas. En las islas se creía que la causa del embarazo no era la cópula sexual, sino el hecho de que uno de los espíritus de los antepasados se instalase en el vientre de una mujer, aprovechando el momento de su baño en el mar. No es que los trobriandeses fueran tontos ni caraduras. Decían lo siguiente: una mujer que no practique el sexo no puede tener hijos porque tendrá la vagina cerrada cuando se bañe, por eso el sexo frecuente facilita el embarazo. Pero no es causa de él, porque si así fuese de cada coito surgiría un embarazo, lo que es evidentemente falso.
Si el padre no es educador, censor y represor, no es el engendra el hijo, y no tiene autoridad en la familia, el complejo de Edipo no tiene sentido, y por lo tanto la teoría freudiana no es cierta. Y así se creyó hasta que otro antropólogo, Melford Spiro, publicó en 1982 Oedipus in the Trobriands, un libro que deja claro que Malinowski sesgó la interpretación de los datos para conseguir su objetivo, porque sí existía rivalidad padre- hijo, y la libertad sexual prematrimonial no hacía que esa rivalidad no existiese.
De todos modos lo que sí quedó claro es que había diferentes modelos de familia y sexualidad posibles. En las islas Trobriand no existía la noción religiosa de pecado, unida a la idea de un dios represor, pero sí era esencial la vergüenza. Cuando en las aldeas alguien era sospechoso de un delito, el más grave de los cuales era el incesto, no se le juzgaba. Se le marginaba y se le hacía la vida imposible, hasta que la presión social le impulsaba al suicidio, tirándose desde una palmera.
«Una pareja humana tiene dos caras: la objetiva y la subjetiva. La objetiva son las formas en las que convive y sus conductas, pero si no existiese la subjetiva, no existiría la pareja. Y es que en realidad una pareja son cuatro personas: sus dos miembros y la imagen que cada uno de ellos se hizo del otro, la pareja real y la imaginaria»
El orden social tiene unas reglas objetivas. Nuestros matrimonios de origen romano están regidos por el Código Civil. Pero ya los romanos pensaban que en el matrimonio era esencial la afectio maritalis, o sea, el amor de la pareja. Una pareja humana tiene dos caras: la objetiva y la subjetiva. La objetiva son las formas en las que convive y sus conductas, pero si no existiese la subjetiva, no existiría la pareja. Una pareja existe porque cree que es una pareja, cuando deja de sentirlo así, y uno siente que ya no reconoce al otro, «yo a ti ya no te conozco», la pareja desaparece. Y es que en realidad una pareja son cuatro personas: sus dos miembros y la imagen que cada uno ellos se hizo del otro, la pareja real y la imaginaria.
Ese fue el gran descubrimiento de Freud: la realidad social solo puede ser vivida si es imaginada. El problema es que nuestro doctor sabía que quien mandaba era la realidad. En la actualidad miles de freudianos silvestres – utilizando un término creado por el propio Freud – pululan por todas partes, pero sobre todo en política. Como son adultos enquistados en la niñez creen que la realidad no existe, y que por eso nadie puede poner coto a su placer, sus caprichos y opiniones. Podrían ser objeto de las descripciones de los nihilistas terapéuticos, que exclamarían: Wunderbar!, ¡qué extraordinario!