31 octubre, 2025
Tengo a Ramón T. en Sri Lanka y a Manolo L-B. en Kazajistán, dos amigos que me cuentan que la situación de los cristianos en esos dos países es buena, en contraste con la regresión de la libertad religiosa en buena parte del mundo. El informe ‘Libertad Religiosa en el Mundo 2025’ recoge datos de 196 países y observa que en 62 de ellos la libertad religiosa está “severamente restringida”. Por ‘persecución’ en dos docenas o ‘discriminación’ en treinta y ocho. La causa de la represión es el autoritarismo: «Los gobiernos recurren a tecnologías de vigilancia masiva, censura digital, legislaciones injustas, detenciones arbitrarias para atacar a las comunidades religiosas independientes».
En el Sahel milicias islamistas han destruido pueblos enteros. “El control de la fe se ha convertido en un instrumento de poder político». En 2023, Francia registró casi mil ataques a iglesias. En Grecia se produjeron más de 600 actos de vandalismo. Cifras similares se registraron con mayor o menor intensidad también en España, Italia y Estados Unidos. Da escozor enterarse pero… que no se apaguen los reflectores.
Una moderna tiranía laicizante pretende reducir el cristianismo a una subcultura sin derecho a voz en la plaza pública. Por ahí piensa un primo mío que considera a mi religiosidad superstición. (Y nos queremos bien).
La Declaración Universal de los Derechos Humanos proclama, art 18, que «toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión» y que este derecho «incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia«. El cardenal Parolin, recordando el 60 aniversario de la Dignitatis Humanae el próximo 7 de diciembre presenta la libertad religiosa como un derecho humano, no un privilegio, un baluarte esencial pero frágil, para que las personas convivan en respeto mutuo, justicia y buena voluntad
Hay límites prácticos que toca poner a la prudencia política: que el ejercicio de la fe por parte de un grupo no atente contra las libertades de los demás. Mantener la paz pública, porque la armonía social surge de una libertad ordenada en la que las personas distintas conviven en el respeto mutuo, la justicia y la buena voluntad.
Si se reprime la libertad religiosa se amenazan la libertad y la dignidad humanas, y se ataca los cimientos de una sociedad justa y diversa. Hace unos años apareció en la Quintana, pared de las Pelayas, la pintada ‘Cristianos a los leones’, brrr! El cepillo municipal tardó dos días en rasparla…