28 agosto, 2024
Especialmente dedicado a los desaprensivos gestores de la Mutualidad de la Abogacía.
Para honrar la memoria de tod@s l@s compañer@s que se llevaron este dolor a la tumba y como regalo para sus sufrid@s viud@s e hij@s
Era Diosindo Seisdedos un abogado pobre, honrado y trabajador. Intuyendo que la vejez no seria fácil, decidió guardar un porcentaje de cada una de sus minutas.
Apenas había abierto el cofre que utilizaría de hucha, cuando oyó un eco que resonaba por detrás de la estatuilla de la diosa Themis, quienpresidía el anaquel central de su ordenada librería.
-“¿Qué haces?”
-“Guardando mis ahorros para la vejez”.
-“¡Muy bien!, te ayudaré (dijo la voz cálida de la diosa de la Justicia). Yo esconderé en mi peana la llave de tu hucha”.
Y así pasaron los días, semanas y más semanas. Y el peculio fue creciendo y el cofre se llenó. Y, cuando Diosindo Seisdedos se disponía a sacar el fajo de billetes menudos, a fin de reacomodarlo en un cofre mayor, oyó de nuevo aquella voz, que le decía:
-“Qué haces, déjalo estar. Yo conseguiré que el espacio sea siempre suficiente. Tú, solo pon un billete sobre otro, vete amontonando sin miedo y verás cómo, por mucho que tu metas, la tapa siempre cerrará, yo te lo garantizo”.
Y pasaron meses, años y lustros. Y efectivamente, como no podía ser menos, la palabra de la diosa se cumplió y jamás fue preciso aplastar el montón ni forzar en lo más mínimo el cierre.
Hasta el día en que Diosindo, añoso, cansado y medroso de su salud, decidió prudentemente dejar de trabajar y vivir pausadamente a costa de sus ahorros. Más, contra todo pronóstico, sus ahorros de 40 años mermaron deprisa y la parte superior del fajo se distanció sin remedio de la tapa, hasta que llegó a percibir que, a poco más, tocaría el fondo de la hucha. Primero decidió esperar la espontánea reacción de la diosa, después la miró en la duda de que ella le viera estando ciega, más tarde la llamó sin obtener respuesta y, temiendo también que fuera sorda, la llamó más fuerte y a voces le preguntó.
Primero, la Diosa no contestó, so pretexto de afonía, luego pareció tartamuda y, a la postre, enmudeció. Así que Diosindo Seisdedos preguntó directamente al cielo, olímpicamente azul y despejado de un mes de agosto cualquiera, ese mes que tan míticos recuerdos le brindaba. Y el cielo le contestó:
-“De qué te quejas Diosindo, Themis te garantizó que la tapa cerraría siempre. Y muy bien que te cumplió. No pidas lo que no tienes, ni le exijas lo que ella nunca jamás prometió”.
Y en aquel preciso instante, diez años antes de su óbito, nuestro Diosindo murió.