22 agosto, 2024
Vemos carteles municipales piden fala baixiño! con la imagen de Coralia Fandiño sellando con un dedo los labios cerrados. Es una recomendación inútil carente de sentido común. ¿Hablar bajo entre ruidos fuertes de buses? Es una muestra inconsciente de Turismofobia: ya saben, la aversión a los visitantes masivos de nuestras ciudades que embarullan, las encarecen y no nos dejan dormir.
Nuestra Corporación pega en carteles de Compostela un código de Buenas Prácticas: ¡descubre y disfruta de nuestra ciudad Patrimonio colectivo. Entre consejos y minucias: ‘Guarda el bastón de caminar: evita dañar el pavimento y que aumente la contaminación acústica’, ‘deposita la basura en papeleras’, ‘si eres ciclista, respeta zonas peatonales y camina los últimos metros con calma y prudencia’. Rebosa sentido común y de letra pequeña: el texto es apelmazado y no lo acaba de leer ni la paciente santa Mónica. Es bienintencionado y educativo para locales más que para foráneos. No me cuento entre los turismófobos. Gusto de sus mínimos atuendos, de sus lenguas raras, sus altas voces, sus pacientes colas, su alborozo en el Obradoiro, sus comiditas impúdicas en terrazas. Vienen, miran un rato y se vuelven. Gusto del dinero que nos dejan y de que cuando se marchan hablen mejor de nuestros pescados que de nosotros mismos. Me encanta el descubrimiento de familias con niños, a veces bebés, a quienes amago mimos y saludo a los padres. Lo hice con Abigail y Nat, que llegaron con el mínimo Fred, de siete meses a cuestas ¡desde Saint-Jean-Pied-de-Port!, sonrientes, y Fred con los ojos muy abiertos.
Hay cuatro vecinos nuevos de Compostela a los que estimo: llegaron caminando y ahora están empadronados: vinieron como peregrinos desde Yucatán, Braga, Reus, y un cuarto, de Triberger (Alemania) que se acerca andando desde el Cabo Norte y llegará en marzo próximo para quedarse. Será bienvenido aunque hable alto.