
28 octubre, 2024
Pasan inadvertidos la mayoría de los casos de desapariciones, demasiado habituales en España y en continuo aumento, casos sin resolver que mantienen en eterna angustia a las familias. El caso de esta menor llamó la atención del lector y los marcadores de lecturas se dispararon, porque más allá del éxito de los reality shows de los canales de televisión de máxima audiencia, nada puede ser más real que la realidad, muchas veces más cruel y más dura que cualquier true crime del cine moderno, por lo que casi todo el mundo ha empatizado emocionalmente con el caso de Adriana, porque podría ser la hija que cualquiera pierde, la hermana o la nieta de cualquiera de nosotros.
La falta de información o de pistas es el hándicap contra el que tienen que luchar los equipos de rescate, comandados por la Benemérita. Ese vecino de Fisterra que encontró su mochila en la zona de “Os Encantos” de la playa de Mar de Fóra, en la zona de la última geolocalización de su teléfono móvil, con documentación, pertenencias personales y mucha arena, fue el más terrible hallazgo y la última prueba que obligó a solicitar la ayuda del grupo G.E.A.S., buzos especializados en rescates subacuáticos, que no han podido sumergirse en el peor mar de Europa debido a las pésimas condiciones marítimas.
Los miembros de las patrullas de Seguridad Ciudadana peinan a pie el tramo costero, y la búsqueda tiene los ojos puestos en el mar de la muerte y la esperanza de quienes tenemos los dedos cruzados y hablamos hoy con los cielos; tenemos esa ilusión de que todo se trate de una desaparición voluntaria, una niñatada, que termine en un final feliz. Pero la realidad en la crónica de sucesos es más trágica que de comedia, y en estos cuentos tristes pocas veces hay protagonistas que triunfan y finales de cuento de hadas.
Con el corazón en un puño nos deja esta desaparición misteriosa, donde una niña de solo catorce años hace este peculiar viaje en autobús, en solitario, desde su localidad, Ordes, hasta Compostela, y desde la capital gallega, centro de toda peregrinación, toma rumbo al fin de la tierra, y aún no sabemos ese porqué que solo Adriana puede contarnos. Mientras los rescatadores siguen su olfato por las orillas del Atlántico, nosotros, meros espectadores, tenemos la esperanza de que una llamada de su móvil nos alegre este triste mes de octubre que va rumbo al día de todos los santos.
Que cada uno rece, aquel que tenga esa intención, al santo preferido, no vaya a ser que Dios no escuche nuestros lamentos por estar tan lejos y tan alto, como decía Rosalía. Qué importante es tener un buen leitmotiv, porque la vida debería ser nuestro tesoro más valioso. Con esta esperanza, seguiré pensando en un final feliz como en las películas de cine que acaban siempre bien. Esperaremos que todo esto tenga el mejor de los desenlaces y que lo podamos noticiar aquí.