4 septiembre, 2024
Nunca seré capaz de poner a nadie por delante de él, siempre será mi debilidad y jamás veré algo más grande, pero he de admitir que antes de Messi, mi primer amor fue Saviola.
‘El Conejo’, el Barça lo trajo de River siendo una de las mayores promesas del fútbol mundial, en 2001, y (salvando las evidentes distancias) aún reviso hoy sus jugadas y veo en él cosas del propio Leo.
Tuve su camiseta con el 7, guardé como oro en paño el póster que sacó Mundo Deportivo y lo puse en la pared de mi habitación y, simplemente, recuerdo ser un niño cualquiera pateando un balón aquel verano en el que me creía y soñaba con ser Saviola cada vez que este llegaba a mis pies.
Saviola para mí era el mesías, pero imagínate lo que sentí cuando un año después llegó al Barça otro compatriota suyo, un tal Juan Román Riquelme. La poesía hecha fútbol, uno de los jugadores más elegantes que he llegado a ver en mi vida, un fuera de serie… Yo (para más inri hijo de argentino y, por supuesto, enfermo del balón) simplemente me volví loco.
Saviola y Riquelme. ¿Quién es el Madrid?, ¿quién iba a poder pararnos ahora teniendo a esos dos? El megacrack de River y el de Boca uniendo fuerzas con la camiseta azulgrana… ¿qué podría salir mal?
Pues a decir la verdad, sin profundizar en detalles, pero sí que salió mal (al menos nada que ver con las expectativas). Lo único que recuerdo es que era septiembre y que todo empezaba de nuevo. Todo eran promesas y la ilusión de un nuevo comienzo. Empezaba el fútbol, empezaba el cole, el instituto, la universidad, un nuevo curso político…
De alguna forma, todo se reseteaba en septiembre y volvía a arrancar y, de alguna forma, realmente todo era luz y esperanza y aquel curso sería el que marcaría la diferencia. Yo solo era un niño, ¡habría que creerles! Porque te lo decían en la Casa Blanca, en la Moncloa, en San Caetano, en Raxoi… En Barcelona, porque este año con Van Gaal y aquellos dos fenómenos nos íbamos a comer el mundo…
Y sí, salió mal, qué más da el porqué, tan solo he de decir que aún me duele y que jamás me recuperaré de aquel chasco. Yo solo era un niño, pero me mintieron, ¡vaya si lo hicieron! Me dijeron que ese año sí, que ‘El Conejo’ y Román reinarían durante décadas…
De niño no lo entedí, hoy sí: tan solo son ‘promesas de septiembre’. Pero precisamente es a base de vivir un mes de septiembre tras otro cuando aprendes esa tan valiosa lección. Porque en septiembre vuelve la política, el cole, el instituto, la universidad, el fútbol…
Y, por supuesto, en Moncloa nos dicen que “este año sí que sí”, en San Caetano que será un curso histórico para Galicia y en Raxoi que sucederá lo mismo en Santiago.
Reconozco la tirria que le tengo a septiembre, no puedo evitarlo. Es cierto que en parte es aún por el cabreo de aquella dupla Saviola-Riquelme, porque engañaron a aquel pobre niño, pero también porque empecé a entender lo de las ‘promesas de septiembre’.
Porque empezaba el curso y había que renovar la ilusión. Había que decir que todo iba bien e iría bien y que aquella dupla dominaría el mundo del fútbol. Había que decir que España va e irá bien y Galicia y Santiago… (y sin ir más lejos ya así lo hicieron Sánchez y Rueda y Sanmartín)… Porque es lo que tiene septiembre y el nuevo curso, que todo es ilusión y “este año sí que sí”.
Seguro que en este curso que ahora empieza serán capaces de solventar todos aquellos asuntos que, si se me permite decir, no fueron capaces de resolver en el anterior pero, oiga, llega septiembre y seguro que todo cambia…
A veces incluso pienso que el fracaso de aquel dúo Saviola-Riquelme, que tan solo duró un año en el Barça, me convirtió de forma prematura en un joven cascarrabias pero, aún a riesgo de parecerlo, lo diré:
Mucho ánimo en el regreso de las vacaciones a todos y, por favor, no nos creamos las ‘promesas de septiembre’. Tomemos nota de todas y cada una de ellas para tenerlas presentes el próximo año, evaluemos la labor de nuestros representantes, pidámosles más, hagámosles presas de sus palabras, cuestionémonos siempre el discurso oficial y mediático y exijámosles responsabilidades más a menudo y con más contundencia… Porque sino, ¿de qué sirve el nuevo curso?
Deberíamos cambiar eso, aunque todo el mundo miente en septiembre. Está comprobado. Yo mismo lo hice.
“Pa, te prometo que este año apruebo todas de verdad”. Creo que le dije aquellas mismas palabras a mi viejo como tres o cuatro septiembres seguidos año tras año en el instituto…
Todo el mundo te miente en septiembre. Es así. De hecho, me imagino a Sánchez, Rueda o Goretti agarrando la mochila y los libros un curso más y con esa misma mirada que usaba yo con mi padre como reclamando indulgencia y prometiéndole que ese curso, de verdad, todo iría bien.
Años después aún sigo pensando si llegó a creerme cada vez que se lo decía… Por eso nosotros no deberíamos hacerlo con nuestra clase política. No más.
Yo ya saben que no creo en nada. Creí en lo de Saviola y Román y me rompieron el corazón siendo un niño. No creo en las malditas ‘promesas de septiembre’ y mucho menos en la política.
Porque escucho con el nuevo curso las palabras de Sánchez, Rueda, Sanmartín, Ayuso, Feijóo, Díaz, Montero… Y solo pienso en mí diciéndole a mi viejo año tras año que de verdad ese curso no faltaría a clase y aprobaría todo con nota… Y en asomarme al kiosko para ver esas portadas de Sport y MD donde decía que con los dos pibes de la 10 y la 7 íbamos directos a ganarlo todo…
Por eso lo digo, Llevo unos cuantos veranos a mis espaldas y sé de lo que hablo. Hoy soy capaz de verlo con los ojos de mi viejo. Riquelme solo duró un año en el Barça, Saviola se marchó algo después, no ganamos nada, yo suspendí no sé cuantas…
No te creas nada. Solo son ‘promesas de septiembre’.