18 agosto, 2024
No es buena noticia que las tres universidades gallegas se despeñen en el conocido como ranking de Shangai, realizado por la Academic Ranking of World Universitis, selecto club que pasa revista y sirve de referencia para establecer un listado, con parámetros concretos y medibles, a la calidad de la enseñanza superior en el mundo. Un comparativo académico reciente no deja en buen lugar a nuestra tierra.
En Galicia, la cúspide del saber está asociada hace siglos a Compostela y, en consecuencia, la mejor nota fue monopolizada por la Universidad de Santiago (USC). En nuestros días, ni siquiera la número uno está donde estuvo. Se ha despeñado en el saldo a favor y tras saborear durante mucho tiempo las mieles del triunfo pasó de figurar entre los primeros centros del saber a mantenerse, como una más, entre las puestos 601-700. Esta casi hecatombe ocurrió en 2023, a la vuelta de la esquina, cuando ocupó el segundo lugar en Galicia con Vigo liderando el listado. Parte de lo perdido lo recuperó al año siguiente, pero fue insuficiente para mantenerse en las mejores cifras de otros años. Hoy milita entre las 501-600; algo mejoró, pero no se corresponde con el nivel que con otros rectores disfrutó la gloriosa Fonseca.
¿Cuál es la unidad de medida para puntuar un centro de alto nivel en los cinco continentes? Los parámetros están muy claros: rendimiento en investigación, Premios Nobel y Medallas Fields recibidos, transferencia de los resultados al campo empresarial y social, calidad de los equipos de investigación aplicada, influencia de las iniciativas que mejoren los índices de la ciencia avanzada, publicaciones en medios de referencia, nivel del alumnado, tamaño del centro, prestigio del profesorado… son muchas razones que otorgan o disminuyen los créditos al trabajo bien hecho.
El análisis tiene como base las informaciones que aportan y el examen que se realiza a 2.500 centros de enseñanza universitaria de los cinco continentes. Y aunque se producen variaciones en casi todas las ediciones, sorprende que los puestos de cabeza estén permanentemente ocupados (medalla de oro) por universidades estadounidenses y británicas. Las mejores tienen nombres propios que imponen: Harvard, Stanford, el Instituto Tecnológico de Massachussets, Cambridge, Oxford… las diez primeras se reparten entre ambos países. Después, el resto.
Qué se puede hacer, se preguntarán rectores y equipos de gobierno, para sumar puntos en un ranking de semejante prestigio. La respuesta es que no hay pócimas mágicas. Conseguirlo no es cuestión de liderazgos; en este caso no hay un solo triunfador ni perdedor. El secreto es un excelente trabajo de equipo, que quien lidera debe estimular. El responsable de afianzar los pilares del éxito debe saber -y actuar en consecuencia- que para alcanzar un trabajo excelente, sumar a la postre prestigio, nivel y éxitos, su trabajo consiste en liderar una guerra inacabable en la que es preciso ganar batallas todos los días.