Ferrol-Ecuador: la aventura americana de O Camiño do Inglés

Sin tiempo para digerir que en Semana Santa, el primer gran aluvión de turistas de cada año en Ferrol, «colgamos prácticamente el cartel de todo completo», Daniel López está a punto de coger otro avión, pero el próximo le llevará a una aventura americana a la que confiesa tener muchas ganas.

El artífice del alumbramiento en 2010 de O Camiño do Inglés, primero en el casco histórico de A Magdalena y después en Ferrol Vello, es punta de lanza de una nueva generación de profesionales de la gastronomía que le han dado la vuelta a la imagen de la restauración local.

En esa modernización, su negocio recibió en la Pasión ferrolana, de Interés Turístico Internacional, a clientes de Kenia, Noruega, Reino Unido y Alemania, un perfil que no «es mayoritario», pero que despunta ante «el fuerte», el nacional, con una etiqueta adicional, la de «los exiliados», los ferrolanos en la diáspora que vuelven en vacaciones.

«Representan una parte muy importante y agradecida, en Navidad o Semana Santa vienen a Ferrol y nos visitan siempre; gente majísima que siente Ferrol, lo lleva en el corazón», asevera López entre mandiles y fogones en su restaurante de la calle Espartero, ante la desaparecida Fábrica de Lápices de Hispania.

Reivindicando la más célebre frase de «El gatopardo», el cocinero reflexiona sobre su propuesta y sostiene que todo «tiene que cambiar para que todo siga igual», con «productos que entran y salen» por la llegada de una nueva temporada, pero también por las oscilaciones de un mercado en el que impacta el cambio climático.

Dice el profesional «bisoleado», dos Soles Repsol lucen en su refugio, que es decisivo «intentar cuidar los detalles», algo mucho más fácil con «el material» que reparte cada mañana el mercado de A Magdalena: «Los restaurantes de Ferrol son buenísimos, los que llevan toda la vida es por algo; ahí está la calidad».

Daniel López, «agradecido» por el «reconocimiento» de Repsol y por «la gente que viene», cuenta que la encuesta de satisfacción que propone su programa de reservas propicia que el público «nos escriba una cosas tan bonitas… qué afortunados somos de vivir esto así».

Aunque Ferrol «tiene sus temporadas y el invierno es muy largo», no duda de que estar «en casa haciendo lo que te gusta es impagable», pero a él la inquietud le recorre el cuerpo y en unos días estará en Quito.

Allí gestionará durante un mes el restaurante de la firma Mercedes-Benz en Ecuador: «Quieren un menú para sus clientes, haré uno con producto ecuatoriano; estoy empapándome, es increíble al diversidad de productos, tienen de todo».

Habrá esencia de O Camiño do Inglés, pero López se basará no solo «en cosas que hago yo», también en lo autoctóno, y a «nivel creativo me está resultando excitante; tienen un recetario tradicional, me parece una experiencia que ansío que empiece».

Si el ceviche ha despertado la curiosidad de medio mundo en torno a la cocina de Perú, en Ecuador «no son tanto de crudo» y carecen de esa «influencia japonesa, ellos tienen en la gastronomía muchas cosas en común con nosotros; hay variación en algunas especias, hierbas aromáticas o tubérculos que no tenemos».

«Al final, la cocina es un idioma global, ves tantas cosas parecidas que mola un montón», manifiesta a pocos días de iniciar ese periplo, en el que exhibirá un bagaje que también bebe de lo cercano; de la villa lucense de Ribadeo, sin ir más lejos.

Allí, por tercer año, acaba de «asesorar a todos los locales para su concurso de tapas, que es la bomba» porque participa «todo el pueblo, mueve a mucha gente de Galicia y Asturias».

Lo llamaron para que hiciese las veces de asesoría externa «para no bajar el nivel nunca» y siguen siendo «los mismos asesorados» prácticamente; asume con ellos «alguna tarea en plan Chicote», bromea, porque llega para «probar y preguntar si está satisfecho haciéndolo así, buscar en ellos mismos la solución si notan alguna carencia».

Intenta «ayudarles a que puedan organizarse mejor, de una manera más rápida y que no les quite la vida», pero remarca que hay «gente que se lo curra» y que conserva la «ilusión» de los inicios: «Acabo agotado de probar tantas tapas, me tengo que romper mucho los cuernos para ver cómo ayudo; son encantadores, aprendo muchísimo».