31 marzo, 2024
Agonizaba el siglo XX cuando el denominado Complejo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS) se disponía a abrir sus puertas tras cuatro largos años de intenso trabajo. El 3 de septiembre de 1999 se remataron las obras y en abril del 2000 los facultativos atendieron las primeras consultas externas. El entonces gerente Manuel Ariza realizó un trabajo digno de titanes para cumplir el complejísimo traslado de los pacientes desde el viejo Hospital de Galeras hasta el flamante nuevo complejo. Después, otros gerentes siguieron su curso: Jordi Riba, Javier Jiménez, Rosa Bermejo y Jesús Garamés hasta llegar al actual, Eloina Nuñez.
Al término de las obras ejercía como conselleiro el coruñés José María Hernández Cochón. Invitado por él, este periodista realizó una visita protocolaria al espectacular recinto, limpio, reluciente y aséptico como correspondía, acompañado por dos de sus ayudantes y varios técnicos de la constructora. El hombre de Fraga para la sanidad gallega detalló durante el recorrido, y con indisimulado orgullo, las espectaculares prestaciones que el CHUS aportaría a la sanidad gallega. En el ámbito del área compostelana figuraban casi medio millón de pacientes de dos provincias.
Las cifras imponían. Más de 2.500 profesionales de todos los ámbitos, desde especialistas hasta personal de limpieza, cuidarían de la buena salud y el cumplimiento de las normas con los mejores medios de la época a su alcance. En situaciones de emergencia, picos de afluencia masiva o durante períodos de más demanda asistencial, los enfermos podrían superar los 3.000 cada día. El relato sonaba muy bien. El gobierno de los populares se consagraría y todos felices. Pero… antes de la despedida el periodista preguntó al conselleiro, ¿Y dónde van a aparcar miles y miles de personas entre trabajadores y pacientes? La pregunta tenía sentido, y la respuesta, con tono casi agrio, fue rotunda: ¡Yo construyo hospitales, no aparcamientos!
El presidente de la Xunta Fraga (dcha) y el ex conselleiro de Sanidad Fernández Cochón
Veinticuatro años después de aquella un tanto despectiva respuesta, el CHUS se convirtió en una especie de mercado persa en jornada feriada. Miles y miles de vehículos se hacinan de mala manera, invaden aceras, obstaculizan entradas y salidas, atiborran la zona, una penosa e insufrible situación caótica. El periodista que viajó a Nueva York y cruzó a pie, encantado, el puente de Brooklyn recordó que en mayo de 1883 se inauguró una de las estructuras más famosas del mundo. Fue construida para unir dos barrios, a setenta y ocho metros de altura sobre el Río Este con vistas al emblemático Hudson. Ciento cuarenta y un años después presta servicio a millones de personas y es admirado por el sentido de anticipación de los líderes gubernamentales que lo promovieron.
Moraleja: una cosa es hacer política de Estado pensando en el futuro y otra es hacer política de gobierno que muere al finalizar la legislatura. Urge apostar por grandeza de miras antes que sumirnos en el degradante minifundismo mental. ¡Pobre Galicia!