13 octubre, 2024
La primera invasión inglesa a la ciudad de Buenos Aires en 1806 encontró muy poca oposición; las defensas porteñas fueron sobrepasadas rápidamente y apenas tres días después del desembarco, las tropas británicas hacían flamear su bandera triunfalmente frente a la atónita mirada de los habitantes locales, que por entonces no llegaban a 45.000. Dos meses más tarde, los criollos al mando de Santiago de Liniers avanzaron hacia el viejo Parque de Artillería y derrotaron al destacamento rival. Desde allí siguieron combatiendo hacia la Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo, histórico centro cívico de la ciudad), de donde expulsaron a los ingleses y lograron recuperar el control del territorio.
Luego de la demorada Reconquista, el Virreinato del Río de la Plata volvió a enviar tropas a la Banda Oriental del Uruguay para fortalecer las defensas en caso de otro ataque inglés, que tal como se preveía, sucedió rápidamente. A principios de 1807, iniciando la Segunda Invasión pero esta vez con mayor armamento, los británicos bombardearon Montevideo varios días y tomaron la ciudad con suma violencia. Los oficiales de mayor rango fueron capturados y ante la negativa a ser intercambiados por presos ingleses, los enviaron a Londres para ser encarcelados.
La guerra continuó en tierras argentinas, pero la resistencia del pueblo local hacia una nueva invasión y las milicias mejor organizadas lograron vencer al enemigo invasor. Y tras la rendición definitiva del general Whitelocke, ambos bandos acordaron devolverse recíprocamente a sus prisioneros: luego de varios meses en prisión, los oficiales rioplatenses capturados en Montevideo recuperaron su libertad. Pero en vez de devolverlos al sitio donde los secuestraron, fueron conducidos en buques desde Plymouth, en el suroeste de Inglaterra, a diversos puertos de la Península Ibérica: así comenzaba a gestarse un sorprendente «intercambio de favores».
Las tropas liberadas habían quedado dispersas en distintas zonas del norte de España, principalmente en Galicia y Asturias. No tenían ni ropa; así consta en un comunicado firmado en Oviedo el 4 de febrero de 1808 que reza «debido a la falta de fondos para adquirir vestuarios, se ha visto en la necesidad de tomar 18 camisas de los despojos que aún quedaban del Regimiento de Nobles, ya que es voluntad del Rey que se vistan estos soldados». Mientras esperaban el regreso a su patria, con mucho esfuerzo lograron reunirse todos en A Coruña, cuando el 2 de mayo de 1808 el pueblo se levantó contra Napoleón. Las provincias comenzaron a gobernar en nombre del Rey y formaron unidades militares propias para la Guerra de la Independencia. Es entonces cuando la Junta Gubernativa de Galicia crea el «Ejército de Galicia» y convoca a los tropas liberadas, ya que en ese momento hubiera sido imposible transportar un regimiento desde América debido al mencionado bloqueo.
Los casi 200 soldados veteranos provenientes de nueve unidades del Virreinato del Río de la Plata que habían sido tomados prisioneros por el ejército británico durante la conquista de Montevideo, se unieron a la infantería del Ejército de Galicia recibiendo el nombre de «Batallón de Buenos Ayres», tal como se escribía por entonces, con «y griega» por el nombre original de la ciudad, Real de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre, elegido en su fundación en el año 1536 por el conquistador español Pedro de Mendoza, en honor a la patrona católica de los navegantes sevillanos, Nuestra Señora del Buen Ayre.
Volviendo al ejército proveniente del Virreinato del Río de la Plata, si bien en el grupo había integrantes de Uruguay y Paraguay, el nombre del batallón abrazaba el recuerdo de la tierra de donde provenían la gran mayoría de ellos. También llamados «Colorados de Buenos Ayres», por utilizar uniformes ingleses de guerras anteriores (tomados en 1782 al capturar una fragata que llevaba vestimenta para tres regimientos en Gibraltar), se incorporaron bajo las órdenes del General Blake, destacándose por su experiencia en momentos en que España tenía disponible muy pocos soldados, ya que la mayor parte del ejército formal permaneció en el exterior durante las guerras napoleónicas.
Los integrantes del Batallón Buenos Ayres además fueron elegidos para formar diversas unidades de combate, principalmente en el Escuadrón de Dragones del General y el Regimiento de Infantería de Mondoñedo. También fueron incorporados al célebre Regimiento «El Inmemorial del Rey»: desde el 8 de junio de 1808 hasta 1811, se enfrentaron a los ejércitos napoleónicos en más de una docena de batallas por todo el noroeste español. En la Batalla de Elviña se da una de las grandes paradojas de esta historia: los integrantes del Batallón de Buenos Ayres, que habían sido prisioneros de los ingleses, fueron los encargados de defender la retirada de sus excaptores, que al mando del general John Moore, enfermos y agotados por la persecución napoleónica, huyeron a Inglaterra desde el puerto de A Coruña. Una de las tantas acciones heroicas que los llevó a recibir media docena de distinciones, entre ellas la de «Beneméritos de la Patria».
Luego de muchas bajas e incorporados en otros regimientos, varios miembros del Batallón aún permanecían a fines de 1810 formando parte del Ejército de Galicia, asentados en las bases de a Pobra de Trives, A Coruña y Ferrol, que incluyó una nueva campaña hacia las costas cantábricas. Un año después, por los procesos de independencia de las colonias, España desmovilizó el Batallón Buenos Ayres definitivamente, siendo la primera y única tropa española de América que luchó en suelo europeo.
Poco más de 20 soldados lograron volver a Sudamérica, donde varios de ellos volvieron a destacarse y por sus actuaciones se convirtieron en próceres de las jóvenes naciones que querían ser independientes. A Paraguay retornó Fulgencio Yegros, quien fué el primer presidente de su país y es históricamente considerado como el «Gran Padre» de su patria. Y a Argentina regresaron, entre los más recordados, José Rondeau y Antonio Balcarce, que llegaron a ocupar los máximos cargos nacionales, siendo ambos elegidos Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata con un año de diferencia, cerrando la historia de los soldados porteños que fueron grandes protagonistas de una gesta histórica pero poco conocida: de la Reconquista de Buenos Aires a ser prisioneros de guerra ingleses y luego combatir contra Napoleón representando al Ejército de Galicia en la guerra de la Independencia Española.