18 agosto, 2024
Hace casi un siglo, la primera gira de un equipo argentino en Europa fue protagonizada por el Club Atlético Boca Juniors y comenzó con cuatro encuentros que se disputaron en Galicia. En el año 1925, el plantel se desplazó en barco hacia Vigo y allí se enfrentó contra el Celta en el antiguo Estadio de Coia, en un trágico partido en el que fallecieron dos aficionados. Luego venció dos veces al Deportivo La Coruña, al que un dirigente argentino definió como «de escasa técnica». De ese viaje nació el mítico apodo de Jugador Número 12 para su hinchada y compartieron el camino de vuelta a Buenos Aires con Albert Einstein.
En una década de plena transición al profesionalismo, España había logrado el subcampeonato en los Juegos Olímpicos de Amberes en 1920 iniciando la leyenda de «la furia roja». Y cuatro años después, la medalla de oro se la colgaría Uruguay: por eso, aunque el fútbol argentino todavía no había logrado fama mundial, cualquier enfrentamiento con equipos rioplatenses era tomado de manera especial para medir fuerzas contra la destreza de los jugadores del otro lado del océano. De esta manera surge la idea de organizar una gira por Europa para la Selección Argentina.
Pero como es costumbre en nuestro país, la entonces Asociación Argentina de Football tuvo problemas para conformar un combinado nacional debido al calendario de partidos del campeonato local. Boca Juniors, campeón argentino vigente, se ofreció a enviar a su plantel en representación a cambio de 10 pesos por día de viáticos, el equivalente al sueldo de un obrero: una remuneración nada despreciable para jugadores amateurs y que además tendrían la posibilidad de recorrer varios países de Europa por primera vez en su vida.
La asociación aceptó, se aplazaron sus encuentros en Buenos Aires y tras reforzar el equipo con jugadores cedidos gentilmente por otros clubes se formó la delegación con 17 jugadores más el periodista Hugo Marini, el jefe de deportes de Crítica, el diario más vendido de la época. Era la primera vez que un diario argentino enviaba un corresponsal a cubrir una gira de un club nacional, así como era la primera vez que un club argentino se iba a jugar por seis meses a Europa. Además viajaron acompañando al plantel dos dirigentes y Victoriano Cafarena, un aficionado que luego sería recordado por siempre en la historia del club.
La delegación boquense partió la noche del 4 de febrero de 1925 desde el Puerto Nuevo de Buenos Aires con destino a Montevideo, donde abordaría el transatlántico «Formosa» con destino a España. El contingente embarcó acompañado por una gigantesca multitud, calculada en 10.000 personas: el diario La Nación escribió que «nunca asistió una concurrencia más numerosa que la de anoche al puerto, a despedir una delegación sportiva. Desde temprano los alrededores de la Dársena Sur se vieron ocupados por una multitud, que fue aumentando paulatinamente y que a la hora de salir el vapor alcanzaba proyecciones realmente extraordinarias». Ejemplo de otros tiempos, las crónicas de la época detallaron que también fueron a presenciar la partida unos 300 hinchas y socios de River Plate, su clásico rival.
Mientras la prensa gallega difundía la importancia de enfrentar a equipos argentinos, los jugadores de Boca entrenaban en la cubierta del barco en un viaje que duró 22 días y terminó con varios balones flotando en el mar. Debido a las profundas relaciones entre Galicia y Argentina en el auge migratorio, el equipo fue recibido en el puerto de Vigo con mucha alegría y entusiasmo por ciudadanos que tenían familiares del otro lado del océano. Pero el primer partido de la gira europea, que lo enfrentó al Celta en un encuentro jugado en el viejo estadio de Coia (en el que el equipo celeste y su predecesor el Vigo Sporting Club jugaron sus partidos como locales entre el 9 de febrero de 1908 y diciembre de 1928), iba a quedar marcado a fuego por una lamentable tragedia.
A pocos minutos de comenzado el encuentro, en un estadio que aún con las gradas ampliadas se veía desbordado por más de 25.000 personas, se escuchó una ensordecedora explosión: el techo de una fábrica lindera al campo de juego donde cientos de fanáticos habían subido para mirar el partido se había desplomado. La muchedumbre que no había podido conseguir su entrada había pagado 1 peseta al dueño del predio para poder ingresar al tejado, que no soportó tanto peso y se derrumbó causando gran cantidad de lesionados y heridos de gravedad. El miedo se apoderó de los espectadores, mientras los jugadores detenían el partido sin comprender lo que estaba sucediendo.
Luego de 20 minutos, mientras los servicios de asistencia continuaban atendiendo a las víctimas de la tragedia y retirando heridos entre los escombros, el encuentro se reanudó. Pero lo realmente increíble sucedió cuando estaba por iniciarse el segundo tiempo: al llegar al estadio la noticia de que en el derrumbe habían fallecido un joven y un niño en el hospital, los jugadores y el público se pusieron de pie, guardaron un respetuoso minuto de silencio en homenaje a los difuntos y continuaron jugando. El resultado es anecdótico: triunfó Boca Juniors por 3 a 1.
El Celta tuvo revancha pocos días después ganando por el mismo resultado, pero según cuenta la leyenda, los jugadores de Boca jugaron intoxicados por una mariscada en mal estado que consumieron la noche anterior. La campaña siguió enfrentando al otro grande de Galicia, el Deportivo La Coruña, al que venció dos veces: 3 a 0 y 1 a 0. Curiosas fueron las declaraciones de los dirigentes de ambos equipos: para el representante de la delegación argentina, los jugadores gallegos eran «muy duros y de técnica escasa. Quizás de buena madera, pero con una calidad mucho menos pulida que la nuestra». Por el otro lado, los gallegos aseguraban que «el fútbol español es de los mejores del continente» y sostenían que con un árbitro a la altura de las circunstancias «obviamente los resultados hubieran sido dos victorias locales».
En esta seguidilla de partidos por suelo gallego es donde comienza a ser importante la figura de Victoriano Cafarena, un hincha fanático de Boca Juniors que para acompañar a su equipo en la aventura europea había vendido una de sus casas y varios terrenos: con el dinero recaudado solventó los gastos de su viaje y el de siete jugadores. Viajó con un carnet adulterado de periodista como corresponsal del diario El Telégrafo, se integró al grupo con mucha facilidad e hizo gran amistad con todos los miembros de la delegación.
En La Coruña, Victoriano Cafarena, debido a la escasez de profesionales, se dedicó a desempeñar diversas labores para colaborar con el conjunto: empezó como aguatero en los entrenamientos y luego también se encargó de la limpieza del equipamiento deportivo. Además fue utilero, masajista y según varias versiones, hasta influyó en los cambios y las decisiones tácticas, llegando a ser una especie de director técnico de la formación argentina. De tal manera, la participación de este fanático quedó en la historia del club considerándolo el «Jugador Número 12» del equipo. En su honor, así se autoproclama la parcialidad boquense hasta el día de la fecha.
Boca Juniors abandonó tierras gallegas y viajó a la capital española, donde le ganó al Atlético y al Real Madrid. En Barcelona triunfó frente a la selección de Cataluña y repitió los éxitos en Alemania y Francia. En total ganaron 15 partidos, empataron 1 y perdieron 3. De esas pocas derrotas, la primera y más abultada había sido en la revancha contra el Celta, luego del trágico encuentro. Después de seis meses de enfrentarse a las potencias europeas con grandes resultados, la delegación de Boca regresó a Argentina en el barco «Marsella», con la curiosidad de haber compartido el viaje de vuelta con Albert Einstein.
El científico alemán ganador del Premio Nobel, en su única visita al país con el objetivo de dictar conferencias, se sorprendió con el multitudinario recibimiento al equipo en Buenos Aires. Los aficionados, que habían seguido los resultados por radio o a través de los diarios, se acercaron nuevamente de manera masiva para festejar y saludar a los vencedores. Ese mismo año la Asociación Argentina de Football declaró a Boca Juniors «Campeón de Honor» de 1925 por los triunfos obtenidos en su campaña europea: una gira gloriosa que pese a la tragedia en Vigo, puso por primera vez al fútbol argentino en la consideración mundial.