A finales del siglo XIX y principios del XX, Galicia experimentaba un despertar cultural y económico en ciertas áreas, aunque seguía siendo una región mayormente rural y aislada. En este contexto, el Balneario de Mondariz se convirtió en un símbolo de modernidad y sofisticación. Fundado por los Hermanos Peinador, este complejo no solo ofrecía tratamientos termales de vanguardia, sino que también se erigió como un centro de descanso, cultura y lujo que atraía a la élite europea y americana. Sin embargo, la visión de Enrique Peinador, uno de los artífices del balneario, iba mucho más allá del simple éxito de su establecimiento; soñaba con mejorar las comunicaciones en Galicia y unir la costa con el interior a través de una infraestructura ferroviaria revolucionaria para su tiempo.
En una época en la que las comunicaciones en Galicia eran escasas y precarias, Enrique Peinador concibió un proyecto ambicioso: la construcción de una línea ferroviaria que conectara Vigo, uno de los principales puertos de entrada a Europa y América, con Mondariz, pasando por localidades clave como Porriño y Ponteareas. Este tranvía no solo facilitaría el acceso de los ilustres visitantes al balneario, sino que también tenía el potencial de transformar la economía de la región, acercando la Galicia interior a la costera y potenciando el turismo y el comercio en ambas direcciones.
UN AMBICIOSO PROYECTO
El proyecto, cuya idea inicial ya había sido esbozada en 1887, comenzó a tomar forma de manera más concreta a finales del siglo XIX. En 1913, Enrique Peinador fundó la Compañía del Tranvía de Mondariz a Vigo (TMV), dotándola de un capital inicial significativo para la época, 2.000.000 de pesetas, con la esperanza de hacer realidad su visión. El proyecto contemplaba la construcción de un ferrocarril de vía estrecha que cubriría un trayecto de 36 kilómetros, alimentado por energía eléctrica generada en el salto de agua de Barral, en Castrelo de Miño. La obra contaba con el respaldo de importantes inversores, entre ellos el hijo de Montero Ríos, y generaba grandes expectativas en cuanto a su impacto económico y social.
Sin embargo, la construcción de la línea enfrentó un desafío técnico significativo: la perforación del túnel de O Confurco, una obra de ingeniería que debía atravesar una complicada formación geológica en el trayecto entre Porriño y Ponteareas. A pesar de los esfuerzos iniciales, que incluyeron la perforación del túnel desde ambos lados, el proyecto comenzó a enfrentar serias dificultades. Errores en el trazado provocaron que las bocas del túnel no se encontraran, y la aparición de balsas de agua subterránea complicó aún más los trabajos, en una zona conocida por su abundancia de pequeños arroyos y corrientes subterráneas.
El estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 asestó el golpe final al ambicioso proyecto. La guerra limitó la disponibilidad de materiales esenciales, muchos de los cuales provenían de Europa, y provocó una crisis de confianza entre los inversores. El contrato inicial con la compañía «Hispano Belga» se rompió, y aunque se intentó continuar las obras recurriendo a proveedores nacionales, los problemas financieros y técnicos se acumularon. La construcción del túnel se detuvo definitivamente, dejando la obra inacabada y con ella, el sueño de unir Mondariz con Vigo a través de un moderno ferrocarril.
A pesar de estas adversidades, en 1920 se logró inaugurar un tramo de la línea entre Vigo y Porriño, que cubría los primeros 13 kilómetros del trayecto. Este pequeño éxito inicial generó grandes expectativas, y en su primer año de operación, el tranvía superó las previsiones de tráfico de pasajeros, transportando a 30.000 personas. Sin embargo, la línea nunca se extendió hasta Mondariz, ni se materializó la proyectada prolongación hacia Ponteareas y Tuy, quedando el proyecto incompleto y la ambición de Peinador sin realizar.
EL TÚNEL DEL OLVIDO
El túnel inacabado, conocido hoy como el «Túnel del Olvido», es un símbolo del fracaso de este ambicioso proyecto. Ubicado en el Alto de O Confurco, entre los municipios de O Porriño y Ponteareas, el túnel ha sido en gran medida olvidado, sepultado por la vegetación y amenazado por los desechos de un aserradero de piedra cercano. El acceso al túnel es difícil y peligroso, y solo los más aventureros logran encontrar la vieja entrada, un vestigio de lo que pudo haber sido una de las infraestructuras más importantes de Galicia en su tiempo.
Hoy en día, algunos esfuerzos se han hecho para recuperar el túnel como parte de una ruta de senderismo, en un intento por preservar la memoria de este proyecto fallido. Sin embargo, el deterioro avanza, y el riesgo de que esta obra caiga en el olvido es cada vez mayor.
A pesar de que el proyecto ferroviario Mondariz-Vigo nunca se completó, la visión de Enrique Peinador de dotar a Galicia de una infraestructura de transporte avanzada y su contribución al desarrollo del turismo y la economía de la región siguen siendo dignas de recordar, así como su ambicioso intento por modernizar Galicia y conectar sus diferentes regiones. Un legado que, aunque incompleto, forma parte de la historia de la comunidad y de los esfuerzos por llevarla a la vanguardia de la modernidad en su tiempo.