18 septiembre, 2024
El proyecto para la restauración, rehabilitación y ampliación del Real Monasterio de Oia (Pontevedra) es, para Rodríguez + Pintos Arquitectos, sus creadores, «un proyecto único» por su complejidad, al intervenir el patrimonio y el paisaje, con el reto de conservar la historia y, a la vez, darle un «sello propio».
El encargo lo recibieron a principios de siglo y verá la luz tras cumplir la mayoría de edad, tres siglos después de su anterior desarrollo arquitectónico.
La restauración del Monasterio de Oia -siglo XII- solo está pendiente de un último informe sectorial, el de Costas del Estado, para obtener la licencia de obra municipal y ejecutar el proyecto hostelero que se presenta este miércoles en el Auditorio de Afundación en Vigo dentro del programa de la exposición ‘Un mosteiro, un mar de historia(s)’.
Así lo explica Santiago Pintos, uno de sus creadores. La intervención en el edificio actual, la primera fase del proyecto, se antoja inminente por los plazos que vienen determinados por las subvenciones de los Fondos Next Generation y que, inicialmente, obligan a que esté finalizada antes de que concluya 2025. El resto de las actuaciones dependerán de si la propiedad del inmueble, Grupo Mare -antigua Vasco Gallega-, decide hacerlas en paralelo o más adelante.
«Es un proyecto único porque es muy difícil encontrar uno en que se junten todas las situaciones que se dan aquí. Los arquitectos podemos estar acostumbrados a intervenir el patrimonio y cuestiones que los gallegos hemos naturalizado pero que son especiales como el paisaje y la costa, pero aquí se dan todos esos puntos de vista juntos y no solo uno en concreto», sostiene.
Un desafío al que se ha sumado el de que sea un proyecto que respete la historia de la construcción, pero también refleje la huella de la arquitectura de «nuestro tiempo».
«El verdadero reto es que todo lo que hagamos sea un proyecto que respete esa atmósfera, que la magia que tiene el monasterio siga existiendo. El otro, es la sostenibilidad social, que no genere un corte en la relación de la gente con algo que sienten que es suyo. Aquí hay una relación de Oia y Galicia con este patrimonio. De ninguna manera queremos que se haga a espaldas del pueblo, algo que la propiedad ha compartido desde el principio», señala Pintos.
A eso ayuda que el equipo que lo aborda sea gallego -Pintos nació en Santiago pero tiene el estudio en Pontevedra- y también se vaya a apostar por productos y mano de obra de la comunidad autónoma.
«El encargo lo recibimos hacia 2005, 2006 y en esa época había la mal llamada arquitectura espectáculo, porque la arquitectura siempre es un espectáculo. Era el boom de grandes proyectos y en ese contexto lo último que esperábamos era que confiaran entonces en un equipo que no estuviese en el papel cuché. La propiedad es especial hasta en eso, en creer en la gente del país y demostrarlo; lo llevan en el ADN. El nivel de exigencia es altísimo, pero estamos a la altura», advierte.
Es un proyecto singular «por su envergadura, su importancia y lo que significa» y Pintos avanza que será «tenido en cuenta». De hecho, explica que lo que ya habían adelantado antes de la presentación de este miércoles, un 10 o 15 % del total, ha tenido trascendencia y «se está empleando de referencia en varios foros» de arquitectura, principalmente en sostenibilidad, gracias a un «bajo impacto ecológico, que aprovechará recursos naturales para tener muy bajo consumo».
Así, utilizará el agua de la lluvia, los vientos del mar o las orientaciones del inmueble y el claustro para buscar fresco o calor y, en definitiva, generar «espacios de confort y climatizar de manera gratuita».
Tras la primera fase, de intervención en el patrimonio, la segunda pasará por su ampliación, que ha sido «consensuada con todas las administraciones», y, ya a futuro, la ubicación de residencias separadas.
El proyecto ya ha cumplido la mayoría de edad desde que les fue encargado y hacerlo realidad será «un sueño» para Pintos y para su socio, Jaime Rodríguez, que ya se ha jubilado. «Ha sido un camino juntos, que nos ha marcado. Lo sentimos parte de nosotros», confies.
«La parte positiva», admite, es que los arquitectos «siempre» se quejan de la falta de tiempo y aquí las decisiones «han estado muy pensadas». Han podido, incluso, «volver en frío» al proyecto tiempo después de diseñarlo, preguntarse si están convencidos y llegar a la conclusión de que «sí», lo están.
Ellos son los «primeros en querer que el monasterio se respete, en salvar todo lo que lo hace especial», y asegura que, quizás quitando edificios como la Catedral de Santiago, no hay otro «tan escrutado a nivel arqueológico» como el cistercense de Oia.
«Les tenemos nombre a cada piedra, todas localizadas. Están en muy buen estado», explica el arquitecto, quien recuerda que es una construcción «austera, pero muy bien hecha», que los monjes habitaron cientos de años y que tiene una superficie construida de más de 7.500 metros cuadrados sin contar la iglesia, dependiente del obispado.