10 abril, 2024
Tal y como reconocía ayer mismo el presidente ecuatoriano Daniel Noboa, la crisis diplomática surgida entre el país andino y México es una “situación compleja y sin precedentes” tras la irrupción de la Policía del país en la embajada mexicana en Quito el pasado viernes, cuando las fuerzas ecuatorianas detuvieron allí al ex vicepresidente Jorge Glas, al que el propio ejecutivo mexicano había concedido asilo político.
Aquella noche de viernes la Policía Nacional ecuatoriana trepó por los muros de la sede diplomática de México para capturar a Glas, sobre quien pesaba una orden de prisión preventiva por un caso de presunta corrupción en el que está actualmente procesado, tras haber pasado entre 2017 y 2022 cerca de cinco años en la cárcel por dos condenas vigentes por delitos que él rechaza al considerar que es víctima de una persecución política en su contra.
Estos hechos, cuyas imágenes han dado la vuelta al mundo, desataron toda una crisis que ha llevado al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador a romper relaciones diplomáticas con Ecuador, calificando lo ocurrido de “una violación flagrante al derecho internacional y a la soberanía de México”. Además, el país recibió la condena de casi la totalidad de la comunidad política global.
No es ni mucho menos un asunto baladí, pues una embajada representa un territorio inviolable según el derecho internacional, conformando, en cierto modo, una pequeña porción de un país dentro de otro país. Así quedó recogido en 1961 en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, un tratado internacional que regula las relaciones diplomáticas entre los países y la inmunidad del personal diplomático. Fue complementada más tarde por la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares, en 1963, y actualmente 190 Estados pertenecen a la Convención, incluido Ecuador.
Con todo, en esta línea, si bien las embajadas representan la máxima autoridad oficial de un país en el extranjero, no son los únicos órganos de representación diplomática, ya que también existen los consulados.
Estos representan otra figura de representación de un país en territorio extranjero, aunque gozan de una categoría inferior, pudiendo contar un país, a diferencia de las embajadas, con múltiples consulados dentro de su territorio.
Al hilo de estos impactantes acontecimientos, y aunque confiemos en no llegar a presenciar un conflicto diplomático semejante en nuestras fronteras, hemos localizado, precisamente, esos pequeños fragmentos de un país extranjero dentro de Galicia.
GALICIA DIPLOMÁTICA
Según señala el Ministerio de Asuntos Exteriores, en la actualidad existen 157 consulados de carrera y 666 consulados honorarios en nuestro país, además de haber suscrito este hasta 43 acuerdos de sede con distintos organismos internacionales. Por otro lado, en clave autonómica, podemos encontrar consulados de lo más variopintos repartidos por toda la geografía gallega, con naciones que abarcan desde el viejo continente europeo hasta África o incluso Asia.
Así, Santiago de Compostela cuenta dentro de su territorio con una porción de Bulgaria, con un consulado honorario en Ramón Cabanillas, 14, y Uruguay, con su consulado general en República de El Salvador, 12.
Por su parte, A Coruña cuenta también con una nutrida representación extranjera dentro de su ciudad con los consulados honorarios de Bélgica (Avda. Arteixo, 15), Cabo Verde (Fernando Macias, 2), El Salvador (Real, 96) y Portugal (Juana de Veja, 23), así como con el consulado general de Panamá (San Agustín, 21).
En cuanto a Vigo, en la ciudad se encuentran los consulados honorarios de Perú (Policarpo Sanz, 3) y Rumanía (Concepción Arenal, 18), mientras que la ciudad de las Burgas, Ourense, cuenta con un consulado honorario de Filipinas (Paseo, 19). Por su parte, la provincia de Lugo no cuenta por el momento con representación diplomática, así como otras grandes urbes gallegas como Pontevedra o Ferrol.