6 abril, 2024
La risa es el mejor antídoto para la tristeza, puede llegar a curar heridas invisibles como el estrés o la ansiedad y, sino las cura, seguro que no las empeora. Reír en el peor momento de la vida puede hacer que uno se replantee las cosas, generando las dosis necesarias de energía, que nos permitan salir adelante y seguir luchando ante las adversidades.
El humor es uno de los grandes aliados de Champimuros (Santiago Caamaño, Muros, 1993). Detrás de ese saludo, tan particular como identificable con su: «¿Qué pasa gentuza?», se esconde un chico sensible, que disfruta de todo lo que está viviendo. Con los pies en la tierra. Siendo muy consciente de que las redes sociales le han dado mucho, pero sabiendo que si algún día todo esto termina, pueda reconocerse delante del espejo con orgullo.
El Diario de Santiago ha tenido la oportunidad de charlar con él y (ya de paso) reírnos un poco. Porque es innegable que todo lo que hace, lo convierte en risas…
¿Quién se esconde detrás del seudónimo artístico de Champimuros?
Detrás de Champimuros está Santiago Caamaño, más conocido por los amigos y la familia como Santi. Una persona que tuvo problemas personales durante su infancia-adolescencia con adicciones al juego.
El humor era mi vía de escape en su momento, y pasó de ser eso a convertirse en mi zona de confort. Ahora me dedico a ello.
¿Por qué ese nombre?
Champi era como me llamaban de pequeño, supongo que sería porque era bajito y tenía el pelo a la taza (risas), y Muros porque quería que mi nombre estuviera marcado por mis orígenes, en este caso, mi pueblo. Yo nací aquí y quería que estuviese reflejado en mi apodo.
¿Dirías que conquistaste las redes sociales o fueron ellas a ti?
Creo que fueron ellas a mí, yo simplemente quería hacer un poco más feliz a la gente, pero al final es la gente la que me hizo feliz a mí.
¿Cómo se lleva el ser conocido?
Es raro, además en tan poco tiempo… pero yo lo estoy disfrutando un montón. Si que es verdad que estoy yendo a terapia cada mes. Mi psicóloga me está ayudando a llevarlo todo, lo bueno y lo malo.
Se me hace extraño que por la calle me pare todo el mundo a pedirme fotos (risas).Pero acostumbrándome, y sobre todo, lo estoy disfrutando.
¿La terapia te está sirviendo?
Sí, me ayuda muchísimo. Porque yo, por ejemplo, el tema de los haters lo llevaba muy mal. No sabía si iba a estar preparado para perder mi dignidad. Además, hay que ser consciente que esto puede morir mañana, y quiero seguir siendo la persona que era antes, anónima, digamos.
Al final uno se acostumbra a este mundo y es importante que la gente que me rodea también aprenda a llevarlo. Por ejemplo, a mi novia le resulta muy complicado acostumbrarse a esto, pero poco a poco, estamos luchando para llevarlo de la mejor manera posible, que sea lo más fácil de llevar.
¿Notas mucha polarización en las redes sociales?
Sí, muchísima, muchísima. Yo quiero contestar a cada persona que me hace un comentario negativo, aunque sea destructivo. Siempre quiero responder, porque no les entiendo. El odio existe, por mucho que nos moleste y hay que convivir con ello. A veces, también tengo que aprender a ser consciente de la magnitud que tienen mis actos ahora, tanto a nivel personal, como a nivel vídeos. Con el tiempo te vas equivocando y aprendiendo.
Por cierto, a raíz del polémico vídeo en el que muchos jóvenes te cuentan que la ciudad más fea de Galicia es Ferrol, has llegado a recibir amenazas de muerte ¿Crees que las redes sociales pueden llegar a magnificar unas simples opiniones?
Yo la verdad que no me lo esperaba, ni cuando salió el vídeo ni antes. Porque lo editan las personas que me contratan y yo aún viéndolo, no aprecié ningún tipo de peligro. No es que pensase: “Buah me la liaron, lo editaron”. No, no, yo lo vi antes de que saliera y no aprecié nada raro.
Además, creo que en mi respuesta, en el vídeo en el que pido disculpas, la mayoría empatizó tanto conmigo que le “di la vuelta a la tortilla”. La gente de Ferrol hasta sintió empatía conmigo.
Ahora recibo muchísimos mensajes de gente de Ferrol, de hecho desde que hice ese vídeo no tuve ningún comentario negativo. Bueno…un mensaje ayer, pero sí que es verdad que ya me están aconsejando que no lea todos. Tengo una manía de leerlos y al final es muchísimo tiempo porque recibo cientos al día.
¿Qué ambiciones tiene Champimuros?
Hasta hace dos o tres meses yo nunca pensé en vivir de esto y luego fue un “y si, sí”. Ahora, también, me contactó una productora importante a nivel nacional para hacer shows en directo, que seguramente para finales de este año o principios del siguiente empecemos a hacerlos por toda España. Preparando algo más profesional, más serio y es ahí donde quiero centrarme un poco a medio plazo. Hacer algo presencial es mi cuenta pendiente. El directo me da un poco de miedo, pero mi ambición es esa: perder el miedo y profesionalizarme un poco más. No sólo hacer vídeos. Que a la gente le gusta mi humor es algo innegable, los números hablan por sí solos, por ello quiero convertir esto en mi trabajo y no sólo en un hobby en el que me lo paso bien.
¿Dónde te sientes más cómodo en Instagram o en Tiktok?
Yo subo vídeos en las dos plataformas, pero me siento mucho más cómodo en Instagram porque veo que los seguidores son más reales. Me refiero a que la gente le cuesta seguirme más en Instagram, que en Tiktok.
Justo ahora, tengo las cuentas casi a la par. Siempre tuve más seguidores en Tiktok que en Instagram, pero actualmente tengo 2.000 más en una que en otra. Creo que en Instagram interactúas más con la gente, la audiencia te ve como algo más “profesional” que en Tiktok.
Las marcas te contactan vía Instagram, los números que miran son también por Instagram y no por Tiktok.
¿Cuál es tu ideal de felicidad?
Mi ideal de felicidad es que mi cabeza no “pete”. Es decir, le tengo más miedo a la locura que a la muerte. Mi felicidad sería seguir disfrutando de lo que estoy haciendo, tener todas mis necesidades cubiertas. Poder ir al supermercado sin mirar lo que estoy pagando. Tampoco tengo una ambición económica de decir “quiero comprarme un Lamborgini”.
Yo a nivel económico me conformo con muy poco, por ejemplo: con no tener que echar 2,50€ de gasoil a final de mes, como tuve que hacer tantas veces porque no llegaba. Así que, en conclusión, sería llegar a final de mes cómodo, tener necesidades básicas cubiertas, y el día de mañana tener mi casita. Ser feliz, disfrutarlo y hacer feliz a la gente, que al final es por lo que empecé. No me di cuenta que iba a ser tan feliz con esto, mi idea era evadir un poco a la gente de sus malos momentos y creo que por lo que me escriben, lo estoy consiguiendo. Y si algún día me canso, quiero saber parar.
Sabemos que en el pasado fuiste una persona con ludopatía, y que a raíz de ello te volviste el “azote” de las casas de apuestas. ¿Quieres aprovechar la plataforma de Diario de Santiago para enviar un mensaje a otros jóvenes que estén pasando por el mismo calvario que tú en su día?
Yo siempre digo que “la vida no es un juego”. No todo el mundo que juega se vuelve ludópata pero sino juegas, no lo eres nunca. Recomiendo que no se inicien en ese mundo y si están pasando algún problema quiero decir que: pedir ayuda es de valientes, no es de cobardes. Al final, es un peso que cae sobre uno y muchas veces uno sólo no puede solventarlo. Levantar la mano y decir: mira, hasta aquí, tengo un problema. Cuesta hacerlo, porque a mí me costó muchísimo, pero una vez que pides ayuda, te rodeas de tu gente y cuentas con profesionales, se sale. Estuve en el pozo más hondo que hay. Al borde de no querer estar y repito, muy importante, pedir ayuda. Hablar con la gente que te rodea, que a veces lo comprenden mucho más de lo que parece a priori.
¿Algo más que te gustaría contarnos?
Reiterarme sobre el tema de Ferrol, que hay que medir la repercusión que puedan tener los vídeos, aunque la intención sea buena. El hecho de ser la cara conocida tiene sus consecuencias. Pedir disculpas a las personas que se sintieron ofendidas, pero realmente en ningún momento mi intención fue hacer daño a nadie, así que simplemente eso. Tengo que medir más, pero espero que quienes me vean, tengan un poco más de comprensión.