26 junio, 2024
1136.- Muere el ilustre Munio, obispo de Mondoñedo, uno de los tres autores de la Historia Compostelana y protegido de Gelmírez. Siendo obispo de Mondoñedo arregló la cuestión pendiente con el prelado de Santiago prestándole con otros varios señores juramento de fidelidad. Obligado a dejar su sede, se retiró a Santiago, en donde, con Gelmírez, fundó el monasterio de Sar “en donde debe estar enterrado”.
Los trabajos de construcción de este edificio se iniciaron a comienzos del s. XII, siguiendo los deseos del canónico y tesorero de la catedral, Munio Alfonso, que para tal empresa contó con el apoyo decidido de su amigo y superior, el poderoso arzobispo Diego Gelmírez, informa la web Santiago Turismo. Después de 22 años ocupando el cargo de obispo de Mondoñedo, Munio decidió retirarse voluntariamente en el año 1134, y lo hizo precisamente en las dependencias de este pequeño cenobio, cuyas obras nunca llegó a ver concluidas, pues falleció un par de años después.
Aunque los trabajos no se dieron por finalizados oficialmente hasta el s. XIII, fue precisamente Diego Gelmírez quien consagró la iglesia en el año 1140 y quien rubricó el diploma fundacional del pequeño monasterio, lo que sirvió para acoger en sus dependencias a la primera comunidad de agustinos de Galicia.
Durante los siguientes siglos, la comunidad vive una época de esplendor gracias a numerosas donaciones y exenciones por parte de la corona. Sin embargo, en el s. XVI, coincidiendo con la transformación del priorato en colegiata, y la posterior sustitución de la comunidad agustina por miembros del clero secular, comienza un periodo de declive que se acentúa a lo largo del s. XVII, momento en el que tanto la iglesia como su claustro sufren un evidente deterioro.
Ya durante el s. XVIII, en pleno auge del barroco compostelano, y gracias a la ayuda brindada por el monasterio de San Martiño Pinario, se llevan a cabo intensos trabajos de conservación y restauración, siguiendo para ello las recomendaciones e informes de algunos de los arquitectos más importantes del momento, como Domingo de Andrade o Fernando de Casas. Pero nuevamente, en el s. XIX, el edificio sufre un cierto abandono, y acaba convirtiéndose en una parroquia más de la Archidiócesis de Santiago de Compostela.
La magnífica iglesia conserva gran parte de su primitiva fábrica románica. En el exterior llaman la atención los robustos arbotantes construidos entre los siglos XVII y XVIII para proteger los muros septentrionales y evitar su derrumbe: bien fuese por un error técnico en la construcción, por la atrevida elevación de las naves laterales, por el corrimiento del inestable terreno sobre el que se asienta o simplemente por propia voluntad de quienes trabajaron en su construcción, los muros están visiblemente inclinados hacia el exterior, razón por la que hubo que rehacer la bóveda de cañón en su totalidad durante el siglo XVI.
El interior, de planta basilical y hermosas proporciones, impresiona por la inclinación de las columnas hacia las naves laterales, proyectando una fuerte sensación de inestabilidad. La pila bautismal, a la derecha de la puerta principal, es una interesante pieza arqueológica del siglo XII.
El interior del templo se comunica a través de la sacristía con un magnífico claustro, el único de la ciudad con vestigios del original estilo románico.
925.– Muere atormentado y despedazado por los moros, en cuyo poder se encontraba su tío el obispo Hermigio, a quien había ido a visitar, San Paio, hijo de Tui. Paio, que contaba solo 14 años de edad fue despedazado con tenazas en Córdoba y desparramadas por el Guadalquivir.