30 agosto, 2024
1813.- Batalla de San Marcial. Los gallegos, al mando del general D. Manuel Freire, derrotan al ejército de Napoleón, “gloria que no tiene compañera” escribe el célebre Lord Wellington en la proclama que el día 4 de septiembre del mismo año dio en Lesaca para excitar a los “españoles” a dedicarse a imitar “a los inimitables soldados gallegos”, de quienes dice que “cada uno merece con más justicia” que él el bastón de mando que empuñaba. “Dieciocho mil enemigos, exclama, con una numerosa artillería, desaparecieron como el humo para que no os ofendan jamás”.
El 31 de agosto de 1813 las tropas del Ejército de Galicia, del general Freire, infligen a Francia una derrota sin paliativos cerca de San Sebastián. La batalla de San Marcial fue especialmente cruenta, lo que no ha impedido que inspire una de las marchas militares españolas más representativas.
Al amanecer, entre la niebla, -recogemos el sucinto pero preciso relato que hace en su blog la Asociación española de soldados veteranos de montaña (aesvm.com)- siete divisiones francesas al mando del mariscal Soult atraviesan el Bidasoa para socorrer a su guarnición de San Sebastián, ocupando los altos arbolados de Irachával, con la intención de tomar San Marcial, que domina el paso del río. Cuando tratan de ocupar la relevante posición de Soroya, penetrando por la cañada de Ercuti, se encuentran con la decidida defensa de los soldados españoles de la 3ª división, que los rechazan con eficaz fuego de fusilería, e incluso a la bayoneta, una y otra vez. Entre los regimientos españoles estaba el de voluntarios de Asturias, cuyo joven coronel, Fernando Miranda, perdió la vida gloriosamente.
En su ataque por San Marcial los franceses también fueron rechazados por el regimiento de Laredo. Tras intentar un ataque desesperado, con el apoyo de su artillería, por el centro y la derecha de la línea de despliegue español, los franceses de nuevo se ven obligados a retirarse, pero enseguida pasan el Bidasoa e intentan atacar, una vez más, el centro del despliegue. Ahora se encuentran con la 1ª brigada de la 5ª división al mando del intrépido general Juan Díaz Porlier, acompañado del segundo batallón de Marina, que les combatieron hasta obligarles a retroceder hasta la falda del monte.
Otro intento de ocupar las alturas de Portó, a la izquierda del dispositivo de defensa español al mando del general José María de Ezpeleta, acabó con la toma de los franceses de las barracas de un campamento español. En su auxilio acude el general Gabriel de Mendizábal, que arrolla a los ocupantes. Los franceses abandonan sus posiciones y tienen que atravesar en retirada definitiva el Bidasoa por el puente de las Nasas al anochecer del día 31, en medio de una lluvia torrencial.
Un último intento francés de incursión en el despliegue de la 9ª brigada portuguesa fue frenado inmediatamente por Wellington enviando allí al general Inglis. El Duque de Wellington contempló la batalla desde su atalaya para luego referirse en estos términos al Ejército español y sus huestes gallegas en una arenga en el Cuartel de Lesaca, un 4 de septiembre de 1813: «Guerreros del mundo civilizado: Aprended a serlo de los individuos del Cuarto Ejército que tengo la dicha de mandar. Cada soldado de él merece con más justo motivo el bastón que empuño. Todos somos testigos de un valor desconocido hasta ahora; del terror, la muerte. La arrogancia y serenidad, de todo disponen a su antojo. Dos divisiones fueron testigos de este combate original sin ayudarles en cosa alguna y esto por disposición mía para que se llevaran una gloria que no tiene compañera”.
“Españoles: Dedicaos a imitar a los inimitables gallegos, distinguidos sean hasta el fin de los siglos por haber llegado en su denuedo hasta donde nunca nadie llegó. Nación española premia la sangre vertida por tantos cides (Cid, hombre fuerte y valeroso según el Diccionario de la RAE). Diez y ocho mil enemigos con una numerosa artillería desaparecieron como el humo para que no os ofendieran jamás».
975 (¿?).- El Martirologio de Wion y las crónicas señalan en este día la muerte del santo conde Osorio Gutiérrez, fundador del monasterio de Lourenzá en donde fue monje. Ningún autor fija el año del suceso. Su sepulcro, en la capilla de Santa María de Val de Flores, es de mármol “de color raro, entre blanco y cárdeno, manchado de azul y verde”. La piedra ofrece la particularidad de ser un tanto fosfórica y se cree que el conde la hizo venir de Jerusalén.
Existen una leyenda y un ritual en torno al sepulcro de Osorio Gutiérrez. La leyenda refiere su llegada por mar, flotando en las aguas como el sepulcro del apóstol Santiago. Está representada en el escudo de Lourenzá.
1549.- El marqués de Cortes escribe al Gobierno que no se remediará el mal que los corsarios causaban en las costas de Galicia, “si no se provee la cosa más de veras que hasta aquí”