5 abril, 2024
Una politóloga, fina analista, acaba de definir como “guerra civil incruenta” el panorama que se vislumbra entre las dos grandes formaciones en liza en España, con el agravante de que a esta crispación se unen Vox, Sumar y los independentistas, que de todo hay en la viña del Señor. Lo más preocupante es que, cada día más, los contendientes elevan el nivel de ferocidad en los ataques. Todo insulto es poco para triturar al de enfrente y cada debate se convierte en una escaramuza descarnada, a sangre y fuego. Es manantial que no cesa. Da miedo asistir con impotencia a la degradación, mentira, exageración y mediocridad de ambos bandos, situados a nivel de subsuelo. Como daños colaterales, hay que registrar el contagio al resto de la sociedad, ralentizar la resolución de problemas y las profundas heridas que deja. Hará falta tiempo, generosidad y sentidiño para cauterizar tantas heridas. Es hora de clamar ¡¡ya está bien!!
Esa especie de guerracivilismo al que asistimos atónitos los ciudadanos, que casi pone los pelos de punta, está modificando los hábitos de quienes han pasado de sintonizar telediarios a preferir entretenimiento. Y mejor no hablar de los impresentables debates, que son la Torre de Babel de nuestros días. Todos hablan a la vez y ninguno se entiende. ¿Para qué sirven los moderadores? Un breve repaso a los últimos coletazos de esta especie de tragedia griega en pleno siglo XXI se resumen en la sarta de barbaridades recogidas ayer en Diario de Santiago, que tienen como protagonista a esa rara especie de ser humano que es el ministro Oscar Puente, número 1 en el Ranking de la Crispación. Por cierto, Patxi López no le va a la zaga. ¿Alguien le ha visto algún día de buen humor?
Algunos titulares de las últimas horas nos remiten a desde quienes acusan al presidente Sánchez y a su esposa Begoña Gómez de robar y traicionar al país, a que Yolanda Díaz pagó sus vacaciones en el Caribe con los presupuestos del Estado; a Vicente Valles que ridiculiza al ministro de Justicia, o Ayuso enzarzada con Lobato a quien define como “sanchista de m….”; o Boadella, que acusa al nacionalismo catalán de “xenófobo y que está jod…endo a España”. Por otra parte, el senador popular Valerio Mejías, harto de insultos, revienta contra el socialismo gobernante a la vez que Rubiales tira de la manta, desvela su amistad con el presidente Sánchez y desliza una amenaza encubierta en el sentido de seguir largando. En fin, el relato de un día cualquiera es interminable. Tan mal hablan unos de los otros que acabaremos convencidos de que todos son lo mismo. Y puede que no estemos alejados de la verdad. La situación es insostenible. Nos sentimos dolorosamente hartos.
El periodista recuerda que en los años duros, pero esperanzadores, de la Transición existía una cierta ética entre las élites dirigentes, marcada por el respeto a los demás Se forjaron alianzas entre no iguales, unidos con el objetivo común de servir a los ciudadanos. Tenemos como ejemplo paradigmático al que fue el último presidente de las Cortes franquistas, Torcuato Fernández Miranda, confidente del monarca y antes profesor de quien reinó como Juan Carlos de Borbón. Pasó a la historia por su contundente frase origen del cambio: “De la ley a la ley pasando por la ley”, que posibilitó dar el salto de una dictadura a la democracia que hoy disfrutamos. Uno de los episodios destacados de la época se produjo en pleno rifirrafe partidario en el Congreso, cuando un parlamentario de la oposición le trituró en pedazos por desacuerdos. El afectado, se levantó solemnemente de su escaño, y dijo: “Yo le respondo a usted con el más absoluto de mis desprecios”. Y ahí acabó todo el lio.