4 abril, 2024
Nacido en O Porriño y tras vivir parte de su adolescencia en Cambados, Javi Cal también se convirtió en compostelano por adopción cuando llegó a la capital gallega. A Santiago lo trajeron sus estudios en Relaciones Laborales en la USC, pero, sobre todo, el Obradoiro y un amor por el baloncesto que ha terminado por ser el motor de su vida y le ha llevado a convertirse en todo un ‘trotamundos’ de la canasta a pesar de su juventud.
Aquellos tiernos años ejerciendo de director de orquesta sobre el parqué en la provincia de Pontevedra, en los citados Porriño y Cambados, fueron solo el inicio de una aventura que lo llevaría a hacer una ‘pequeña’ escala en Compostela para más tarde volar por todo el mundo.
Hoy afincado en Beer Sheva (Israel), y tras cambiar el parqué por los banquillos, define aquellos años de aprendizaje en la céntrica Plaza Roja como “imborrables” y trata de convivir de la mejor manera con un contexto que el mundo entero observa desde la lejanía con preocupación.
-El baloncesto es casi casi tu vida ¿Cuál es tu primer recuerdo botando un balón junto a una canasta?
– Quizás uno de esos días que iba a ver a mi padre jugar la pachanga con sus amigos, o alguno de mis primeros entrenamientos en las escuelas deportivas de O Porriño, con unos 4 o 5 años; con Darío como entrenador.
-Háblanos un poco del ‘viaje’: Porriño, Cambados, Santiago…
-Porriño es el pueblo donde crecí, vivimos ahí con la familia hasta que con 14 años tocó mudarnos a Villalonga, una aldea de Sanxenxo. Ahí empecé a jugar en Cambados, coincidiendo con la mejor etapa de la historia del club en la que se consiguió el campeonato en Liga EBA, con ascenso a LEB Plata, e incluso playoffs en esta categoría. Con 18 decidí ir a estudiar a Santiago y ahí empecé a jugar en el Obradoiro, todavía la cantera y segundo equipo eran un proyecto por hacer. Fueron 7 años que son difíciles de resumir, prácticamente hice de todo: jugador desde autonómica a EBA incluyendo una corta etapa en ACB; entrenador de cantera, tutor de la residencia de jugadores… un aprendizaje increíble.
-Si tuvieses que destacar algún punto de todo ese proceso, ¿cuál sería?
-Quizás cómo me ayudó el mudarme a otro pueblo, que me obligó a adaptarme, y conocer gente nueva. Creo que ahí pasé a ser más extrovertido y aprendí a disfrutar de lo nuevo.
¿Por qué base?, ¿qué necesita uno para ser un buen director de juego?
-En Porriño jugaba más bien de 2. Tenía dos compañeros en la selección gallega que jugaban más con el balón; al llegar a Cambados me tocó asumir más responsabilidad y asumir esa posición.
La lista de habilidades que necesita un base puede ser interminable y depende del estilo de juego del entrenador; destacaría entendimiento o lectura del juego, capacidad de tiro y pase, y liderazgo.
-¿Qué significó el Obradoiro y Santiago para tu carrera?
-Fueron unos años de crecimiento, en todos los sentidos. Pude aprender de entrenadores increíbles, tuve compañeros de muy alto nivel, me empapé de baloncesto. Y fue la primera vez que creí que podría dedicarme de alguna manera profesionalmente a esto.
– Otra de tus experiencias fuera fue la de Islandia, ¿cómo te fue allí?
-Islandia fue una experiencia difícil porque coincidió con la pandemia a nivel mundial. Después de 4 meses allí se canceló la competición y tocó decidir si volver o quedarse esperando a que retomase. Decidí volver.
Toda una experiencia el ser un extranjero en la liga, adaptarse a un básket completamente distinto. En el momento, en algunos aspectos lo llegué a pasar mal; ahora lo veo como la mejor experiencia que pude tener.
– Los entrenadores acostumbran a decir eso de que lo que más odian de ver el juego desde la banda es no poder saltar ellos mismos al parqué… ¿te pasa algo similar? ¿cómo es la transición de jugador a técnico?
-No, la verdad que no. Ya como jugador quizás me metía demasiado en tareas del entrenador, disfrutaba de ayudar en ese aspecto. Ahora mato el gusanillo jugando 1 o 2 veces a la semana con amigos y es más que suficiente.
– Resulta imposible no preguntarte por Israel… ¿cómo viviste aquellos primeros días de conflicto?
-Pues obviamente fue complicado, desde casa escuché más de 30 alarmas por bombas en las primeras horas de la mañana. Ver colinas de humo desde el balcón de casa es algo que impresiona.
El club tomó medidas rápidamente con todos los extranjeros y en 3 días estábamos en casa.
-¿Cómo es tu vida hoy allí? Háblanos de la ciudad y del día a día
-Decidí volver porque la situación en mi ciudad está tranquila. La vida en esta zona ahora es prácticamente igual que antes. (Beer Sheva) Es una ciudad de 300 mil habitantes, en el desierto del Néguev. Ciudad con muchos estudiantes universitarios.
Es una zona de Israel con más cultura oriental, tanto musulmanes como judíos de origen marroquí, iraquí o de Yemen y eso también se nota en cosas del día a día con respecto a otras zonas del país. A mí, personalmente, me gusta.
– Tus padres, familiares, amigos… ¿te preguntan mucho acerca de cómo es vivir en Beer Sheva?, ¿qué les contestas?
-Sí, ahora ya conocen porque mis padres ya estuvieron aquí. Mi hermana venía con mis tíos la semana que empezó la guerra y lo cancelamos. Pues saben que hago lo que me gusta, que hace buen tiempo, que me tratan muy bien en el club y que tanto familias de jugadores como compañeros de trabajo son muy acogedores.
– ¿Cómo transcurren las competiciones deportivas en un contexto así?, ¿qué impacto tiene en tu trabajo y en lo cotidiano?
-Hay equipos en el norte del país que están jugando en otros pabellones ya que sus ciudades se encuentran desalojadas. Hay bombas desde el Líbano casi a diario. Desde Haifa hacia el sur, todo con absoluta normalidad.
En mi día a día, por suerte, no me afecta.
– ¿Cuál es el siguiente capítulo de la aventura?, ¿qué objetivos tienes?
-Por el momento, ver qué opciones hay este verano y como está la situación aquí. No me cierro a ningún sitio.
Y como objetivo, seguir siendo entrenador profesional allí donde pueda haber un buen proyecto.
-Mirando hacia atrás, ¿cambiarías algo?, ¿de qué te arrepientes?
-Sin lo que vivimos en el pasado no seríamos quien somos ahora.
Una ronda rápida….