Juicio contra Alfonso Basterra y Rosario Porto. Foto: EFE
1 septiembre, 2025
“Cuando mis amistades supieron que estaba escribiendo sobre ‘el caso Alfonso Basterra’, me preguntaban con sorpresa por qué había elegido ese tema. Un amigo mío llegó a decirme que no podía creer que todo el mundo se hubiera equivocado y yo fuera el único en descubrir el error”, relata Julián Peña. Y no es para menos.
Porque hablar de Asunta Basterra y su trágico asesinato, hace ya más de 11 años, supone referirse a uno de los episodios más mediáticos, polémicos y truculentos no solo de la capital compostelana, sino de toda la historia de nuestro país. Al respecto se han escrito ríos y ríos de tinta, se han filmado documentales e incluso recientemente se estrenó en Netflix una serie de gran éxito que volvió a poner de actualidad un hecho de tal magnitud.
Ante esto, uno podría llegar a pensar que poco o nada queda por decir que no se haya dicho ya acerca de este caso… ¿o tal vez no sea así?
Precisamente para Peña, veterano profesor de latín en el País Vasco y también licenciado en antropología, quedaba muchísimo por decir. Él mismo, tras una exhaustiva y profunda investigación, se decidió a hacerlo, pero desde una perspectiva diferente y nunca antes vista, desafiando las narrativas establecidas y yendo un paso más allá al atreverse a cuestionar firmemente la culpabilidad de Basterra a través de su libro.
“No soy exactamente el único que cree que Alfonso Basterra es inocente, pero sí es cierto que es una opinión muy poco habitual”, confiesa.
Nacido en Bilbao en 1964 (curiosamente en el mismo lugar y el mismo año que el propio Alfonso Basterra, si bien jamás llegaron a conocerse), hoy reside en San Sebastián y ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza y a la escritura, publicando obras en euskera y castellano. A lo largo de su carrera, ha creado un variado repertorio que incluye narraciones satíricas y de ciencia ficción, además de un diccionario escolar de latín-euskara-castellano y una traducción de la «Apología de Sócrates». Con todo, es bien probable que nada de esto pueda compararse a la decisión y el trabajo de abordar un caso que no estuvo exenta de dudas. Tal y como confiesa el propio Peña, esa reacción escéptica de algunos allegados lo llevó a reflexionar sobre su papel en la defensa de alguien ya condenado por la opinión pública y los medios.
“¿Qué pinto yo en esto?, ¿qué tengo que ver yo con este caso?, ¿cómo me metí a defender a alguien ya condenado por todo el mundo, todos los tribunales y todas las cadenas de televisión?”, llegó a preguntarse el profesor, quien, sin embargo, no dudó en echar el resto y seguir adelante, profundizando en los hechos.
Según comenta, Peña se interesó en el caso de Alfonso tras la lectura de un libro de Cruz Morcillo sobre el asesinato de Asunta, que ya había tenido lugar varios años atrás, al igual que el impactante suicidio de su madre, Rosario Porto.
“Tenía un doble interés”, explica. Por un lado, varios detalles del suceso habían llamado poderosamente su atención. “¿Por qué habían detenido al padre si era la madre la que aparecía en una grabación con la hija y era ella la que había mentido a la policía y luego había cambiado de versión?, ¿cómo podía afirmarse en un veredicto que, si un acusado no ha sido grabado por ninguna cámara, puede ir oculto en la parte trasera del coche? Había estudiado primero de derecho antes de torcerme hacia las lenguas clásicas y eso era una barbaridad. La barbaridad fue corregida por el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, pero aun así lo condenaban a la misma pena, por colaborar y participar con el mismo grado de responsabilidad. Entonces ¿daba igual que lo hubiera hecho o no?”, cuestiona.
Por otra parte, también le motivaba el encontrar un argumento para una “narración sórdida, con detalles escandalosos”, pero fue a medida que investigaba cuando se dio cuenta de que estaba ante un tema mucho más complejo: “No había ninguna prueba de que Alfonso Basterra hubiera matado a su hija. Los argumentos contra él, argumentos por los que había sido enjuiciado y condenado, eran totalmente inconsistentes, a veces no pasaban de insultos a la inteligencia”, afirma el profesor, quien de repente cayó en la cruda realidad de que su novela sobre un crimen macabro había terminado por convertirse en un relato sobre un error judicial… sin embargo, podría decirse que aquello no hizo sino motivarle aún más en su investigación.
Buscó información adicional en el libro de Mark Guscin («Lo que nunca te han contado sobre el caso Asunta») y se sumergió en recursos legales, series documentales y respuestas de tribunales que aparecían en línea. Su búsqueda de información lo llevó incluso a conectarse con abogados y periodistas, tratando de desentrañar la verdad detrás de la condena de un Alfonso Basterra cuya historia lo llevó a casi replanteárselo todo.
“A menudo me venía a la mente un reparo muy serio: ¿cómo convencer a la gente de la inocencia de un padre que había llevado a su hija a clase con síntomas de haber consumido orfidal?, ¿mi esfuerzo serviría para algo?”, nos confiesa Peña, quien incluso rememora ese escepticismo de algunos que, tras leer el libro y a pesar de reconocer ciertas incongruencias, no paraban de plantearle una cuestión más que recurrente: ¿cómo puedes defenderlo?
“Porque todo lo que se ha dicho y escrito sobre Alfonso Basterra, a veces cierto y a veces inventado, nos confunde y nos distrae de lo que sí se sabe: no hay ninguna prueba de que Alfonso Basterra saliera de su casa la tarde del crimen, no hay ninguna prueba de que lo planeara ni de que colaborara y, desde luego, Alfonso Basterra no dominaba a Rosario Porto ni podía manipularla para que ella cumpliera sus deseos”, afirma nuestro autor.
Con todo, dentro de este caso tan plagado de interrogantes que sobrepasan por mucho a las certezas con las que contamos, en la cabeza de Peña resonaba uno por encima de todos los demás. Si de verdad un hombre inocente podría ser condenado y convertirse en el criminal más odiado del país como consecuencia, en gran parte, de la fallida cobertura mediática y de un sistema judicial que a veces parece simplemente actuar sin justicia.
Es justo decir que no sería la primera vez que sucede algo similar. La coruñesa Dolores Vázquez o Sally Clark, Lindy Chamberlain y Lucia de Berk fuera de nuestro país son el mejor ejemplo de esta realidad, pero, también es conveniente señalar algo bien cierto, y es que, tal y como señala este, la presunta inocencia de Alfonso Basterra no es una noticia muy comercial.
De hecho, en cierto modo el profesor vasco incluso se resigna al afirmar que “seguramente no valga la pena intentar defender a Alfonso Basterra”. En este sentido, el Supremo confirmó la sentencia años atrás y resultaría difícil el crear un movimiento que apoye la presunción de inocencia de alguien tan denostado y arrastrado por el fango de la prensa y las cadenas televisivas.
Sin embargo, la detallada y profunda investigación y el trabajo de Peña sí tiene para este un propósito muy claro.
“Al menos, quede para el recuerdo una instrucción deficiente y parcial, así como un auto de apertura de juicio oral, tan lleno de contradicciones, razonamientos pueriles y supuestos infundados que debería ser estudiado en la escuela judicial y en todas las facultades de derecho de nuestro país”, reflexiona.
EDITORIAL
Por nuestra parte, desde DIARIO DE SANTIAGO, y tirando de la analogía empleada por el propio Peña, nosotros no buscamos ni mucho menos una “noticia comercial”. Tan solo, movidos por la naturaleza de esta nuestra profesión, buscamos una sola cosa: hacer periodismo. Esto es, recabar información y datos y ser valedores de la responsabilidad que dicho oficio nos confiere: la de ir tras la verdad, la de ser intermediarios entre esta y la opinión pública y, sobre todo, la de escuchar y dar cabida a todas las voces que existan en esta sin distinción.
Justo por eso, por nuestro afán irrenunciable de poner blanco sobre negro, decidimos volver sobre este caso que conmocionó a la capital compostelana y a todo un país. Analizando, recabando, escuchando, corroborando…
Y es que si bien, a priori y tal y como señala el autor, el papel de los propios medios de comunicación en este preciso caso refleja en buena medida algunos de sus grandes defectos y la capacidad de los mismos para influir en la opinión pública y (por consiguiente y sobre todo) en un proceso judicial, nuestra máxima es la de alejarnos de ese plano.
Nosotros huimos de eso. Nosotros, desde el instante mismo de nuestro humilde nacimiento como diario independiente, solo perseguimos una cosa: trabajar incansablemente con la mayor objetividad y diligencia para ser el altavoz de los hechos para aquellos que nos leen y que confían en nuestro trabajo. A quienes, huelga decirlo, les estamos profundamente agradecidos.
Justo por eso, desde nuestro diario decidimos hoy dar inicio, con este primer capítulo, a un especial a través del cual diseccionar todo cuanto conocemos, todo cuanto creemos conocer y todo cuanto el exhaustivo trabajo del profesor Peña nos aporta con un único fin: dar con los hechos. Justo por eso nos cuestionamos:
¿Y si Alfonso Basterra, padre de Asunta, no fue tan culpable como dice la sentencia?
INFORME BASTERRA COMPLETO
Capítulo I – ¿Y si Alfonso Basterra, padre de Asunta, no fue tan culpable como dice la sentencia?
Capítulo II – Las 37 cámaras que nunca vieron a Alfonso y los hechos no probados
Capítulo III – ¿Una testigo «totalmente creíble»?
Capítulo V – Cómo el relato mediático dibujó a un monstruo llamado Alfonso
Capítulo VI – Una mujer subyugada frente un matrimonio de dependencia práctica
Último capítulo – Las 16 razones que cuestionan que Alfonso sea culpable