La escritora Ledicia Costas asegura que en Galicia hay una tradición en torno a la brujería que persiste en la actualidad. EFE/ Xoán Rey
21 mayo, 2024
La escritora viguesa Ledicia Costas asegura que en Galicia hay una tradición en torno a la brujería que persiste en la actualidad, solo que está cubierta por un velo porque «no se suele hablar de ello» y es un tema «tabú». Sin embargo, con su nueva novela, «Piel de cordero», se adentra en este «oscuro» mundo a partir de la historia de dos mujeres, conectadas por lo sobrenatural.
«Muchas personas en Galicia han acudido alguna vez en su vida a una bruja», señala Costas (Vigo, 1979) en una entrevista con Efe, en la que asegura que para su nueva obra decidió visitar ella misma varias consultas de brujas y descubrió que es un mundo que le sorprendió «mucho» porque está más arraigado en la sociedad de lo que la gente cree.
«Pregunté a muchas personas que conozco si veían a brujas, si habían ido alguna vez y si iban en la actualidad. Para mi sorpresa, alrededor del 60 % de las personas que conozco me dijeron que sí», afirma.
Pedir consejos, contar secretos o intimidades, remedios para los celos, envidias o males de amores, ahuyentar espíritus, quitar el famoso «aire», echar las cartas o hacer «limpiezas» son algunos de los servicios que realizan estas brujas del siglo XXI.
En «Piel de Cordero», publicado por Xerais en gallego y por Destino en castellano, Costas narra la vida de dos mujeres separadas por siglos pero conectadas por un hecho insólito.
La primera parte de la novela cuenta la historia de Catalina, que pertenece a una estirpe de brujas en los últimos años de la Inquisición, a principios del siglo XIX.
Catalina se cría en Merlo, en el monte, y es una mujer «libre, salvaje, que conoce las fuerzas de la Naturaleza» y que recibe en su consulta a distintos enfermos con todo tipo de dolencias.
La joven hereda de su abuela conocimientos sobre plantas medicinales, ungüentos y pócimas, saberes sobre los que Costas se ha documentado para retratar los ritos y remedios de la época.
Tras una serie de acontecimientos, Catalina debe huir y acaba viviendo en el Palacio de Oca, donde tiene que cumplir una importante misión.
Por otro lado, la segunda parte de «Piel de cordero» se centra en Lola, una mujer que vive en la actualidad y que atraviesa una crisis existencial.
Lola, una mujer escéptica y que no cree en lo sobrenatural, empieza a entrar en contacto con fuerzas que no comprende. La ruptura con su pareja, sus dudas sobre la maternidad y el desbloqueo de recuerdos que había olvidado le provocan un colapso que la hará conectar con Catalina de una forma sorprendente.
Para Costas, el tema de la brujería en Galicia da «para estudio antropológico». Ya ella de niña estuvo siempre muy interesada por la fantasía, las historias góticas o de terror y todo lo que tiene que ver con los espíritus y el Más Allá.
«Hasta ahora no había tratado este tema en una novela para adultos. Quería escribir una novela para adultos que le abriera la puerta a la fantasía», asegura la autora, que dice que de pequeña conoció a una bruja real y que eso le causó «un gran impacto».
«Recuerdo sobre todo mujeres que desfilaban en la consulta de la bruja, que estaba en un bar, para ir a verla. Yo las observaba totalmente fascinada. Le pedía a mi madre ir a ver a la bruja porque además respondía al arquetipo que todos conocemos, con las uñas largas, rojas, los dedos retorcidos, el pelo cardado, joyas colgadas…», explica.
La pasión de la escritora por las historias de miedo, los cuentos macabros y la fantasía la llevaron también a interesarse por la figura de Santa Catalina, una mártir que en el siglo IV fue decapitada.
En su novela, el personaje de la primera historia está basado en ella y en todas esas mujeres «analfabetas» pero que eran «verdaderas sabias de su tiempo».
«Cuando una mujer era partera y asistía a otra a dar a luz enseguida empezaba a ser sospechosa de ser bruja, con lo que ello conllevaba. El libro también habla de todas las violencias que sufrimos las mujeres a todos los niveles. Nunca nos dejaron decidir cuestiones sobre nuestro propio cuerpo y a día de hoy somos herederas de eso», afirma la escritora.
Pone el foco en la violencia obstétrica y en todas esas cuestiones que hacen daño a las mujeres y sobre los que hay cierto miedo o tabú a la hora de hablar. También atraviesa el tema de la maternidad y las dudas que se generan, puesto que hay «cierta presión social» y «un reloj biológico» que representa «una cuenta atrás».
En cuanto al estilo, Costas define la novela como «oscura y animal», sobre todo su primera parte, ya que en la segunda «hay un cambio de registro».
La autora, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2015 y que también cultiva la poesía -su anterior obra, «Ultraluz» obtuvo el premio Afundación-, dice que le gusta mucho «experimentar», explorar «nuevos caminos» y «salir de su zona de confort».
«No sería capaz de escribir siempre novela criminal o romántica, de encasillarme en una categoría literaria. Ya es una marca de la casa, cada novela que ofrezco es bastante diferente a la anterior», asegura, aunque reconoce que todas están «conectadas» y en ellas siempre hay un universo «oscuro» en el que la fantasía «tiene mucho poder».