1 septiembre, 2024
Como de conocimientos de la historia no tan lejana andamos como andamos, la educación y el respeto por el bien común brillan por su ausencia, los salvapatrias proliferan como setas en otoño y en este mundo, donde dice el refrán que hay de todo, no faltan seres con unas cuantas neuronas de menos en sus atrabiliarios cerebros, que ya dice Carlos Herrera que en España hay más tontos que botellines, no es extraño asistir a actos vandálicos como el ocurrido en el municipio de Mondariz-Balneario donde, tras conocerse la condena de su nieto, unos desalmados no tuvieron mejor idea que hacer su particular ejecución de sentencia condenatoria –justicia retroactiva en este caso- vandalizando el monumento que el municipio había erigido en 2004 en memoria y agradecimiento del célebre actor Sancho Gracia, protagonista de series tan icónicas como el recordado Curro Jiménez.
Precisamente en esa serie emblemática se fijó el escultor Jaime Morales para la realización del monumento y que no pretendía más que expresar el cariño, la admiración y la gratitud que la comunidad de Mondariz profesaba por el actor, asiduo visitante de la localidad, y quien, como descendiente de gallegos que era, nunca puso impedimento para participar en cuantas iniciativas se le proponían para la promoción de Galicia y lo gallego, como bien demostró a la Xunta de Galicia.
El acto de inauguración supuso, como era lógico, una muy entrañable jornada para su familia presente en la inauguración, tanto para su esposa Noela, como para sus hijos Félix y Rodolfo Sancho, su nieto Daniel y su hermana Lucía.
Tras el vandalismo sufrido, el regidor local, César Gil, decidió la retirada del busto sin que, por ahora “tengamos previsto volver a colocarla”, según recogía un periódico madrileño al hacerse eco de sus palabras.
En torno a la familia Sancho Gracia y concretamente de las vicisitudes judiciales de su nieto Daniel, lleva la prensa haciendo un circo mediático. Todo, por un desgraciado suceso que, en todo caso, debiera llevar a “odiar el delito y compadecer al delincuente”, expresión que nuestra paisana Concepción Arenal elevó a categoría al hacerse eco de un antiguo dicho popular.
Relacionar este suceso con el abuelo de su protagonista es confundir velocidad con tocino y evidenciar que por veces la masa gris se ausenta del cerebro de tan desalmados protagonistas.
Pero, aun entendiendo esa retirada del busto del actor, que suponemos provisional en tanto el caso del nieto sigue convirtiendo la prensa decente en el más deleznable amarillismo, no cabe pensar que el regidor brindará a los descerebrados protagonistas la satisfacción de cobrarse el triunfo de su atolondrado hecho. Porque el busto debe volver, antes que tarde, a su peana, el concello extremar la vigilancia –nada difícil en estos tiempos de modernidad tecnológica- y los autores, de descubrirse, recibir el ejemplar castigo que sirva de aviso a navegantes.
No hacerlo así es prolongar el despropósito, incitar a nuevos actos contra nuestro patrimonio y, por fin, ¿una subconsciente idea de lo procedente del acto vandálico?