7 junio, 2024
Como Dios los da y Sánchez los junta, lo más suave que puede decirse de la nueva ministra de Sanidad y lideresa de la formación Más Madrid, Mónica García, es que ella pasó por la Universidad en sus estudios de Medicina pero no hay constancia alguna, antes al contrario, que la Universidad haya pasado por ella y nos tememos que sea ya demasiado tarde. Una definición, que no crítica, que es igualmente aplicable a la mayoría mayoritaria de un Gobierno que tendría dificultades para optar a una plaza de PNNs. Les puede tanto la visceralidad, la fijación ideológica, que son incapaces de analizar los temas de su propia competencia, aquellos en los que cabría suponerles documentados, a la luz de los datos, la razón y hasta el reconocimiento internacional. Les puede más la irracionalidad. Y se nota.
Así ocurre con la flamante ministra de lo sanitario, llegada al cargo por la única meritocracia del reparto partidista y sin que quien la puso ahí tuviera el valor de rechazarla dados sus numerosos y sectarios precedentes en la Asamblea de Madrid, algunos de ellos orillando la legalidad, hasta con manifiestos gestos públicos de gánster en la Cámara autonómia. La ministra se descuelga ahora con la ya habitual en ella demonización de la sanidad privada -¿Sabrá algún día, con datos fehacientes, que si se cierra ésta el sistema sanitario español se va al carajo, o “a la mierda”, como dice su jefa de filas, tan educada ella?
Y como el dinero no es de nadie, que se escuchó en La Moncloa y por autoridad por encima de la ministra, cree que lo mejor es eliminar el copago farmacéutico, que ancha es Castilla y ya proveerán los bolsillos de los ciudadanos vía impuestos. Pues ésta es la que predica cargar tipos a los ricos y resulta que allí donde se da esa gradación en función de la renta, el pago farmacéutico, va y quiere quitarla. Pero por Dios, ¿qué les dan en el desayuno a esta tropa?