22 junio, 2024
Mañana, lunes, está previsto que la Corporación municipal santiaguesa se pronuncie sobre una iniciativa del Grupo de Gobierno que, a juicio de este cronista, es la de más positiva y de más favorable proyección de futuro adoptada desde hace mucho tiempo en Raxoi: El intento de recuperar para la ciudadanía que la habita una ciudad antes de que acabe por convertirse en el cartón-piedra, el telón de un escenario que tras de sí oculta las vergüenzas del abandono en que se está convirtiendo y hacerlo justo ahora, tarde pero aún con tiempo de revertir la situación y volver a la concepción histórica de lo que, desde Aristóteles, es una ciudad: el espacio de vida de los ciudadanos en un espacio contenido, limitado, finito de modo que pueda ser bella, virtuosa, autosuficiente, gobernable y controlable, que quería el clásico.
En Compostela hace mucho tiempo que se han ido al traste muchas de las virtualidades apuntadas por el filósofo y, camino del desastre final, suponíamos que sólo una formación de izquierdas –como el PSOE de Felipe González respecto de la revolución industrial- era capaz de dar ese paso inicial que sacara a la Corporación de su tradicional modorra y se aviniera a resistir y hacer frente a la interesada y particularísima intimidación de los grupos de presión del turismo –que en Santiago se multiplican como setas y con evidentes signos de influencia- en favor de quien por derecho debe tener el privilegio de vivirla, el ciudadano que la habita.
La propuesta de BNG y Compostela Aberta, valiente sin duda, era evidente que habría de nacer con la sospecha de las muchas zancadillas que habrá de sufrir de quienes anteponen otros intereses a los de la colectividad. Por eso, estamos aún a años luz de conseguir llegar al final del túnel. Pero el de mañana, aún en su anunciado fracaso, es un primero y capital paso. La primera luz que se enciende en esa largo y sinuoso recorrido.
Fracaso porque el PP, que apenas gobernó una ciudad que nunca entendió -como bien sabía su líder Manuel Fraga- sigue más ocupado en la oposición que en la construcción, en la crítica antes que en la propuesta y, cuando las hace, sorprende con perogrulladas del orden de “nos están prohibiendo a todos disfrutar en el futuro de nuevas heladerías, nuevas cafeterías, nuevos restaurantes y nuevas tiendas de ropa en nuestro casco histórico”, que es toda una definición de necesidades de un conglomerado urbano. Seguro que el autor de tal majadería nunca buscará en el casco histórico ni un dedal, ni una goma de borrar ni una bombona de butano. Ese es el nivel. Bueno, y lo que se vislumbra de las interferencias de los poderes fácticos a la hora de formar opinión.
Lo del PSdeG tiene menos pase todavía, habida cuenta de que gobernaron durante bastantes legislaturas la ciudad con ese claroscuro que supuso el esplendor de la primera época frente al amilanamiento de la segunda. Pero es que en esa permanente deriva de jefes y representaciones, de navajazos y ninguneos tan propios de la formación gallega, incapaz de levantar cabeza, es el líder de la formación, ajeno a la Corporación, el que fija postura. Lo que llevaría a pensar que tendría que ser conforme a la idea de los socialistas frente a la grave amenaza ciudadana que representan los pisos turísticos. Pues no. El PSdeG, en su permanente deriva, anuncia su abstención a la propuesta del equipo de Gobierno justo el mismo día que un alcalde socialista, el de Barcelona, Jaume Collboni (PSC), que conoce el problema más directamente por haber surgido allí con unos cuantos años de antelación, anuncia que en noviembre de 2028, ¡¡¡en apenas cuatro años!!!!, no quedará en la capital catalana ninguna de las 10.000 viviendas que actúan, actualmente, con licencia turística.
Puede que, como acaso suceda en Compostela, la intención del alcalde socialista barcelonés se quede en un brindis al sol por la serie de piedras en el camino que habrá que superar gracias a las triquiñuelas legalistas de quienes ni se molestaron en consultar con urbanistas y geógrafos. Pero ya nadie les quitará -a los de allí y a los de aquí- haber visto a tiempo la degradación a que puede conducir un monocultivo económico en una ciudad que hace tiempo que renunció a sus inmensas posibilidades de diversificación económica, sanitaria, investigadora y social para supeditarlo todo a la absoluta dependencia turístico-religiosa. Porque también en la cinco veces centenaria Fonseca, y respecto de la Corporación municipal, quod natura non dat…