3 agosto, 2024
Tomado a rechufla por el pueblo gallego, sin duda por la distancia –y no en kilómetros- de categoría de los dos eventos, el anuncio del pretendido eje Berlín-Silleda que el entonces presidente Fernández Laxe pretendía para el recinto agroindustrial de la localidad pontevedresa tenía en su propio enunciado una llamada de atención sobre cómo reconducir la feria que nos era autóctona, porque todas ellas, incluida la de Berlín, tuvieron que dar algún día el primer paso. Pudo más la rechufla y Laxe se concentró en esa impagable tarea de decirnos por qué derroteros debe ir nuestra economía sin que sus certeras palabras tengan mucho éxito en San Caetano. Y así nos va.
Un nuevo eje surge ahora. El de Priegue (localidad del municipio pontevedrés de Nigrán) y la localidad cordobesa de Coria del Río, esta vez unidos por la excepcionalidad del sentido común. Y ¡Vaya si es digno de celebrar!
Porque la localidad pontevedresa, como la cordobesa, ha tomado la decisión –a través de la comisión de fiestas- de renunciar al tradicional lanzamiento de los fuegos artificiales en las fiestas del Buen Jesús, para evitar que las personas que son vulnerables a los ruidos sufran los efectos de tanto palenque.
En los pueblos de la Galicia interior solía distinguirse las fiestas de cada pueblo en función de si primaba el pote, el ruido sin sustancia, o las orquestas de tronío. La peor parte la llevaban, claro, esas fiestas sustentadas en el trampantojo de mucho foguete y poco pote y menos orquesta, en una muestra del quiero y no puedo.
Asentada en lo más profundo de nuestra tradición, todos los esfuerzos de los sucesivos Valedores do Pobo por atender las justas reclamaciones de quienes querían que se respetara su derecho al descanso y la prohibición de la contaminación sonora solían caer en saco roto. Es decir, siguen cayendo en saco roto. Pregúntenlo, sino, a quienes viven/vivimos en las inmediaciones de algún restaurante dedicado a banquetes de boda. No hay ocasión en que los padrinos no quieran hacer ostentación de su etílica felicidad sin dejar constancia de su pequeño atracón de fuegos, más sonoros que luminosos, para que los vecinos de las inmediaciones hagan desfilar en poco devota procesión a los antepasados de novios e invitados.
No digamos nada si, como sufrió el cronista en ya lejana ocasión, la cadencia de las bombas de palenque era de cada cuarto de hora, de doce a las nueve de la mañana, con la tradicional salva mañanera, con una recién nacida sobresaltándose a cada bomba.
La decisión de la comisión de fiestas de Priegue bien merece los honores el aplauso más encomiástico por ese ejemplo de sentido común, de respeto por el prójimo y de cuidado del medio ambiente (que también es sonoro). Lo agradecerán las muchas personas con trastornos de hiperacusia. Pero tanto más más que todos ellos, los perros y otra fauna doméstica se quitarán de encima un nada recomendable estrés. ¿Es mucho pedir que cunda el ejemplo? Hace ya varios lustros que las Redes suplen con mayor eficacia la tarea anunciadora de las fiestas que correspondía antaño a la sonoridad de los fuegos artificiales.