6 septiembre, 2024
Desde que Cicerón, glosando las palabras de Julio César, dictaminó que la mujer del César no sólo tiene que ser honrada sino también parecerlo, la sociedad ha convenido en la importancia de este segundo aspecto, el de la percepción por los demás, como fundamental en el ejercicio del poder en todo tipo de estamentos por todo personaje púbico y por sus allegados.
Un aserto que no difiere mucho del que en el mundo de la Justicia dictamina que “la percepción de imparcialidad es tan importante como la imparcialidad misma” referida a los jueces y que el tribunal Europeo de Derechos Humanos ha convertido en doctrina.
Traducido a un lenguaje más popular, estaríamos hablando de lo que Rubalcaba recordó de que “no nos merecemos un Gobierno que nos mienta”, frase que aplicada en su literalidad dejaría a los sucesivos Gobiernos de Sánchez a los pies de los caballos.
Ayer tomó posesión como gobernador del órgano independiente Banco de España el ya ex ministro José Luis Escrivá, demostrando un nuevo cambio de opinión de su jefe Sánchez, que tantas veces negó –más que Judas- que en su Ejecutivo no habría lugar para las puertas giratorias. Es más, en 2014 y refiriéndose al nombramiento de Fernández Ordóñez por decisión de Zapatero, llegó a asegurar que “fue un error nombrar de gobernador del Banco de España a un ex responsable político”, ¿Cinismo o nuevo cambio de opinión?
La noticia del nombramiento de Escrivá aparece saludada en el diario digital El Debate, que dirige con maestría el gallego Bieito Rubido, con la noticia de que el ex ministro engañó en documento público al Congreso de los Diputados a la hora de hacer declaración de sus bienes a que le obligaba el cargo. Porque Escrivá declaró un valor de 398.000 euros en inmuebles cuando el periódico descubre que es propietario de tres grandes y lujosas mansiones. Un chalet de 1,2 millones de euros con tres plantas de 908 metros cada una de ellas en Torrelodones (Madrid), otra “vivienda unifamiliar aislada” de planta baja, primera, sótano y piscina, en Alicante, que en la actualidad tendría un precio de mercado superior al millón de euros, y, por fin, un ático de lujo en la localidad oscense de Benasque, con un precio estimado de medio millón de euros. Cosas del destino –Dios los da y ellos se juntan- Benasque es el mismo pueblo de los Pirineos donde Sánchez y su mujer, Begoña Gómez, conocieron al empresario Carlos Barrabés, imputado por tráfico de influencias y corrupción en los negocios y que, con la esposa del presidente, sigue en la mira del juez Peinado.
El chalet de Torrelodones actúa, dice El Debate, “como sede de una sociedad instrumental con lo que se ahorra el pago de cuatro impuestos”. En igual situación se encuentra el ático de Huesca, propiedad de la sociedad de Escrivá que, asómbrense, factura cero euros, tiene cero trabajadores, pero sí desgrava las facturas de luz y de agua, siempre según el diario.
La situación de Escrivá, como en su día la de Pedro Duque –Màxim Huerta no tuvo la misma suerte- vuelven a confirmar un nuevo “cambio de opinión de Sánchez” que en 2015 había asegurado a Telecinco que “si yo tengo en la ejecutiva federal de mi partido, en mi dirección, a un responsable político que crea una sociedad interpuesta para pagar la mitad de los impuestos que le tocan pagar, esa persona al día siguiente estaría fuera de mi ejecutiva”. ¡maldita hemeroteca!
Pues a este personaje, vendido en su día como un ejemplo de transparencia cuando estaba en la AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) y, como parece, capaz de engañar al Parlamento en documento público, circunstancia agravada por su condición de funcionario, es a quien Pedro Sánchez encarga el gobierno del Banco de España. ¿Para convertirlo en un centro de marrullería luego de la ejemplarísima labor de su antecesor Pablo Hernández de Cos?.
¿Merecerán crédito sus informes con tales antecedentes?
Pues ¡Hala! a seguir cabalgando contradicciones.