9 octubre, 2024
En oportunidad digna de mejor causa, cabe imaginar que alguno de los 1.573 altos cargos y asesores con que cuenta el Gobierno –con un sueldo medio de 82.000 euros- se aproximó por despiste a la última de las novelas –Número Cero– del recordado autor italiano Umberto Eco para sacar de ella el feliz hallazgo del semiólogo y filósofo italiano de “la máquina del fango”.
Un ¡Eureka! por el ocasional descubrimiento de la particular piedra filosofal en la que asentar el relato gubernativo en el seguir de los días y que debió resonar a lo largo y ancho de los pasillos monclovitas con tanta fuerza y decibelios como para dejar en ridículo el primigenio que lanzó Arquímedes de Siracusa al meterse en la bañera y ver cómo ésta desbordaba el agua en cantidad equivalente al volumen de su cuerpo.
El problema de este Gobierno es su continuada obsesión por ver la bíblica paja en ojo ajeno cuando tienen la viga en el propio. Por eso todo su relato no es sino una acusación permanente a medios comunicación y oposición de chapotear impenitentemente en esa máquina del fango de las mentiras y los bulos en las que son ellos, precisamente, los excepcionalmente duchos y más ávidos maestros a la hora de su puesta en práctica.
Los ejemplos de esa continuada incongruencia de achacar a los demás lo que uno mismo protagoniza se repiten hasta el infinito, pero es en las ruedas de prensa posteriores a cada Consejo de Ministros donde adquieren categoría de sublimidad, de paradigma de lo que es mentir a sabiendas y a cara descubierta o generar bulos ante los impertérritos ojos de los periodistas a quienes se niega la posibilidad de repreguntar –solo se da la palabra a los amigos- para evitar todo intento de desenmascarar tal fariseísmo.
Dicen los habituales plumillas del salón de prensa de La Moncloa que la del pasado martes, día 8, fue una de esas sesiones paradigmáticas; sin duda la más bochornosa que le tocó en suerte a la portavoz Pilar Alegría, leyendo impávida y con forzada afectación de gravedad, la sarta de mentiras que iba desgranando y que en absoluto se compadecían con la verdad conocida por todos los presentes.
Veamos los más escandalosos ejemplos:
Con la resolución ya aprobada y justificada –negro sobre blanco- de la Audiencia Provincial de Madrid para que el juez Juan Carlos Peinado continuara su instrucción en el caso Begoña Gómez, la ínclita ministra Portavoz dijo:
«Lo que conocimos ayer [por el lunes, día 7] es que la Audiencia estima sustancialmente los recursos presentados” – Mentira. Al contrario, los desestimó instando al juez a continuar la instrucción frente al vaticinio previo del propio Gobierno-. “En segundo lugar, señala que hay una investigación prospectiva, genérica y afea que esto sea así” –Segunda mentira, el auto de la Audiencia dice justamente lo contrario de la ministra como, entre otros muchos medios, le recuerda el progubernamental El País a la susodicha. O por decirlo en palabras de la propia Audiencia “prospectiva es la investigación que se inicia de forma indeterminada en búsqueda de posibles conductas delictivas sin una mínima concreción y sospechas fundadas, pero no aquella que partiendo de una conducta racionalmente sospechosa (…), inicia una amplia indagación que permita conocer con detalles todas aquellas circunstancias que pueda influir y determinar en su calificación” .
“Además, -prosigue el relato de la desnortada portavoz- han podido leer cómo por segunda vez acota al juez Peinado al mínimo del acto de actuación. Es una sonora enmienda.” Nueva mentira o verdad a medias, por cuanto la Audiencia señala al juez que aparque, de entre todo el proceso, únicamente la investigación de Globalia pero sólo en la medida en que no aparezcan nuevos indicios que aconsejen ser retomada porque “La instrucción no deja de ser un procedimiento vivo, que no puede quedar anclado a los hechos inicialmente denunciados como cometidos”.
“la Audiencia –osa a decir la ministra- valida los informes de la UCO, de la Guardia Civil y de la Fiscalía que han dicho que no hay ninguna irregularidad”. Nueva verdad con trampa que no oculta el engaño o mentira de la portavoz, ya que la Audiencia valida, efectivamente, esos informes de la UCO pero en sentido absolutamente inverso al que se pretende desde La Moncloa, por cuanto Los magistrados ven en las pesquisas de los agentes de la UCO “datos objetivos en los que se constataba la intervención personal de la denunciada en apoyo de las empresas de Barrabés y que justifican la investigación”.
“Lo que les puedo decir es que con esta resolución se aproxima el archivo de esta causa», concluye Pilar Alegría en insólita conclusión contraria a cuanto revelan los hechos actuados y que hace presagiar, a juicio de las más sesudas opiniones de la Judicatura, un proceso que va para largo y que deparará muchos más días de desesperación gubernamental y falta de argumentos de defensa, lo que no hará sino conseguir que la máquina del fango consiga nuevos hitos de maquiavélica manipulación, en el experimentado y casi se diría que constatado convencimiento de que, al menos en España, es posible engañar a todos todo el tiempo.
Idénticas mentiras en medio de la más flagrante impunidad pronunció también Pilar Alegría a propósito de la reducción de penas a los más sanguinarios asesinos de ETA. Hasta el punto de culpar a Rajoy y a su ley de propiciar esa reducción de penas, cuanto el anterior presidente lo que hizo fue vetar esa posibilidad de reducción introduciendo justamente la excepcionalidad para los presos eterras que ahora se levanta a través de la enmienda de Sumar con el voto favorable de todo el Congreso, con el error de Vox y PP al propiciarlo con su voto favorable. Pues bien, acabó la sesión, fuese y no hubo nada.
Porque a ese grado de sumisa docilidad acuden, cada martes, los plumillas acreditados en La Moncloa, capaces de tragar –y verterlas a sus lectores- carros y carretas de inmundicias.
¿En qué código deontológico de la profesión figura que el periodista está obligado a escuchar y transmitir fidedignamente mentiras flagrantes, más deleznables en tanto proceden del Ejecutivo de una nación y afectan a toda la ciudadanía? ¿No queda un mínimo de vergüenza profesional que se plante ante el repetido espectáculo de la siembra de falacias y bulos procedentes de esa imparable máquina del fango de La Moncloa a la que es dado asistir a la conclusión de cada Consejo de Ministros?
¿Qué nuevos bulos nos dispensará esa máquina del fango si se ratifica el procesamiento de Begoña Gómez? ¿A qué país de las antípodas tendrá que viajar el juez Peinado si osa a tal atrevimiento?