30 octubre, 2024
Hay, en los muchos y sesudos estudios que se tienen hecho sobre la realidad urbana de Compostela, una conclusión prácticamente unánime sobre el fracaso de las políticas desarrolladas en la ciudad histórica en las últimas décadas. Unos errados planteamientos que condujeron a su elitización, al monocultivo turístico, a la pérdida de identidad para sus tradicionales habitantes que optaron por escapar, hasta el punto de hacer de la joya de la corona capitalina una suerte de ciudad espectáculo, de teatralizado telón en la belleza artística de sus fachadas pero desierta en el entramado social que debiera darle vida puertas adentro de ese cada vez más fantasmagórico escenario. Adecuado, eso sí, para un turismo cada vez más urgente, más a uña de caballo, más de hamburguesa, suvenir de patacón y foto en Instagram.
Se completa el buscado atrezo de ese turistificado escenario urbano con la creciente permisividad administrativa en la ocupación –particular- del espacio urbano –público- por parte de un único sector económico, el turístico en sus variantes ramas, a quien se encomienda la programada misión de que actúe como platea, como cómodo lugar de asiento cada vez más uniformizado en diseño y oferta con las modas foráneas hasta el punto de hacerle perder cuanto de genuino, propio e identificador Santiago y Galicia han sabido construir a lo largo del tiempo.
Es ahora la siempre activa Asociación de Vecinos de la ciudad histórica, Fonseca, que, inasequible al desaliento, vuelve a recordar las verdades del barquero al denunciar la creciente degradación que sufre la ciudad histórica y su negativa afectación a la vida cotidiana y convivencial de dicha zona Patrimonio Mundial de la Humanidad. Situación, añaden, que se ve agravada por el negativo impacto de la proliferación de terrazas ocupando espacios públicos de toda la ciudadanía en exclusivo beneficio de unos pocos, las restricciones a la movilidad y el aumento de una desorganizada masa turística masiva. Todo ello, no lo apuntan los vecinos quizá por prudencia, en medio de una ausencia total de política turística sustentable tanto por parte del propio concello como de una Xunta de Galicia situada, aún, en la persistente teima de la masificación, que alientan con sus políticas sin medida ni control.
Eso sí, genuinos que somos, contamos con un acreditado centro superior de Hostelería que forma en la excelencia a los profesionales del ramo y tanto elogia el presidente de la Xunta… para que vayan a ejercer su actividad profesional fuera de nuestras latitudes. Que aquí se basta un uno por ciento de cada promoción para cubrir las exigencias de calidad que el sector demanda en la alta formación de dichos profesionales. Somos así, exportamos mano de obra turística con altísima cualificación para importar trabajadores sin formación hostelera que en los masificados establecimientos de un todo a cien hostelero, como ya ocurrió alguna vez con un entonces vicepresidente de la Xunta, te sirvan un café sacando la cucharilla de un bolsillo y los azucarillos del otro del mono de trabajo del carpintero devenido en camarero ocasional.
¿Se han preocupado alguna vez los responsables de tan nefastas políticas de aproximarse con un mínimo de inquietud intelectual y compromiso ciudadano al abundante y esclarecedor Corpus doctrinario de lo que se entiende por turismo sustentable?