31 octubre, 2024
Algún día, antes que tarde, la ciudadanía tendrá qué preguntarse en serio y con las consecuencias debidas que de tal reflexión se extraigan en qué cloacas de la miseria humana bucean los partidos políticos para hacer las listas electorales con las que llenar los escaños del Congreso de los Diputados.
La enumeración de las lagunas morales y cívicas de que hacen gala repetidamente en el Palacio de San Jerónimo los diputados a quienes, en evidente deturpación del lenguaje, hay que distinguir como ilustrísimos por imperativo del protocolo, no asombra ya a una adocenada sociedad que opta por la desafección antes que por tomar conciencia de su propia responsabilidad. Son tan graves y tan reiteradas que acaban por hacer verdad la máxima goebbeliana de una mentira repetida mil veces. Es el nivel de autoexigencia que nos impusimos a nosotros mismos, y así nos va.
Pero hay veces que, como ocurrió el miércoles, la desvergüenza adquiere cotas tan absolutamente irracionales que no hacen sino acentuar la indignación colectiva al contemplar la catadura moral, el cinismo, la mala baba que impregna los contaminados escaños parlamentarios.
Con la constatada cifra de medio centenar de víctimas mortales por la Dana, el indeterminado número de desaparecidos y una funesta progresión de datos acentuando la tragedia, con el pleno ya iniciado y tras un pretendidamente solidario minuto de silencio, el PP a través de su portavoz Miguel Tellado pidió a la presidenta “que todos conjuntamente decidamos suspender esta sesión plenaria por respeto a las víctimas de la DANA. Sería lo razonable para que el Gobierno pueda irse a trabajar y colaborar con el resto de administraciones que están haciendo frente a la crisis”. Decisión secundada, sólo en principio, por el portavoz socialista Patxi López. Para entonces, el Senado ya había decidido suspender toda actividad. Sería más tarde, en la deliberación de la Mesa sobre la propuesta popular donde aflorarían las miserias morales del propio portavoz socialista al aceptar la supresión del pleno ordinario pero no así la del extraordinario destinado a asentar el definitivo golpe de gracias a la pretendida pluralidad de RTVE, en una nueva patrimonialización de otra institución pública. “Si los trabajadores están trabajando, los diputados también”, diría López -literalidad que se recoge del diario El Mundo- en sintonía con el portavoz del BNG, Néstor Rego –“los trabajadores de a pie siguen trabajando con normalidad”, aunque no así el pleno ordinario del concello de Santiago, que preside su correligionaria Goretti Sanmartín y que sí optó por la suspensión- posturas secundadas por Mertxe Aizpurua (Bildu), Aina Vidal de Sumar -que recordó que los diputados no iban a participar en las labores de rescate- y Rufián –“¿No será que el PP no quiere que se debata esto?”-
En el despropósito y absoluta falta de empatía con las víctimas hay que destacar la actuación del vicepresidente de la Cámara, el socialista Gómez de Celis -gritando no a su portavoz cuando aceptó la primera suspensión-, la del máximo representante de la voz de su amo, Rafael Simancas, y la más inefable del diputado por Valencia, epicentro de la DANA, Vicente Manuel Sarrià que desde la tribuna y en defensa del real decreto de RTVE que se debatía aseguró que “evidentemente como valenciano mis primeras palabras necesariamente van dirigidas a estas terribles noticias que vienen de mi tierra, también de Castilla La Mancha, y evidentemente condicionan también el tono de este debate. Y debo lamentar en primer lugar que la derecha, como suele hacer en muchas ocasiones, aproveche hasta la más mínima desgracia para desviar la cuestión y creo que la bancada (a esas horas ya vacía por la ausencia del PP, Vox y Compromís) lo ilustra perfectamente”.
A este nivel de degradación social ha llegado la clase política. La que nos merecemos