2 septiembre, 2024
Las más de quinientas personas que el sábado por la noche se dieron cita en el Liceo noiés y que se pusieron en pie hasta en un par de ocasiones con una cerradísima y prolongada ovación y gritos de ¡Bravo, bravo! son la mejor constatación del sentimiento de pertenencia, de imbricación, que el pueblo de Noia ha querido testimoniar a los integrantes de la Banda de Música con ocasión del concierto extraordinario programado por la agrupación para acompañar a un solista de primerísimo nivel y virtuoso de la trompeta, el vigués Rubén Simeó.
Con extremada finura y obviando la solapada guerra que desde sectores de la municipalidad se tiene con la agrupación, el presidente de la misma, Manuel Calvo, invitó al público que llenaba el Liceo a vivir una hora de emociones, de alegría participativa, a subirse a ese trasatlántico musical que habría de llevarles a recordar momentos felices a través de composiciones vivas en la memoria y acervo personal de todos los presentes.
Pero desde la platea del Liceo, desde las sillas que congregaban a ese medio millar largo de asistentes, el concierto tenía una más trascendente significación más allá de la mera diversión, que también. Era el refrendo, como se hizo constar con encendidos aplausos a lo largo de toda la gala, del pueblo a su banda. Una declaración de principios que se inició tan pronto el presidente citó los buenos oficios de la concejala de Eventos, Bea, (Beatriz Rosende) aplaudida cariñosamente por banda y público, y que adquirió su momento culmen cuando Rubén, “sin querer meterme en donde no me llaman” recordó que por encima de nombres o melodías concretas, de modas casi siempre pasajeras, lo que queda siempre es el fondo de lo popular, de la música hecha desde el pueblo. Lo entendió todo el público con una de las ovaciones más cerradas de la noche, de la que seguramente habrá tomado buena nota el regidor, presente en el acto. No hacían falta más alusiones. Roma (pueblo de Noia) locuta, causa finita. ¿Entenderán el mensaje en el Concello?
Volviendo al concierto, hay que celebrar los esfuerzos de la banda por estar a la altura de un virtuoso de la trompeta que se tradujeron en un concierto de gran altura. Era lo esperado de Rubén, que evidenció un manejo y soltura con el instrumento propios del maestro que es. Tanto en el aprovechamiento de todas las posibilidades sonoras que ofrece la trompeta como, singularmente, en el limpio fraseo que brilló de modo espectacular en alguno de los improvisados adornos o de los solos que motivaron los olés del público presente.
Acompañando a tan destacado intérprete, la banda brilló a gran altura. Por su afinación, sentido rítmico y, de modo muy especial, por la limpieza sonora con que afrontaba los pianissimo, donde una mínima nota discordante o a destiempo hubiera sido percibida por el público. No fue el caso, lo que demuestra la mano sabia del director, Iván Maia, y el exitoso fruto de las largas horas de ensayo.
Destacaron, asimismo, algunos miembros de la banda en los particulares duetos que mantenían con el trompetista, en una suerte de juguetona contrarréplica que merecieron el encendido aplauso del propio artista invitado.
En suma, conjunción de instrumentos en su sentido más armónico y sinfónico, virtuosismo en la ejecución con momentos propios de auténticos profesionales más que de aficionados como son los integrantes de la banda, el accrescendo en varias de las melodías realizado con una pulcritud y rítmica gradación de intensidad intachables, otorgan a la banda de música de Noia una categoría contrastada de concertistas, tan diametralmente opuesta a los recurridos pasacalles.
Y el público lo agradeció. Más que eso, se sintió orgulloso de su banda. ¿oído, cocina?
El concierto hubo de celebrarse en el Liceo, gracias una vez más al grado de empatía que sus dirigentes muestran con la agrupación y con cuanto en Noia tenga un carácter popular. Fue así por los impedimentos que el Concello, que había decidido la fecha del concierto, puso a la hora de poder encontrar un espacio público, destinado a programaciones alternativas, que ya es desorganización. Pero a juicio de este cronista, ganó la gala. Se convirtió en algo más acogedor, de más estrecha unión entre público y concertistas que un espacio abierto donde acaso fuese más difícil percibir los virtuosismos escuchados. Y en fin, porque era un concierto íntimo, de ida y vuelta de generosidad de la banda con los noieses y de manifestación de orgullos de éstos para con la banda. Por eso bien está lo que bien acaba.
Sería, en cualquier caso, un incorregible desaire no citar el grado de sensibilidad y formación musical del público asistente, se dijera que acostumbrado a asistir a muchos conciertos. Por su grado de participación cuando le fue requerida, por un respetuoso comportamiento a lo largo de toda la gala, por saber graduar los aplausos en función de la propia calidad de las piezas lo que hizo resaltar doblemente los momentos de especial virtuosismo. En suma, un público que demuestra el profundo arraigo que la tradición musical tiene en la villa y que con tanta apatía, cuando no desprecio, se trata por quien debiendo de volcarse con la banda, la ve con un estorbo. Noia sabe de música, Noia quiere su música y, acaso, Noia nunca dejará que le falte su música.
¿Y el titular de Cultura en la Corporación? Como siempre a lo suyo, a lo que le es propio, celebrando una carnavalada.