
9 octubre, 2025
Caminar hacia Santiago no es solo una hazaña física, sino un ejercicio de introspección. Un reciente estudio de la Universidad de Maribor, una de las más prestigiosas de Eslovenia, confirma con datos lo que muchos peregrinos expresan con el corazón: el Camino mejora el bienestar emocional, disminuye el estrés y fortalece los lazos humanos.
Publicada en el International Journal of Transpersonal Studies, la investigación reunió a más de 400 personas de distintas nacionalidades que habían completado la ruta. La mayoría coincidió en algo esencial: después del Camino, se sentían más en paz, más conectados con los demás y más capaces de mirar la vida con serenidad.
Según los autores, esta experiencia milenaria reúne tres elementos poderosos: movimiento, naturaleza y desconexión tecnológica. Esa combinación —dicen— permite calmar la mente y aligerar el alma. Y no están solos en su conclusión: otros estudios internacionales han señalado que peregrinar hacia Compostela refuerza la autoestima, mejora las relaciones personales y despierta un sentimiento de propósito vital.
Más que una caminata, el Camino es una pausa. Día tras día, paso a paso, el peregrino deja atrás lo innecesario: una preocupación, una herida, un miedo. En su lugar, aparecen la gratitud, la paciencia y el silencio que solo se encuentra cuando uno aprende a escucharse.
Al llegar a Santiago, muchos descubren que la meta no es la catedral, sino la transformación interior que ocurrió sin darse cuenta. Tal vez por eso, más que un destino, el Camino sea una forma de volver a empezar. Y la ciencia, ahora, simplemente lo confirma: caminar cura, une y enseña a mirar la vida con una luz nueva.